AQUI PUEDES SEGUIR ESTE BLOG

lunes, 15 de septiembre de 2025

DE TU APAPACHABILIDAD

Esto me resulta agotador: volver a tu imagen, invocar tu olor, hostigar las ideas para descifrar si son solo proyecciones febriles de mi pelvis en batalla con la tuya, o rasguños juguetones de un minino libidinoso. Y paso, entonces, a la fatigosa tarea de clasificar, desechar, valorar las ocurrencias que pudieran aspirar a ser publicables.

Nada.

Todo desemboca en ese asunto tan mundano como sublime: saborearte. Con cierta aflicción debo admitir que lo más próximo a un contacto verdadero fue aquel masaje en tus pies, o aquella invitación —torpe y otoñal— de adulto mayor a un SPA, convertida pronto en el blanco de tus chistes crueles.

Así, regreso a mi sitio: el del mirón secreto, más entregado a tu intimidad que a la vulgaridad, aunque mis palabras nunca logren franquear el peaje de tu sonrisa y mis ansias se diluyan en el vaivén de tus cejas movedizas.

Y sin embargo, te apareces de pronto como un objeto mullido, un peluche adorable que suplica ser abrazado, con instrucciones precisas de “presione aquí”. Pero en un giro brusco de guion, tu voz desliza el léxico del sadomasoquismo, y explicas con sofisticada convicción que el dominado se transforma, al fin, en dominador.

Mientras observo tus labios moverse y escucho tus palabras obscenas, mi mirada recorre tu cuello, el cabello recogido, los huequitos de tus pómulos… Y despierto con el eco de tus movimientos y con los archivos escondidos del olor exacto de todos tus pliegues.

Lo sé (para Valeria)



Lo que me queda es tu ausencia,
mis días son la medida de los que me faltan para verte,
porque tu sonrisa es mi horizonte de esperanza,
y mis ideas diarias se renuevan con tu ternura.

    Me queda pensar desde mis pedazos 
    y saber que eres aquella princesa de mil colores
    para fundar con optimismo insolente el dolor de tu ida.

            No puedo hablar sin el quiebre del llanto,
            te desvaneces en imagenes altisonantes
            que me llevan a clamar por algún tipo de justicia.

                Te veré... y solo me queda la mundana idea
                de que estás en la vera de mis tardes.

jueves, 22 de mayo de 2025

2,644 DÍAS


Hoy le leí a mi hijo un texto que le escribí antes de que naciera. Hoy mi padre está en el hospital por una crisis en su sistema digestivo. Hoy bastantes personas hablan de "La casa de los famosos" con tanto entusiasmo que me provocan asco y prefiero una salida airosa diciendo que es mejor hablar de la calle del los anóminos. Hoy las noticias falsas abundan y quienes creen en ellas son devotos radicales de la idiotez. 

Hoy recuerdo aquellos momentos en los que estuve hospitalizado y veía a mi esposa dormir incómoda pero acompañándome en las noches con la certeza de que quería estar allí.

Por primera vez me permito sentir lo que siento, porque en la clase de esta mañana hablé de la valoración del tiempo, porque me importa más que algunos se vayan conmovidos por el arte más que inflados con epistemes ingratas. 

 Hoy, espero menos las respuestas y admiro más las preguntas. 

Hoy, mientras realizo una absurda tarea repetitiva -que no sé cómo pedirsela a una IA-, siento el silencio, el bullicio... me entiendo como hijo al ver la fragilidad de mi padre, porque aparece en imágenes sosteniéndome en mi feliz niñez y mostrándome su pueblo natal.

Hoy que mi hijo me hace preguntas sobre lo que le escribí, hago un mueca de llanto, de dignidad, de orgullo. Hoy que mi hija estudia lo mismo que su madre, pienso que quiero verla cómo se desplegará en su más grande existencia. 

Ahora, que mi madre duerme sola, que los médicos postergan unos exámenes, que tengo tareas por entregar, compromisos por cumplir, deudas por pagar, amigos que visitar... que tengo esperanzas de un futuro prometedor, ahora, que mi hijo duerme a mi lado y escucho sus ronquidos de lobezno, ahora, adquieren más sentido las canciones de antes, las poesías, las tertulias...

Con deseos transmutados me hallo divagando en las letras, para perderme en el sentido de los días que han transcurrido desde cuando escuché en la primera ecografía el corazón de quien hoy me dice papá.