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viernes, 27 de noviembre de 2009

MIS MIGRACIONES HASTA TU PIEL

Los sonidos de bossa-nova se trepaban por las paredes austeras de cuadros e ilustraciones supuestamente estéticas. La discusión de aquella noche había rondado temas sobre la globalización y cómo mi teléfono móvil había sido fabricado bajo condiciones infrahumanas, también alguno de los contertulios había mascado algunas frases de Rousseau. Por fin se habían ido, unos en taxi, otros en sus carros y al quedarme solo, pensé en aquella vez que imaginariamente decidí besarte pero prácticamente fue un cordial hasta pronto.

Recordé tu cara blanquecina y tus inexplicables mechones negros en tu pelo rubio, aquel luto obligado de tu esencia y por supuesto tus reflexiones sobre los impulsos. Sonreí al revivir tus ojos pardos con una esencia de felino trasgresor. Era el momento de recoger el desorden, vaciar los ceniceros o ubicar los muebles desacomodados y aquel pequeño escenario silente de tertulia fue violado por un ruido lejano de un automóvil veloz.

Ordenar, esa era la intención y mientras retumbaban las discusiones pasadas, tu voz acompañada de tu risita subversiva se clavaba en mi presente continuo. Busqué algún cigarrillo solitario que quisiera ser fumado y alguna sobra de licor para terminar en un soliloquio la frustración de tenerte a medias pero un bostezo me indicó la hora de la madrugada en la que el cuerpo reclama dormir.

No sé explicar porqué rechazaste mis plegarias de abrazos; sé que entre tú y yo habían transcurrido sólo un par de veces, un par de cervezas, notas sorpresivas, chocolates subidores de azúcar y hasta una visita a un performance satírico-erótico, lo que nunca supe fue si jugaste a conquistarme y cuando lo hiciste, diste por terminado el macabro plan.

Quizá caminamos y mentiste sobre quien te acompañaba, debí decirte que me resultó sexy, ser alguna de tus amigas, en fin, en la reunión esa con mis amigos y amigas, se habló de cine y tú que llevabas películas para ver con tu madre, (y que siempre se dormía) y tú que me cautivaste con alevosía Hollywoodesca y yo, que caí en tu red hecha de excusas y críticas burlonas.

Se acabó el rezago de licor y el cigarrillo también, en la copa veo la huella de unos labios y recuerdo que los tuyos tenían cierto magnetismo repulsivo, no quiero pensar que almorzamos en algún lugar infestado de humo o que comimos postres mientras hablabas con ese que me quitaba el tiempo contigo.

Arreglo un poco el mantel de la mesa principal, cierro las ventanas, voy a la cocina por un poco de agua y otra vez me acribilla tu imagen, en la que sacas de tu bolsito alternativo una botella de agua y que tomas con ganas groseras como calmando tu sed interna. Bebo y en cada sorbo bajas y te acomodas, siempre jugando a ser, como esa polilla que revolotea en la luz de la sala.

Apago las luces y antes de dormir, mientras me desvisto imagino tu desnudez ilimitada pero limitante, tus sabores, tus terrenos de piel poblados por golondrinas que hoy migran y dejan sin inquilino su área en general y sus centímetros en particular.

Me acomodo, muevo la almohada y respiro como esperando disimular mi naufragio, quizá, nos veamos ese día, en aquella esquina, sin la compañía de amigos y con la presencia de enemigos, quizá tu figura sombría alumbre de nuevo, ese carnaval de razones que tuve para morder tus anzuelos lúdicos y evidentemente malévolos.

Froto mis pies entre sí y siento que caminas a mi lado... sólo eso, caminas a mi lado y yo con estas sospechosas pretensiones de cargarte.

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