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miércoles, 30 de marzo de 2011

INSULTOS

Se veía venir… era un asunto de tiempo… toda esa contención terminaría en unas palabras: “Eres… un imbécil, cobarde… eres un virus”. Sus ojos azules, se tornaban verdosos, sus manos se agitaban amenazadoras, y de no ser por su formación, su moral y su nueva religión, me hubiese golpeado. Las premisas de este encuentro se habían escrito tiempo atrás, vivíamos en un limbo... un espacio parecido a un purgatorio sentimental. Pese a que éramos compatibles en muchos aspectos, nuestra naturaleza era radicalmente opuesta. Ella era frentera, decía lo que pensaba y tenía una capacidad de reacción inigualable, yo como tortuga ninfómana, forzaba mi entorno para intentar entender los orígenes de mis angustias.

Nuestros puntos de encuentro en el arte y las meloserías, se distanciaban en la practicidad. Yo con el tema de lo simbólico y ella con lo funcional, ella con sus idiomas de encanto y yo con mis lenguajes esotéricos, ella con sus nuevas prácticas de idolatría y yo adorándola a ella. Sin embargo y pese a todo nos gustábamos, quizá por la complicación de nuestros signos zodiacales, quizá porque nos habíamos apoyado sin pretensiones, quizá por la fatiga de andar solitarios... Le conocí un par de amores, todos tipos extrañísimos, que a mi manera de ver no iban con su estilo de pequeña burguesa sexy.

Ella había sabido escamparse de mis constantes desplantes, que según su último reclamo, iban desde ceder una silla a otra fémina, hasta pasarle por delante a una de "esas niñitas" con las que yo andaba. Nuestra relación tenía un serio problema anárquico, pues no conocía de jerarquías y además, esa relación presentaba un serio cuadro patológico, algo así como un carnicero irrespetuoso e ilustrado, que mira por encima del hombro a todos aquellos que no han leido a Nietszche.

Pero no voy a hablar de ex-carniceros opulentos pero solitarios, ni de administradores en formación con los bolsillos llenados a medias por sus padres, tampoco quiero hablar de relaciones tortuosas basadas en el ego o en la trasgresión,  ni de besos lastimeros de hipocondriacas fanáticas, laureadas sólo por sí mismas... No, quiero hablar de la belleza de su furia... lo interesante de sus argumentos agresivos, y hasta lo sensual que me resultó ese cúmulo de insultos podridos, que sólo hasta ese día escupió.

"¿Qué quieres?" me dijo, ¿Sexo?, insistió con su mirada ya para estas alturas rojiza, (nótese el cambio en el color de sus ojos), "Defíneme"... yo, agachado, miraba sus zapatos carísimos, y pensaba en la respuesta sobre el encuentro genital, no había terminado de pensar y vino el segundo requerimiento... me insistía que la definiera, y yo empecé a clasificar las palabras, (todo esto mientras ella seguía hablando): Mamífera, bípeda, Humana, Virgo, Artista, Semi-loca, Brillante, Inocente, Tierna, Solitaria... e iba saltando de adjetivo en adjetivo, intentando encerrarla. Volví, cuando me miró ya con ojos turquesa, "Y qué me dices entonces"... Yo, un evasivo natural, un esquivador profesional, le dije: "Pues, cualquier cosa que te diga va a estar mal" (ahora que lo pienso, esa fue la reina de las cosas que pudieron estar mal). Soltó el aire como si estuviera en una terapia de esas energéticas, se tocó el tabique y cerró los ojos. Yo encontré un burladero en esa corrida de agresiones, que estaba cerquita de sus zapatos, y me dirigí para allá, con el ánimo de resguardarme del segundo tercio de lo que estaba seguro, habría de venir.

Silencio.

Más Silencio.

Yo esperaba algún golpe, una mención sobre los oficios alegres de mi madre, aunque fuera una especulación sobre la manera cómo ella me había parido... pero nada. Me encontré de nuevo con el color profundo y original de sus ojos, que de manera inexplicable, me miraban con ternura, como si su dueña, supiera de mi afecto incondicional.

¿Qué somos? me dijo más tranquila. Y yo iba a responder, pero ella habló "Amigos" "Amantes" "Compañeros"... yo le dije:

No quiero nombrarte porque existes en otros mundos... no se trata de esconderte, ni de un encuentro en el que el sudor salpique... esta manera de vivirnos nos atrapa con sencillez, tan simple como el segundo que pasa, que queda en la memoria pero que nadie puede certificar que estuvo allí...

Somos efímeros, somos pasajeros sin rumbo, pero con una llegada clara... lo que para otros es una farsa, en nuestra comprensión... se llama... Honestidad.

No me miró más...

Silencio...

Más Silencio.

 

1 comentario:

Anónimo dijo...

cuando una relación se nombra, se clasifica, pierde magia, por eso es mejor el simple hecho de seguir sin saber ... ¿Qué somos?