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viernes, 4 de noviembre de 2011

CONTIGO LO TENGO TODO (EL SECRETO DE LO QUE UN HOMBRE ESPERA DE UNA MUJER)

Con estas letras, amada mía, quiero contarte esto que siento, esto que pienso y esto que me pasa, ese momento mágico de encontrarme contigo y las variaciones, unas estructurales y otras de forma, que han acontecido en mi vida, desde aquel día en que te dejaste ver… o mirar, según tu confusión, que aún me causa inmensa ternura.
Debo empezar por aquello que me llamó la atención de ti, tu pelo negro y con rizos sueltos, que arreglas sin exuberancia, quizá su brillo, quizá la vista de su textura suave y los claroscuros de sus formas, capturaron mi instinto. Cuando me acerqué pude percibir tu fragancia, proveniente del centro de tu cuello, allí tienes una especie de remolinos capilares, de ese centro provenía tu aroma, una mezcla de limpieza, fragancia tenue, que arroja un terrible resultado hipnótico y de altos niveles de dependencia odorífera.

Es verdad, allí estuvo la primera ancla, pero la más fuerte, estuvo en tus ojos, grandes, vivaces, expresivos, con la tensión permanente entre alegría y tristeza, sé que es una de la zonas de tu rostro fino, que te maquillas, los iluminas, los vistes de gala… por esas magníficas ventanas dejas que el mundo entre. Cuando los vi, tuve que quitar rápido la mirada, so pena de naufragar en su belleza,  pero debo confesarte que te miraba cuando tú no me mirabas, como en un juego infantil, como en un cortejo espiritual.
Tu rostro delgado, tu quijada, tus labios, tu sonrisa, quiero decirte que no voy a hablar de tu nariz, por petición tuya -sólo he de decir que a mi parecer es perfecta-, después tu cuello, paraíso de tus alergias por la carne roja y de mis mordisquitos semidolorosos, tu piel blanca, como un manto con relieves, pliegues y repliegues…

Tus muslos, tus pies, tu ombligo… te he recorrido en desorden de adrede, para llegar a tu pecho, en donde siento que nada me va a hacer daño, en donde escucho tu corazón… tu espalda, con caminos y sendas, con rutas y senderos, que terminan en dos huequitos al final de tu columna… Te observo despacio, envidio a los pintores, que pueden capturar la belleza, me dejo resbalar por la redondez de tus glúteos, para llegar a la flor de mis sueños.
Con semejante armadura, con semejante esquema táctico la guerra está casi ganada, pero falta el arma letal, el producto estrella, es justo la ternura, la manera de ver, de sentir, de expresar… así las cosas, te conviertes en una mortífera rival, ante la lucha del gusto y del enamoramiento.

La cosa, estaría bien hasta ahí, pero debo sumarle tu capacidad de reír, tus miedos, tu compromiso con aquello que haces, tu compasión… también tu capacidad de superación a situaciones absurdas,  en general tu buena energía.

¿Sabes? Recreas el mundo con palabras, le has dado a tus besos… un sabor dulce, a tus obscenidades el punto ideal para no creer que siempre lo has hecho… además sabes escucharme, y cuando te cuento uno de mis secretos, me abrazas, y comentas con cuidado, apoyándome, como si supieras que es exactamente eso lo que necesito.

Cuando ves un cachorrito en la calle, sonríes y los tocas como una niña, cuando tienes alguna idea tus ojos brillan, cuando te sientes apenada te sonrojas…  cantas, amas el baile, te dejas llevar por la locura pero eres cuerda y responsable…
Lloras con facilidad, eres sensible y un poquito dramática, tienes el don de reírte de ti misma, eres leal y cuando te indignas vas diciendo lo que piensas… tienes entonces una franqueza arrolladora y una honestidad envidiable.

Inocente y perversa, mujer y niña, trascendente y trivial, callada y expresiva, decente y vulgar… pareciera que fueses contradictoria, pero quiero mostrar que te sabes mover en las dimensiones pulcras que me hacen un hombre feliz y afortunado.

Todo esto me permite ver con amor tu temperamento retráctil, tu inmensa terquedad y tus miedos sin sentido, por ello tus caprichos son pequeñas pataletas que asumo con buen humor, por lo tanto, tu trabajo vital por llegar temprano a las citas, tu interés por mis planteamientos, tu entrega son elementos probatorios que se han convertido en adoración.

Amada mía, el tema no es de complacencia, me refiero a integralidad, no hablo de sumatoria, hablo de resultados, me estoy refiriendo a que en cada momento a tu lado, mi pasado cobra menos importancia y sólo pienso en los siglos de los siglos para contarle al mundo que me haces sentir vivo, feliz y agradecido.

Soy privilegiado, como sabrás, tuve una niñez fantástica, rodeada de juguetes, amigos y amor, mis padres tuvieron los suficientes medios para darme gusto, por ser el menor de la familia, conservo ese espectro del niño de la casa… mi adolescencia, aunque desaforada, fue guiada por damas, que me llevaron por rumbos increíbles, época de errores tontos que yo creía más graves, época de construcciones y de apuestas vitales… mi juventud, la universidad, los amigos, los profesores… y heme aquí ahora, resumiendo mi vida para dártela, queriéndote decir, que todo lo que me ha pasado, ha sido un puerto intermedio para llegar a ti.
Quizá te digo frecuentemente que te amo, pero no te lo escribo mucho, quizá soy acelerado, impaciente, consentido y gruñón, y tú, puedes estabilizarme, tienes la maternalidad suficiente para saber qué decir y qué hacer… como sugiriendo, como aconsejando… te impones con tal delicadeza, que al darme cuenta, no me importa ya nada más. Tú, mujer… me tienes.





1 comentario:

Anónimo dijo...

Dices esas cosas como si fueran faciles de hacer, los hombres siempre esperan de uno y ellos qué dan? Pero de todas maneras si hay una guia. Gracias!!!!