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domingo, 24 de febrero de 2013

UNA ESPECIE DE OBITUARIO PROPIO


Sabía interpretar sueños, pero casi nunca ponía atención a los suyos. Aquella noche, estaba en el límite de una danza con la soledad, aunque no pudo dormir bien, -de hecho hacía unos meses no lo hacía- al despertarse, recordó fragmentos de lo que había soñado: Estaba en una playa y había cabezas de pescado, también una piscina y un puente… Había un encuentro, él había conocido a alguien, nunca le vio el rostro, pero era una mujer. Recordaba frases del diálogo: “Hola, me llamo…” y pronunció un nombre que no entendía, le dijo aquella mujer; tenía un velo que le cubría el rostro, como el de esas damas antiguas. “Hola, –dijo él– desde que te vi, no sé cómo me llamo” y ella estiró los labios, en un gesto de incredulidad.

En otro escenario, él estaba mirando una ventana que se distinguía de otras, quizá por una extraña cortina de cuadros o porque ella –quizá la misma mujer del diálogo anterior u otra– estaba asomada, él estaba sentado abajo y al frente, quizá unos cuatro o cinco pisos debajo de aquella mujer… él se despedía, pero ella no lo miraba y él sentía que sí; entonces, empezó a escribir con los dedos sobre su propia pierna, con la esperanza de que ella, la que no le prestaba atención, entendiera aquel mensaje cutáneo: “Sólo voy despacio para disfrutarte… Haber estado contigo es la diferencia entre tener una aventura y compartir la vida… todos tenemos a alguien en la vida, que nos anuncia que la juventud se está alejando…” y escribía tanto sobre su pierna empezó a sangrar… 

Ahora estaba en un hospital, estaba acompañando a alguien, era un amigo de una amiga, que estaba ebrio y se había aruñado el estómago al meterse en un matorral, su amiga había acudido a ayudar a su amigo y él estaba pendiente de su amiga… un médico decía: “tiene anemia, ha perdido mucha sangre, quizá una menstruación muy larga”, pero –dijo él–, ¿acaso no es un hombre? Su amiga, que era a quien él acompañaba le dijo: “Ya… siempre pensando tanto y buscándole explicación a todo”.

Otro cambio de escenario y soñó que leía el titular de una noticia: “El próximo 29 de septiembre un guerrero se enfrentará con el diablo” No podía creerlo, estaba en un centro recreativo que tenía unas piscinas enormes en las que había un delfín muerto. Era como uno de esos centros de acuáticos de Miami, pero tenía una pista de baile cual discoteca de Melgar… “Yo te lo dije no me iba a enamorar”, repetía un estribillo y de nuevo aquella presencia femenina, bailaba para él, lo miraba a través de un espejo, él se fue para un cuarto, pero no entendía cómo, en un sitio tan elegante, había ese tipo de habitaciones, ella, la bailarina erótica, caminaba detrás. Entraron, ella siguió con su danza felina y empezó a dibujar gatos, tal cual como lo haría un niño, primero una bolita, después una más grande debajo, después dos triángulos que representaban las orejas, una cola en la parte inferior de la bolita más grande, dos puntos como ojos… y él le decía que le faltaba el bigote… ella respondía indignada “¿Lo has intentando?... ¿te has parado frente a la gente para que vengan a criticarte?”, él le decía: “Disculpa, sólo quería…” “Sí, claro, cuando eras joven lo hacías… –decía, y empezaba a hablar en un tono infantil que evidenciaba las ganas de humillarlo­– haces todo taaaaan bien… ¿No te cansas de hablar tan bien de ti?” Miró su teléfono móvil para ver la hora: “3:10” y advirtió que tenía un mensaje de texto, abrió su buzón, mensajes nuevos: “¿Vas a hablar con ella?” y cuando levantó la cabeza estaba en un restaurante elegante, cenando solo. 

Todo estaba muy bien dispuesto, velas, el sitio, los meseros, la comida y de repente vio que en las elegantes servilletas de tela, había letras bordadas:"Eres la única persona con la que quien puedo ser yo, aunque no tenga idea de quién soy… he cambiado, me has hecho querer ser mejor", y siguió buscando mensajes en aquella servilleta, después en el mantel, después en los uniformes de los meseros y entró a la cocina del restaurante en busca de más mensajes… vio al Chef y sospechó que en ese gorro estaría lo que estaba buscando, se dirigió hacia él para quitarle el gorro y encontrar, un mensaje, un escrito… algo.

