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domingo, 6 de julio de 2008

Del romanticismo lindo al pragmatismo feo o viceversa.

Era romántico. A punto de graduarse de la universidad y con talento acumulado, se encontró ante un futuro laboral incierto pues todos exigían experiencia pero nadie daba la oportunidad de demostrar lo que sabía. Por recomendación de uno de sus profesores entró a hacer unas pasantías pagas, a uno de los templos de la tecnocracia, su tarea era algo así como mejorar las relaciones y el ambiente laboral en una de las tantas oficinas. Su nuevo puesto de trabajo aunque empolvado y de luz austera, le pareció una oficina de ejecutivo. Según sus maestros había que hacer un diagnóstico, identificar problemas y… No, sonriendo con ironía, le dijo el elitista jefe, no tenemos tiempo que perder, piense algo que sirva, se acomodó la corbata azul de seda y hizo señas para que se saliera.

Tenía que asumirlo, era un estudiante perspicaz y popular en la universidad pero aquí era un pobre don nadie. Estaba con la sensación de estafa de la academia, cuando se tropezó con unos ojos pícaros, detrás de unas gafitas que adornaban su nariz redonda, era de esas secretarias que lo saben todo y que no se angustian por nada, tenía 43 años, una figura bien cuidada, su mayor ganancia era esa feminidad agresiva, sabia, en punto perfecto para despertar todo tipo de pasiones. Su perfume como poción mágica aumentaba la letalidad de su encanto, ella era la experiencia que él estaba esperando. Él carne fresca y ella bocado de cardenal, en realidad no hablaron mucho, pues el deseo salvaje no sabe de palabras elegantes, sólo obliga a buscar hostigarse.

Ella le dijo al estudiante exactamente qué esperaba el jefe y le contó algunas dudas y comentarios que se habían hecho sobre contratar estudiantes y no expertos, le dijo que era divorciada y que tenía dos hijos, que siempre lograba lo que quería y que no se quedaba con las ganas e nada. Almorzaron, no se habló mucho; ella le preguntó en tono frío, qué va a hacer el viernes, él le respondió, lo que usted quiera y se besaron como sellando un acuerdo multilateral.
Viernes, media mañana, ella lo llama y le dice que el jefe lo necesita, que lo espere en la oficina, pasa, se sienta y teme por algún regaño, si bien hace tres meses había empezado, el par de productos que había entregado le habían gustado, pensaba si acaso lo reprendería por imprimir unos trabajos para la Universidad, estaba cavilando en ello, cuando sintió una mano en su hombro que lo devolvió a la cerrada oficina del jefe; era ella con cara de fiera, con la transformación que dan los deseos disimulados, con la excitación de los lugares prohibidos. El iba a hablar pero fue callado por la lengua que entró a su boca como serpiente hambrienta, las manos de ambos cumplían veloces la tarea de desapuntar, quitar, desvestir. Ella, se subió la falda y dejó ver sus ligueros y su amuleto íntimo, él con los pantalones abajo y jadeante, consumó el safari por su sexo, fue justo una terminación mutua como danza sincronizada. El jefe no viene hoy, salga en 10 minutos, dijo mientras se miraba en un espejito de feng shui que había en la oficina, se acomodó el resto de ropa y dijo, qué mira, vístase.

Las cosas cambiaron, de esa experiencia rápida pasaron a encuentros planeados, con velas y esas cosas de masajes, música y erotismo en las que algunos creen, ella nunca fue tierna, pero su feminidad bravucona, seguía ocultando cualquier desperfecto. Ya habían pasado seis meses, el contrato de él se acabaría y por ende los encuentros casi semanales. Ella movió influencias y logró una prolongación. Ella le daba dinero para que comprara cosas, él se encargaba de pagar los recibos de los servicios y las vueltas domésticas en general. Le empezó a escribir cartas, poemas pero no fueron bien recibidos, si bien se había quedado en casa de ella unas veces, la cosa no es para tanto, decía, mientras miraba con ausencia.

Llegó el día de la evaluación del trabajo realizado, ocho meses para lograr mejorar el ambiente, cuatro campañas por diferentes medios internos, folletos, plegables, encuentros, reuniones… el balance general fue bueno, algunos hablaron de la experiencia, de lo que había quedado, agradecimientos, aplausos. Ella no estaba allí, estaba recibiendo al nuevo practicante.

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