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lunes, 11 de noviembre de 2024

LA OFENSA

He perdonado muchas cosas de ti hacia mí. Entre ellas, tus ausencias de piel, tus preguntas silenciadas en labios bajos, tus escaseces de gemidos…

La duda sin respuesta sobre tu posible válvula de inundación, las posturas indecentes con las que satisfaces a tus amantes, incluso esa relación extraña que mantienes con la puntualidad.

Hasta hoy, conservo un archivo detallado de las veces que he maltratado mi dignidad por permanecer a tu lado, por ser tu guardián y tu refugio.

He sido para ti piedra de afilar, altar, escupidera, espejo y hasta cuidador de gatos. Contigo he transitado lo incestuoso, lo perplejo, lo obsesivo; me has permitido desvelar las ganas de perderme en el puerto de tus piernas, saciar instintos en tu vientre e imaginar que imagino lo que deseo, aunque a ti no se te dé la gana.

Así, privado del acceso a tu cuello, con la prohibición de tus masajes, la burla de no ver juntos el mar ni amanecer hablando, me he quedado al margen. Sé que existes como una telaraña entre mis decepciones, como un canto con voz desconocida en el lamento de mis dedos.

Esto, sin embargo, no es un clamor de acceso. No es una súplica para recorrer tus curvas ni una petición para que me poseas. Esto es la radiografía de tu ofensa.

"Estoy esperando a que me escriba algo, porque yo me enamoro con cualquier bobada", dijiste una vez, refiriéndote a algún amante foráneo que bauticé 24 (porque solo se comunicaba contigo cada 24 horas). Pero, en un arrebato de autoconciencia, tal vez con el ego herido de escritor monotemático, quizá por la idea fantasmal de nuestro fugaz amantazgo o por la culpa de asumir que tú no me asumes, me sentí ofendido.

Ofendido por lo de la escritura. Ofendido por lo de ponerte atención. Pero, sobre todo, ofendido por lo de enamorarte con cualquier bobada. Y así entré en el laberinto de las preguntas crueles, ese camino que me lleva, inevitablemente, a verte: aburridamente real.

Pero me niego a dejarte, porque sigo siendo, muy a pesar, ese amante de segundo nivel: 

Cuerpo, sombra y laberinto

En el filo del silencio,  
donde las palabras se rompen  
como espejos mal sostenidos,  
te nombro sin llamarte.  

Que el tiempo es una trama de espejos rotos,  
escribió Borges,  
y yo me pierdo en su laberinto,  
sabiendo que cada paso hacia ti  
es un regreso a mi propio abismo.

Tu piel,  
ese mapa sin territorio,
se vuelve el recuerdo de un naufragio, 
como esas sombras que arrastra la luz
que susurra Pizarnik desde algún rincón oscuro.  

Y yo,  
que me jactaba de ser el faro,  
soy menos que un barquito encallado.

Pero, Neruda no ayuda: 
Quítame el pan, si quieres,  
quítame el aire,  
pero no me quites tu risa", 
porque tú,
en tu desdén metódico,
me has malgastado la risa
y me has plantado la idea cruel de tu ausencia.

Eres la telaraña
que atraviesa los rincones de mi carne,
la música que se niega al oído,
la sombra que se queda cuando ya no hay cuerpo.  

No te sé traducir de mis ganas a tus labios,
aunque intente con todas las palabras,
pese a mis obsenidades, delicadezas, 
indecencias o formalismos...
Eres lengua ajena. 

Y aun así,
me hundo en este poema
como quien desciende al mar sin escafandra,  
aferrado a los versos:
Te amo como se aman ciertas cosas oscuras,
secretamente, entre la sombra y el alma. 

Pero en tu sombra no hay alma,  
solo el eco vacío de un amante  
que escribía cada 24 horas.  

Yo, en cambio, te escribo con más frecuencia
-cada vez que respiro-.
Porque es la única forma
de no asfixiarme en la cárcel de tu voz no dicha,
de no quedar atrapado
en el laberinto de preguntas crueles 
que un poeta dejó abiertas,
para que tú y yo  
nos perdiéramos para siempre.

Estoy seguro de que leerás, te enfadarás con mi estilo barroco inconcluso, pensarás en mi exageración, en mi doble moral y mi triple deseo. Pero no te preguntaré si leiste.

