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jueves, 17 de mayo de 2012

EL PROBLEMA DE LA BANCA


          Una pareja se está besando en la banca de un parque, las hojas de los árboles se estremecen por el viento y la vida pasa despacio con el sabor dulce del enamoramiento… el muchacho la sujeta por el mentón y le besa como robándole la vida, ella cierra los ojos y sólo se deja llevar. Pasa un vendedor de flores y les dice que esa banca cuenta historias y que a veces cuando los enamorados son sinceros, pueden oírlas.

La joven pareja quedó fascinada con la posibilidad de que allí se hubiesen sentado otros, que también se amaran tanto como ellos. Entonces, ella le propuso que pusieran sus oídos en las tablas del espaldar y empezaron a oír una voz suave que contaba el siguiente relato:

“Habían pasado ya algunos días desde aquel día que se la encontró, ella tenía el pelo negro y brillante, una piel blanca y suave y su frente pequeña quedaba perfectamente equilibrada por sus ojos vivaces… él se le presentó con cierto protocolo, con una timidez incitante; él sólo tenía admiración y ella ganas de ser embelesada.

Cada quien tenía su pareja, la de ella un muchacho extraño y la de él una pequeña mujer, cada cual sabía el juego peligroso de ser amantes y la estupidez que significa enamorarse de un fantasma; pero es que era tanta su compatibilidad y además se evidenciaban tanto las torpezas de las respectivas parejas…  que estar juntos se fue volviendo una imperiosa necesidad.

Empezaron con inocentes invitaciones a tomar café, fumaban y hablaban de todo, cada tema tenía múltiples aristas y, todo parecía estar conectado con la magia del encanto. “¿Puedo tomar uno de tus cigarrillos?” le dijo ella cerrando un poquito los ojos, él sin mirarla y soltando una bocanada de humo le respondió: “Puedes hacer lo que quieras…”, ella reaccionó de inmediato y preguntó levantando una ceja y poniendo carita de modelo fatal: ¿Lo que yo quiera?... él la miró para disimular la tensión del momento y le dijo: “ten cuidado, las palabras tienen poder”.

Y de repente se vieron envueltos en mensajes de miel, largos textos, respuestas sin afán, adulaciones, pero esta historia no podría ser sin la ayuda de alguna celestina, así, una amiga de ella, le dijo a él que su amiga, había dicho que le gustaba. Y a él se le iluminaron los ojitos, sintió vértigo y ganas de gritarle al mundo que estaba enamorado de nuevo.

Las cosas con sus respectivas parejas no andaban bien, tanta ternura compartida con su amante, hacía que la pareja oficial de ella pareciera tosco, o para matizarlo un poco, expresaba el cariño a su manera… la pareja de él, era ya una veterana en fracasos matrimoniales  y era evidente que ésta no iba a ser la excepción.

Se encontraban en un lugarcito modesto y pedían un corazón de chocolate, y llegaba el momento de irse… ella lo besaba, él se dejaba, él la incitaba y ella jugueteaba.

Coincidieron y aquel encuentro de almas confirmó la sospecha, sus cuerpos estaban hechos a la medida, parecía que cada uno supiese con exactitud lo que el otro quería, vieron lucecitas de colores y por primera vez sintieron que hacían el amor de verdad… esa doble vida se volvía la más importante, los actores de reparto fueron ganando un protagonismo inusitado… había que fingir con las parejas oficiales.

La relación oficial de él colapsó primero, ya venía en serio detrimento, la de ella fue más una cuestión de paciencia…

No podían dejar huellas, existían como rumores que iban ganado fuerza, se consumían, se devoraban como si cada vez fuese la última…

“Terminé con ella” le dijo él un lunes por la mañana, ella se quedó en silencio, pues ahora el juego aquel había tomado otros rumbos… y él fue su amante exclusivo,  y ella cayó en la profunda contradicción del miedo de perder lo que ya tenía con su pareja o la leve posibilidad de construir con su amante… él en un inmenso acto de cobardía le dijo que lo único que le importaba era que ella fuera feliz y que lo mejor era alejarse. Ella le hizo caso.

Para concluir esta relación viajaron hasta donde las olas acariciaban sus pies, hablaron de todo y al final se dieron un beso, sellando la posibilidad de saborear el amor bendito.
Ahora se ven, pero no se tocan, se desean pero no se lo dicen a nadie.

Ella siguió con su novio y de vez en cuando le hace reclamos de ternura, le molesta que no le ponga atención a sus cosas y suspira por su poeta enamorado, él está solo, de vez en cuando mira las estrellas y desea que el cielo la cubra de felicidad, ya no fuma, ahora se dedica a coleccionar nubes y escribe el nombre de ella en silencio, lo pronuncia en voz baja como orando y llora sin afán, como sabiendo que perdió al amor de su vida.”

Los jóvenes quedaron sin palabras, él le dice: “pobre tipo, la amaba mucho” ¿Quién, El novio o el amante?... le dice ella… “Pues obvio, el amante” afirma con voz melancólica mirándola a los ojos… ¿Cómo así, estás defendiendo al amante?... gritó ella con rabia… ¿Quiénes eran los verdaderos amores, con quienes se sentían vivos y felices? le  refunfuñó  él… y de aquellos besos que se daban al principio quedaron sabores lejanos y su historia de amor truncado también sería contada por aquella banca a unos nuevos enamorados…

Banca rota… no crees en el amor y quieres que todos se hundan en tu desgracia… banca miserable… no soportas ver que otros vuelen y tú tan atada al piso, recibiendo… banca triste… no sabes dar, entregar… banca pobre… morirás sin sentir el vértigo del amor…






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