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lunes, 1 de abril de 2013

¿PARA QUÉ EXTRAÑARTE?

Así, como son las cosas que no puedes explicar, surge eso de extrañar, esa maliciosa práctica, que implica rodearse de motivos, para asegurar supervivencia y no naufragar ante las exigencias -que muy seguramente uno mismo se ha puesto- de estar al lado de alguien. 

Entonces, queda una salida de emergencia, más allá del terco convencimiento de estar al lado de quien te repudia, y cometes el error de no escuchar tus propias advertencias, de pasar por alto los anuncios de peligro y vas sin mirar de frente al abismo del dolor, en el que caes, con la esperanza suicida de creer que serás rescatado un segundo antes de estrellarte contra el piso construido de símbolos que antes eran nubes que acariciaban y ahora son rocas que hieren. 


Las palabras se desfiguran como quemadas en el rostro y llegamos a pensar que todo ya estaba dicho, y suponemos que todo lo que hicimos termina en un golpe de mala suerte, que lo que vivimos, en esa relación es una telepatía fría y -obviamente- sin la menor posibilidad de contacto, como un chiste que pocos entienden, muy pocos disfrutan y sólo uno cuenta. Y nos queda la posibilidad de herirnos, y preguntamos: "¿para qué hablar?" y volvemos al círculo vicioso y asqueroso de afirmar que todo ya estaba dicho. 


Pero, la esperanza, que tiene altos niveles de dependencia y anda buscando chivos expiatorios, procura espacios y pregunta: "¿para qué buscarte?", y retoma inicios de ternura mancillada y va olvidando los fracasos, los abandonos en los parques, las citas extraviadas, las decisiones dolorosas, y esa esperanza desmemoriada, no ve las evidencias y cree que los escritos son sólo palabras y que las palabras son sólo combos de papitas fritas. 


Habla entonces la magia sospechosa, como proveniente de algún rincón lejano del universo: "¿ya vieron eso? escribe para otras..." magia pasada y trasnochada, que llega tarde y de improviso, magia que especula y que habla sin saber, magia cruel que dice que extraña algo que siempre tuvo. Y viene la amnesia, que deja de nombrar, que se confunde con el silencio, que es un recuerdo importante pero venido a menos, que conserva la dignidad, su lugar, su gobierno sin súbditos... quizá, no deja de nombrar, sólo es un asunto de dejar de visitar, de frecuentar... 


Dicen por ahí, que las cosas pasan por algo... ¿qué tal que no sea así?... qué tal que estemos en una permanente negación de la felicidad y que "algo" pase por las cosas... que extrañar sólo sea una manera de amar en silencio.


No puedes extrañar si no has estado... no puedes extrañar si no has abandonado... no puedes extrañar si no has amado.


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