Y si alguna vez sale este tema, entrecerrarás lo ojos, quitarás de tu cara tu sexy péndulo capilar y besándome me dirás...


miércoles, 21 de agosto de 2024

PARRAFADA

Quiero contarte que muchas de las cosas que escribiré, deberás leerlas varias veces, no solo por tus problemas visuales sino y sobre todo por tu cortedad existencial, es decir, como eres básico, simple y bastantico merluzo, quizá debas recurrir a la inteligencia artificial para que te explique lo que te quiero expresar con estas letras. Yo no soy un tipo con mucha testosterona, ya sabes, no huelo a perro mojado, ni tomo cerveza, debo aclararte que no soy velludo... pero mi voz... para que lo sepas, es notable, no como la tuya, que es un poco gangosa. Pero, por mi propia salud mental, no haré muchos parangones entre tú y yo, no obstante, me permitiré decir que mis manos son delicadas y artísticas, que posiblemente soy más perverso y que de lejos soy mejor persona. Entre tú y yo está ella. Nuestra princesa compartida -en tu caso con partida-,  ¿nuestra? preguntarás, sí querido, nuestra, porque no te imaginas lo que sé de ella, porque sé que no puedes pensar más allá de tus intereses y al ser mezquino, no puedes entender que alguien trascienda los propios linderos de tu cuerpo. Aquí te voy a dar tiempo para que vuelvas a leer… ¿Ya? Te decía que, con tu miedo de niño desconsolado, vas por el mundo imponiendo tu verdad, hecha de vanidades, tonterías, viajes a los viajes, mujeres que compran baratijas -como tú-  y cándidos que te consideran un buen amigo. Solo tienes dinero, pero lo que ella y yo hemos hecho, compartido o vivido, no se vende, no lo puedes comprar… Capisci? Yo, amiguis, también fui-soy un niño consentido, pero mi figura paterna sí es relevante, de mi padre aprendí la honestidad, la disciplina, la paciencia, la humildad… como podrás ver, son solo palabras que a duras penas conoces, mucho menos entiendes y estás tan distante de aplicarlas como yo de tu integridad. Pero, vamos de una vez al centro del problema: Intercambiaste fluidos con ella ¿crees que ese es el problema? ¿Las posiciones? ¿Las palabras groseritas? ¿Las gotitas mediocres de sudor? ¿Abrir su fuente? -Por si acaso, no me refiero al tipo de letra-... ¡No señor.! Se trata de que la tomaste cuando estaba vulnerable… porque ella sabe que le eres dañino, porque de verdad te amaba -he escrito esto en pasado imperfecto, a ver si captas la idea-. Alguna vez hablamos de tu poder sobre ella, en ese entonces, eras un mal recuerdo, un asunto a superar, después fuiste un problema, porque con tu intermitencia, ella no sabía bien cómo protegerse de tu virilidad, porque te mostrabas tan seguro, tan en control.. Pero, ahora que sé lo que has hecho, que la has engatusado una vez más con mentiras, que la has relamido su sabor, que la has manoseado, ella ha quedado rota. ¡Qué poder! Triste, ruin y solitario, sigues en tu ejercicio de masturbación con los demás… Falso, manipulador y fantoche, no eres capaz de asumir que te tiras un pedo así estés solo. Pero de esos pedazos, de los que dejaste de ella, surgió algo: la esencia de la dignidad. Lo poco que valías se rompió en esos mismos pedazos y yo aquí, acomodando su cabello, tocando su glúteo derecho con la excusa de acomodar su jean, haciéndole limpieza facial por su acné menstrual, oliéndola… y tú allá, en el lugar que tiene un nombre propio: Asco. Como no lo notas te lo diré, las acciones que yo realizo en el párrafo anterior están expresadas en gerundio… “las estoy realizando” y tú, solo tienes la imagen de lo que rompiste cuando realmente tú eres es que está despedazado. ¿Recuerdas que te dije que alguna vez hablamos de tu poder sobre ella?, ¿qué era eso? ¿cuál era el lazo? y en una de nuestras charlas indecentes, mientras le hacía un masaje soltó la idea de que lo único que quedaba entre ella y tú era lástima. Te daré tiempo para que manifiestes tu indignación y creas que mi madre tiene algo que ver en esto o que te estoy humillando… no mi querido… no soy yo… todo se resume en que eres solo el pésimo reflejo de una piltrafa que llevaba tu nombre y apellido. Pero, no te preocupes, todos tenemos actitudes jartas y así también tenemos otras contrarias, la buena noticia es que cuando nos aman, se nos dice que podemos cambiar y, cuando amamos nos esforzamos por cambiar. Obvio no aplica en tu caso, porque no puedes dar de lo que no tienes. Tanto amor por ti mismo te lleva a pensar que los demás deben orbitarte. Y aún así, te atreves a exigir a solicitar que se te olvide. ¿¡En serio!?, a esta altura dudo de tus habilidades generales. Ya para acabar, te quiero preguntar algo: ¿cómo es el purgatorio?

martes, 26 de marzo de 2024

"¿ESTÁS BIEN? ES QUE ME HAS DICHO MUCHAS VECES QUE ME QUIERES…"

Quererte parece una tarea fácil, dado que eres hermosa, inteligente, provocativa y hueles a 'sustancias de origen vegetal muy apreciadas en la cocina por su gran capacidad de aromatizar, dar color o resaltar el sabor de los ingredientes', es decir, a especias.

Este verbo, ‘querer', proviene del latín “quaerere”, que significa originalmente 'desear, tener, buscar'; como es obvio, tiene una connotación posesiva. En específico, contigo el proceso de quererte es de ingeniería inversa: me he dado cuenta de que ya te quería y ahora me encuentro en la tarea de explicar por qué.

