Habría de empezar entonces la travesía para olvidarte, se trataba sólo de recorrer con precaución la senda que anduve contigo y elegir atentamente los recuerdos que tendría que contar, aquellos de ocultar y algunos tantos que habría de inventar.
Según algún protocolo ilegal de nostalgia, debía eternizar la primera vez que te vi, grabar para siempre el primer café, tallar las primeras insinuaciones, inmortalizar aquella consumación de ganas, o perpetuar los viajes… me correspondía contar en general la puntiaguda sensación de estar juntos y la reyerta final que culminó en una alevosía, maquillada de rencor.
Para transitar
sin tanto equipaje, tenía que abandonar mi excesiva preocupación por
protegerte, tus pies friolentos, los mensajes escritos en tu cama y las
promesas de un futuro juntos; así, y con el ánimo de no perder el norte y llegar
hasta la tierra prometida de un olvido sano, debía salvaguardarme de la
llovizna de tus besos traviesos, el rocío convertido en tu facilidad de reír y los
sismos causados por la conexión de mis dedos con tu núcleo.
Ahora si
estaba listo para dar inicio al recorrido, debía guiarme por tu olor que me
indicaría los pasos correctos, pero justo ahí y sólo hasta ese momento, me di
cuenta que poseías un relieve odorífero diverso… se presentó el del límite de
tu frente y tu pelo, se anunció el de tu cuello, hizo reverencias el de tu
vientre… olores frugales, silvestres, ácidos… No podía hacer caso a tantas
voces, era más que evidente que guiarme por tu olor sería inadecuado…
simplemente, podía perderme.
El camino parecía
largo, había que emprender el viaje sin guía, entonces apareció en orden, no sé
si de importancia o de nostalgia, aquel recuerdo que contaba nuestros viajes,
tenía en él mismo (en su propia memoria) evocaciones, como la de aquel autobús
que fungió de lecho, la del alquiler de caballos o la de los lugares rituales, vi
también tus lágrimas antes de ir al mar, al impertinente que nos vio desnudos o
a aquella gallina loca que no se movía de la silla… tuve que rogarle a ese
recuerdo categórico de viajes que se esfumara, pues tanto nivel de detalle me
causaba dolor en el alma y una especie de depresión locativa… o llamémosla así:
melancolía lugareña.
Ya
desconfiado por la calidad del protocolo ilegal de nostalgia que compré en
alguna canción romántica, preferí entonces, cambiar de estrategia, regir el
recorrido por grandes momentos de la relación, un esquema sencillo: inicio,
nudo y desenlace… ¿fácil, verdad? Así pues, entré al encanto de tu boca fina,
pasé a tus pechos tersos y quise instalarme en tu cadera rítmica; llegó el
momento de la batalla colosal por ganarte y como un guerrero legendario recordé
los planes de conquista, las maniobras de seducción, las armas de enamoramiento
y las confrontaciones para entrar a tu reino amurallado… después aparecimos en
un refugio alpino en el que me cantabas sin temor -pese a tu autoimagen de
desafinada-, en esa misma escena me hablabas con tristeza de tu perro y de los momentos de tu
infancia. No alcancé a ver cómo hacíamos el amor en la ducha porque una sombra
me indicó que era el momento del final: apareció alguien que quería separarnos,
para tal fin, me envió mensajes y te llamó… también vi, mis ruegos por
demostrarte que yo no tenía nada que ver con eso… y entonces se presentó el
momento puntual en el que leíste una conversación mía con una ex… el recuerdo se cierra con un aviso de: “Game
over, insert another coin”.
No me gusta
ese resumen, me parece tacaño y simplista… me faltó recordar tus gestos, tu
miedo al futuro… tu odio por tu nariz… la celebración de tu cumpleaños… tus
tiempos de duende… tu devoción por el baile… tu maternalidad desplegada en tus
sobrinas… tu intención de leer… tu foto de niña en mi billetera… tu habilidad
para extraer vellos… tu hipnosis por el mechudo del billar… tu compañía a mis
eventos musicales… las peleas con tu hermano… tus jugos dominicales… tus ex…
Todo viene en desorden y debo detenerme, esta forma de vislumbrarte no me va a
llevar a ningún lugar.
