AQUI PUEDES SEGUIR ESTE BLOG

viernes, 22 de febrero de 2013

MINIFICCIÓN

Smith estaba lleno de rencor y quería matarla. Había pensado las maneras: la primera consistía en arrancarle la piel y obligarla a que se la comiera, la segunda, asfixiarla mirándola a los ojos, la tercera, un empujón por las escaleras y la última, era tan cruel, tan agresiva, que hasta le daba pena recrearla. Su rencor acumulado estaba putrefacto, no se sentía escuchado. Había decidido no hablar e irse llenando de motivos, de razones; fabricaba despacio sus propios símbolos de desprecio y como resultado, era un tipo con baja autoestima, baja estatura y altísima necesidad de revancha. Se refugiaba en la antipatía y sabía que tal vez ella nunca escucharía su canción;  y es que ella le mentía tan bien, que la verdad parecía una duda permanente, entonces, él sólo fraguaba la forma de aniquilarla. Llegó el día. Debía decidir: con dolor o sin dolor, con la mirada en sus ojos o sintiendo sus gritos... Tenía que ser exacto, certero… letal. La miró y lo hizo. Optó por la cuarta manera, la más espantosa: Dejó de nombrarla.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Qué tan cruel, qué tan asesino, qué tan poeta. Parece ser que al nombrarla la revivieras, parece mi amigo de letras, que mataste lo que sentías.

Que las letras te bendigan.