En ese momento se encontró en un salón de clase, y un profesor explicaba: “Las prendas de vestir son la identificación de los roles sociales, por lo tanto tienen una función de recordación del rol y por ende debe estar conectada con su actividad, bien sea como refuerzo, o negación, por ejemplo un guerrero, puede portar la piel de su presa, o un chamán las plumas de animales, en ambos casos el atuendo, es de orden simbólico y referencia o recuerda la actividad de quien lo porta. En el caso, que veremos hoy, el del sombrero del Chef, o gorro de cocinero no hay diferencia alguna con lo que hemos expuesto, aquí vemos como se aplican los conceptos de identidad, identificación y en consecuencia, diferenciación de roles. Esta torre blanca, alta y hueca, es una representación de la corona, cuya altura posiciona la diferencia entre el Chef, los cocineros de menor categoría y los ayudantes, en general, su función simbólica ya está expresada, pero veamos elementos de su función práctica. La forma cilíndrica y alta propende por mantener fresca y acondicionada la cabeza, en el entendido de la exposición de las altas temperaturas de la cocina. Se usaba, antes, colocar una bolsa con agua fría al interior del sombrero para mantener, la cabeza a una buena temperatura. En la función práctica, claramente está diseñado para facilitar la ventilación de la cabeza, evitar que caiga sudor en la frente y evitar que el cabello caiga en los alimentos. Llamado La Toque Blanche, cuya historia la podemos rastrear en la antigüedad, por ejemplo en Asiria, en las casas reales, el jefe cocinero usaba un gorro que asemejaba la corona de su amo real, distinción que ya hemos expuesto, pero también símbolo de lealtad, de los sirvientes valiosos y cercanos al amo, otra versión dice que a finales del siglo VI, durante la caída del imperio Bizantino, se tomó como modelo, el gorro usado por los sacerdotes ortodoxos griegos, algunos artistas, buscaron refugio en los monasterios huyendo de la invasión de los bárbaros. Muchos de estos artistas eran cocineros y se volvieron chefs durante su estadía en dichos monasterios y en lugar del color negro, tradicional de los sacerdotes, como negación escogieron el color blanco, vemos aquí lo que hemos expuesto antes, en tanto afirmación o negación de los roles, avancemos, uno de los más importantes personajes en la cocina moderna es Marie-Antoine Carême (1783-1833), el gran cocinero de la corte europea, quien fue uno de los primeros en pensar sobre la creatividad culinaria y en las condiciones de ese oficio, a él se le atribuye el rediseño de los uniformes hasta entonces empleados en cocina. A él se debe la implantación del uniforme blanco, lo que hoy son pantalón y filipina doble. Un dato curioso, la Toque Blanche, debe tener cien pliegues, que son las cien formas como quien lo porta debe saber preparar un huevo.”.

Despertó de aquella clase y ya no había, profesor, cocina, ni Chef, estaba solo. Quiso interpretar su sueño, pero le dolía la cabeza y el pecho, pensó que todavía estaba soñando y para comprobarlo se levantó de su cama, buscó los cigarrillos y sólo quedaba uno, al encenderlo notó que el humo blanco dibujaba figuras extrañas… letras, anuncios, mensajes: “Ese compromiso que teníamos no tenía ningún sentido para ti… no vine a decirte que no puedo vivir sin ti… sí, sí puedo… pero no quiero… ahora la pregunta es ¿me conviene?”

Estaba soñando y quería despertar… no quería estar más en el sueño de un sueño… no quería interpretar nada, ni pensar que en la cabeza de ella había un gorro de esos que describía el profesor, no quería saber que era cruel, que o no le importaba, que todo era un invento, que se veían mejor como amantes… 

Risas… estaba en la mitad de un escenario y estaba desnudo, presentía que esa presencia femenina lo había expuesto ante todos… le había hecho daño… se acostó en el piso y vio un techo blanco…

Despertó y estaba en la cama de su habitación.

Recordó aquel sueño y también recordó, el por qué, no le gustaba interpretarse sus propios sueños. 


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