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miércoles, 7 de septiembre de 2011

LO QUE ME ENSEÑASTE (DE REGÍMENES DE AMNESIA)

Como buena maestra, los aspectos que enseñas, quizá no se vean ni se apliquen de manera inmediata, así las cosas, he aprendido junto a ti, que el amor no es una causa sino un motivo, eso va  en contra de todo el discurso del amor como motor inicial, pero, permíteme explicar la idea: Así como la frustración es un asunto que surge de la imposibilidad, no debe ubicarse únicamente en los resultados, verbigracia, una empresa en la que se ha puesto intereses, recursos y esperanzas, no da resultados, debe verse como eso, una empresa que no dio resultados, pero si ponemos esto en el plano existencial, el esfuerzo, las ganas, lo vivido, sin duda son una ganancia. El amor entonces, podría ubicarse en el mismo lugar, pese a todo, uno no puede incidir en las decisiones reales de las personas con respecto al amor, te lo dije, las chicas no elijen a los sensibles, la animalidad, los instintos, son asuntos que pesan… más de lo que te imaginas; allí, en ese terreno, la lógica, las ideas, las esperanzas, las ilusiones, son sólo un chiste inocuo, de tal forma, surge la esencia tribal - y desde una óptica resentida trivial -, que amenaza cualquier proyecto, cabe decir que también lo ameniza.

En fin, hablaba de lo que me has enseñado, y quiero referirme a la importancia de la maternalidad, esa parte de tu personalidad, que pretende proteger, y que en definitiva es el más fiel contra discurso de tu soledad infantil, y vives y amas para evitar que “eso” no le pase a los demás. Aquí hay una nota al pie un poco dolorosa: Aprendiste a amar desde la carencia. Eso explica la rareza de tu relación oficial, en otras palabras, como es que no solicitas presencialidad y desde esa perspectiva puede ser una manera virtual de asumir lo que sientes, haces sentir o crees que sientes. En esa vía, estaba el ejemplo del padre de fin de semana, cuando ve a su hijo, este está relajado y dispuesto a divertirse, a estar en un solaz permanente, pero la vida de día a día, como te lo dije de poro a poro, es radicalmente diferente. Te envidio ¿sabes?, puedes amar desde la no presencialidad, desde la distancia, desde el extrañar a alguien. Déjame especular, la idea es extrañarse mucho, desearse mucho, provocarse mucho, comerse literalmente y aliteralmente, simbólica y prácticamente, sentir que no tienes, que no eres… para que en cada encuentro se entregue todo, entonces no importa la muerte, el tiempo o el espacio… son uno solo, en perfecta entrega, en una bendita comunión, en un único instante en el que se apuesta todo y sin medida… como un orgasmo existencial, que siempre es anhelado… Ahora todo es más claro, doloroso, pero claro.  

Entonces aprendí el tema de la dosis, la posología de un sentimiento agresivo y pretensioso, un deseo, que se muestra desde sus objetivos como un universo, pero que en su ruta metodológica prefiere la vanidad cruel del instante. Es evidente su contradicción, universalmente pretendido e instantáneamente agotado. El aprendizaje entonces es que no siempre las categorías sirven, no siempre el corazón se mueve en concordancia con lo normal. Lastimosamente caí nuevamente en los discursos incólumes del destino, ahí encuentras una pista sobre mi límite de explicar lo que sientes por mí, dices sentir o me expresas con tus estrategias desamparadas de verdad, o al menos la pretensión de validez que yo tengo.

Un par de lecciones más tuvieron que ver con la posición y otra con los privilegios. En una noche donde el frío golpeaba, discutíamos sobre algunas posibilidades didácticas de un trabajo que hacías, recuerdo que yo fumaba en una actitud tan autodestructiva como compulsiva, y en una rendija de esa conversación surgió el subtema de nosotros, “No quiero que te vayas” dijiste, mientras me abrazabas, entonces vino un meta-frío, es decir una baja de temperatura interna no física, y mientras afuera el viento soplaba impío adentro la serenidad helada inmovilizaba los sentidos, y yo con la terca, estúpida e inconsciente esperanza, de que no me hablaras de manera literal, y que fuera una propuesta más allá de la retórica, pero me hiciste volver con aquello de “esta noche”… Por eso estaba de viaje, por eso estaba ausente, escuchándote con cuidado, pero sin darte toda mi atención.

Tantas cosas aprendí… por nombrarte algunas diré las diferencias entre ser y estar, la importancia de los privilegios, el impacto, momentáneo, de la inteligencia… y sobre tu cuerpo, sé que no podré decir todo: la geografía, la geología, la espeleología, fui navegante, piloto, excavador, me quise convertir en conquistador, colonizador, evangelizador, fui traidor y ostenté poder, cayó mi imperio y estuve en bandas de resistencia, vi llover, sentí calor, descubrí fuentes, lugares infectos, fuiste teclado, letra, palabra, frase, idea, en tu cuerpo viví mil vidas y morí mil muertes, mordí, lamí, callé, canté y reí.

Estas u otras palabras, no alcanzan a registrar esto que me pasa, esta gratitud, esta cercanía a la perfección, esta alegría de estar a punto de vivir. Descubrí, y con esto termino, que la perfección trae consigo el caos, la contradicción y hay que decir que la desesperanza. Quizá, no era nuestro   – ¡Que irrespetuoso soy! – digo, mi momento, quizá escuchemos – ¡qué pretensioso! – yo escuche  sonidos artificiales, provenientes de angustias adulteradas.

¿Reclamos por el curso? ¿Evaluación? No. No lo haré, pues tu más grande lección fue el silencio, créeme, lo aprendí bien.


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