Debo intentar
otra manera de recorrerte, quizá debo especular un poco e imaginar qué dices,
qué piensas, que sientes…
¿Me
quieres?... ¡Gáname!
¿Me tienes?... ¡Cuídame!
¿Me perdiste?... ¡Jódete!
¿Me tienes?... ¡Cuídame!
¿Me perdiste?... ¡Jódete!
Entonces te
caigo mal, y no me soportas, te parece absurdo que admire un papel bien
trabajado de una serie de narcotraficantes y no permita que se hable mal del
país… ¿Todo se debe a que tu mejor amiga me odia? Y que por fin comprobaste que lo más adecuado
para ti era estar sola… ¿Tus fracasos?... ¿ahora son los míos?... ¿Te equivocaste al elegirme?... ¿Comprobaste
que soy tan patético como querías que fuera?... ¿Sabes? amar a alguien implica
asumirlo con todo… ¿pero qué pasa si uno de los dos no se ha asumido a sí
mismo?... Todo esto es tan sólo un traspaso descarado de…
Prefiero
omitir rápido esta manera de pensar, pues me voy llenando de amargura… opto
seguir el impulso que me llevó hasta ti… verte atenta, tranquila e inteligente…
apreciar cada ayuda que me diste… cada precioso suspiro que me provocaste por tu
ternura… cada letra que te dibujé… cada risa, cada caricia… tus variados roles…
estoy consciente de porqué te amé tanto y de tantas formas… Y así surgen las
ganas de agradecerte, no sólo por lo vivido, sino y sobre todo, por dejarme ver
cuánto puedo amar a alguien.
Ahora no hay
recuerdos en estricto sentido, sólo queda mi voz en las noches heladas, tu
capacidad de dominar mis brazos sonámbulos cuando dormía a tu lado y alguna uña
de mi pie agradecida.
Te lo
confieso, estuve esperando por si volvías… pero sé que tu convicción es más fuerte que tu
amor; tus ganas de encontrar a alguien mejor es el más grande truco para poder
estar sola y contigo misma…
No sé de ti,
y de a poco te me vuelves parte de lo que fui… los puentes entre tú y yo, se
derrumban sin reparo a cada segundo… ya no hay mucho de qué hablar, ya no
vale sugerirte un uso adecuado de las palabras… ya no vale bailar para ti…
Respiro
entrecortado… y los recuerdos en silencio empiezan a marcharse, saben que los
visitaré… están tranquilos, se saben bien queridos, respetados y valorados.
Hay algunas
señales que informan sobre la ruta correcta para llegar a la tierra prometida
del olvido sano, -pero hoy, desde el lugar en donde estoy- aún son
confusas.
Algunos
pueden pensar que éste fue un viaje fallido, que esta experiencia (a tu lado y
sin ti) es un disimulo barato de despecho; otros tantos dicen que es una
catarsis… yo sin embargo, estoy pensando que el amor que se recuerda es una
energía presente… ahora no sé si soy un fantasma o tú lo eres… si esto es el
recuerdo de un recuerdo… o es que mi boca se niega a pronunciar tu nombre…
Respiro y
creo sentirme mejor… pero la somnolencia y el insomnio que se presentan
al mismo tiempo, me ubican en un lugar denso y blindado a tus encantos… sonrío…
respiro… y creo sentirme mejor…
4 comentarios:
Está fabuloso este escrito, gracias por tus letras, son un aliciente para sentir la belleza de lo que pasa por tu alma en una fusión de amargura, inteligencia y sensibilidad. No te vayas a poner fanfarrón con esto que te escribo... besos y letras.
Eso lo vi en face, lo que dice ella...
¿qué es lo del parentesis?
Este escrito me encantó, se nota todo el sentimiento. Felicidades.
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