Tienes un saco tejido en hilo que te queda un poco corto y deja al aire la parte baja de tu espalda. Esto permite que se asome, como un espía cómico, el encaje de tu ropa interior por el borde de la pretina de uno de tus seis pantalones informales. Para protegerte del apetito de mi capricho y de las miradas lascivas de otros, te ajusto el saco, te cubro del frío, del viento o de las tormentas de la soledad de tu piel.

Estoy seguro de que este texto va a estar en desorden; es decir, no presentaré una rigurosa sistematización de tus canas o de peinado rápido y facilista; tampoco hablaré de tu cuello tenso que se eriza cuando lo toco, ni de tu espalda inconclusa sin el recorrido de mis labios; no esperes encontrar aquí elogios a tus muslos, los cuales prefiero ver separados, ni alguna mención a tus increíbles tobillos gordos. Nada de la textura de tu piel, la tibieza de tu aliento, la sensibilidad de tus orejas o tus palabras vulgares. Ni siquiera, una idea suelta de tu insaciabilidad.

Nada ordenado, nada planeado, porque mi manera de quererte se ha dado como una forma caótica, con una peligrosa aclaración: quiero quererte con dependencia.

Esto es, quiero hospedarme en ti, más allá de tu cóncavo y mi convexo, quiero verte despertar para que el cielo de la noche no se vuelva claro… porque he imaginado que puedo secar las inundaciones de tu apartamento alargado y he pensado que es por tu condición 'squirt' que se causan dichas inundaciones. (Nótese que dije 'secar,' aunque no se omite el concepto de 'provocar' o para matizar el asunto dire: 'gestionar', es decir, gestionar tus problemas de inundaciones).

Es verdad, puedo incendiar tu lugar, como si fuera una vela que quiere reclamar el calor de tu vientre, recorrer el sendero de tu vértice o simplemente quemar un ridículo libro que sé que puedo escribir mejor.

¿Lo entiendes? Estamos - o estoy- en un nivel diferente: ahora no sólo te quiero, sino que te necesito. Para aclararlo mejor: me urges.

Ante la posibilidad de tu ausencia, me invadió aquella ansiedad que pensé que había dejado atrás e inicié la peregrinación pésima por el camino de la preocupación por un futuro inmediato sin ti, aunque sólo se tratara de algunas horas, quizá unos días, tal vez una semana. El simple pensamiento de no tenerte cerca me causa miedo, como un golpe inesperado que me agobia. Sin embargo, bien sabes que soy experto en no demostrar nada y entonces sólo te digo que te quiero, en varios tonos, de diferentes maneras... Así es... vida, como si fueras un salvavidas… me salvas de ti misma porque la esperanza de verte me mantiene con el propósito de acariciarte de nuevo.

Puedo divagar, pero no delirar, sé que te estoy hablando de mi proceso de quererte, y mi confesión terrible de necesitarte… quizá sepas de las plantas holoparásitas, son las que dependen completamente del hospedero y no poseen clorofila, y que las hemiparásitas, que son las que dependen parcialmente del hospedero y poseen clorofila para fotosintetizar, lo que les permite vivir separadas de su hospedero… quizá sepas que con esto hago la más temible entrega: mi necesidad de ti.

¿Protección? ¿Que me protejas? ¿Estar en la calidez de tu vientre? ¿Ser tu lactante? ¿Ser el cartógrafo de tus lunares? ¿Ser el certificador de los olores de tus recovecos? ¿Ser el navegante de tus oleajes? ¿Ser el pirata de tus indecencias? ¿Quererte?

¿Para qué te quiero? Quizá para una fricción de la piel que termine en silencio, quizá para besarte a las once de la mañana y en la tarde ver cómo comes con ganas; te quiero para hablar de una tragicomedia donde la madre celosa enloquece, para apurarte y evitar que llegues tarde… para levantarte y bañarte, para rascarte la cabeza antes de dormir… para recorrerte en silencio usurpando mis propios lugares en tu cuerpo.

“¿Estás bien?” me preguntas, y siento angustia al percibir que realmente pienses en mí. Y se me van llenando los argumentos de emociones, y me acusan la culpa y el deseo, y se me cae el castillo de esto, hecho ruinas por el miedo de asumirte.

“No eres mi amante” me dices con una sensatez lapidaria, y yo, desnudo, temblando por quererte; con mis ojos iguales a tu talento acuoso. Entonces, viene un pero contundente, una aclaración magnífica, un cambio de sentido.

Pero, sientes algo… te sientes como un verbo, con la innovación de que es aplicado a ti misma, es decir, te sientes: deseada, buscada, necesitada. 

Un asunto más: te aparece una duda a propósito de la gramática de tu piel: es una pregunta por el participio del verbo poseer. Te respondo: es poseído, que en tu caso es poseída. (Aunque, aquí entre nos, me gusta más el concepto de posesa.)

PD: Te quiero.