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jueves, 14 de agosto de 2008

Artes Marciales

Ella es la personificación de una pregunta capciosa, con respuestas predefinidas y decisiones tomadas. Dueña de una sutil forma de dominar, con un discurso energético propio de fin de milenio, lleno de influencias angelicales y de esas cosas que uno no entiende pero lo hacen sentir bien, es decir siempre hablando con esa visión de que todo puede mejorar, emanando una permanente posibilidad de ilusión, así, cada vez que habla me mete en su universo de colores vivos, de diseños limpios y con sus miradas verdes, cabellos amarillos, labios rojos y braquets azules, me solicita atención a sus pataleticas tiernas, hechas a tiempo justo y sincronizadas con su edad que roza veinte y dos noviembres.

Es observadora y tranquila, manipuladora y trascendente, lo peor es que parece disfrutar de la soledad, aspecto que la pone en clara ventaja ante mi dependencia emocional, su naturaleza venenosa la hace fría, distante, con ese sosiego de tener el poder sobre mi, mi mundo y mis creencias. Usa la sucia estrategia de manejar bajo perfil, aparece como un apéndice de lo cotidiano para llegar a ser el único fundamento de mi existencia.

Es capaz de enfrentarse a un gamín que la amenaza con un vidrio, soportar los arañazos de una gata malcriada, manejar las intensidades sexuales de sus admiradores y lo más importante puede detener mi ritmo brutal, me pausa, me tranquiliza, me relaja. Como un alucinante me produce grandes saltos de euforia y me devuelve a lugares de soledad, es notoria mi adicción a su ella, a su propuesta de relación, a su todo a su… su en general y a su su en particular.
Sin más pretensiones que cuidarme, consentirme o hacérmelo creer, entra anunciando como vendedora de seguros, que el futuro no existe y que solo con ella es incuestionable, que gracias a sus módicas cuotas de caricias y el costo bajo de su póliza sensual, es sin duda la mejor elección y lo peor, la única.

Me dice que soy el recuerdo de su recuerdo, que le gusto, parece mostrarme respeto, me habla suavecito, como susurrando bendiciones, me coge del pelo como cuando se alza un cachorro, en un claro simbolismo de dominio animal y yo, la lamo y me da esa angustia de que se vaya, y yo la huelo, a la empieo a extrañar sin que se haya ido, y yo que no debo mirarla a los ojos por evitar una embaucada perpetua a sus designios.

Tiene afirmaciones de hechicera, caminado de lince, agudeza mental, rapidez de palabra… lector, cómprela, estoy escribiendo esto para justificar que la adoro, quisiera encadenar sensaciones y contarlas con pirotecnia, quisiera asombrar a quien lee, para enredarlo así como ella me tiene…

Me provoca la ambivalencia de vivir todo y no arriesgar nada, el resplandor de su llegada y la lluvia en su ida, las ganas de apretarla para protegerla, para estrujarla, me preocupa, su vida, su muerte, su reencarnación, si nos encontarremos o nos hemos encontrado… me atormenta es verdad, pero me hace solazar en su olor, en su esencia de fruticas a cuadritos.

Me produce fijaciones extrañas, como la de gelatina roja, su textura… para qué escribo esto… me encuentro intentando decir que la deseo, que le temo a ella y a su ausentismo prolongado… que envidio no poderla divertir, excitar…

No sé que puedo hacer por ella, desde bailar hasta dietas de reina… ella tiene apendicitis: YO.

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