- Interpreta este sueño:
Entré a un lugar y había una cosa rara…
no sé si era una lechona… o una fuente de chocolate…
no sé si era una lechona… o una fuente de chocolate…
- Espera, puedes decirme ¿en qué se parece
una fuente de chocolate y una lechona?
4:36:03 pm
La miró a los ojos, -por fin-, pese al miedo de descubrir que él no estaba en el mapa de su vida, a pesar de la advertencia de navegar sin rumbo en el enamoramiento sin retorno, no obstante de la intuición de que estaban en lugares distintos. Descubrió en ellos la belleza de la inteligencia, la fortaleza que se adquiere tras las duras experiencias, la furia de la incomprensión, la negación de sus problemas y un evidente rechazo a la autoridad.
Con cada pestaña él quería construir pequeñas historietas de amor, buena energía y locura compartida, pero se topó con algunas pestañas rebeldes, que tendían sólo a preocuparse por sí mismas y la bella silueta de los ojos que anunciaban los límites sospechosos de sus propios controles internos.
Todo pasó tan rápido… la hipnosis de aquellos ojos hicieron de él un triste adicto; su adicción era una evidencia de su claro trastorno de personalidad, por supuesto no la aceptaba y negaba cualquier esquema que lo conectara con su situación enfermiza.
Aquel color infinito que lo embargaba cuando la miraba lo hacía un inconsciente irritable, lo hacía perder su lugar y sólo en ocasiones encontraba resquicios de cordura que lo hacía perseverar en la empresa de amarla sin medida alguna.
De hecho, para salvarse a sí mismo, había inventado aquel esquema de día a día, de momento a momento y sólo así podría superar la angustia de un pasado perdido y un futuro inconcebible… pero el costo de ello, era que se había convertido en un niño caprichoso, que sólo era capaz de vivir el presente y por ende quería las cosas cuando las pedía… ya no sabía esperar.
Toda la locura, provocada por sus ojos, lo hacía un soñador torpe, que no planificaba con base en la realidad evidente, y se volvió inmaduro, ansioso e inseguro.
Ella y sus ojos pícaros, ya no lo miraban igual, la lástima empezó a presentarse en vez de la ternura y él omitía toda experiencia y no oía las referencias de otros, lo que resultó en un terrible coctel de frustraciones y de baja tolerancia Se anunciaba una crisis de baja autoestima sustentada en una carencia de introspección, por lo tanto, todo aquello que le sucedía era culpa de los demás, sobretodo de ella y su remordimiento fugaz.
Aquellos ojos bendecidos le causaban una especie de embotamiento afectivo y empezó a recorrer el camino de la autofobia, de la desconsideración, tanto así que se volvió experto en salpicar sus propias culpas a los demás… se autoengañaba y se lo creía y lo peor… se disgustaba cuando los demás no le creían sus mentiras.
De vez en cuando visitaba las cejas de aquellos ojos, ese marco elocuente de gestos y de emociones de ella, lo carcomía y redundaba directamente en la construcción de su inconformidad, de su avaricia… siempre quería más, y ella le decía que la menospreciaba, pero para esta altura de la historia el menosprecio se había quedado en el primer renglón.
Su adicción empeoró.
Él se empeñaba en modificar el mundo de acuerdo a sus intereses. Ella no soportaba que siempre quisiera tener la razón, él la miraba con desconsuelo y le intentaba contar que era justo ella su propia razón… entonces se sentía rechazado, perseguido, inferior e inadecuado.
4:36:04 pm
Un parpadeo bastó para entender el peligro, cerró los ojos y decidió mirarla con su alma, allí la vio tierna y rebosante de alegría, la entendió diferente y en distinto lugar.
- Búscame cuando quieras…
- Que estés bien...
- Que estés bien...
Le quería decir que estaba pensando en ella y que le causaba alexitimia y que estaba feliz y orgulloso de eso… que era el alexitímico más feliz de mundo… pero, ella, ya no estaba… y él realmente no sabía qué, cómo o cuando sentir…
- Amor, (dijo él, en tono divertido) estoy vendiendo el sofá, los asientos, el sillón,
las sillas, los taburetes, los bancos, los banquitos, los divanes, las mecedoras, las poltronas…
- Hmmm…Pregúntame cuánto me importa... (Dijo ella, en un tono gris)
- No. Pregúntame... cómo me siento... (Sin tono alguno)
1 comentario:
No sé porque, pero me siento identificada con el escrito….que mal........
Lo leí tres veces y solo un mar de confusiones encontré en esta caja de soledad.
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