LO IMPORTANTE, LO URGENTE, LO BÁSICO Y LO MÍNIMO

Digamos que lo urgente, está relacionado con el tiempo de ejecución y lo importante con las consecuencias de los actos a realizar; lo básico por su lado, se relaciona con lo fundamental y es relativo a las bases de lo que se menciona, pero lo mínimo es la reducción máxima de algo, por ende puede entenderse como límite.

¿Y si alguien para ti es importante, y se te hace urgente decirle que estás dispuesto a abrir parte de tu alma? ¿Y si lo mínimo que esperas, es que ese alguien respete protocolos básicos de comunicación?

Lo importante entonces sería expresarle que con cada rastro de su perfume, se desvanece la voluntad de tomar distancia, lo urgente, podría ser recibir alguna respuesta coherente ante tal comentario, lo básico sería que entre los dos, (léase en concordancia) hubiese un gusto mínimo.

Pero, a veces, nos quedamos en lo mínimo y desde aquellos pequeños detalles, vamos construyendo lo básico, para que lo importante se desborde en la urgencia de sentirse querido, así, sin angustias precarias de ausentismo y sin grandes pretensiones relacionales.

¿Y si lo mínimo, se te vuelve importante?, la respuesta, aparentemente obvia, es que "eso" deja de ser mínimo y en ese tránsito se convierte en urgente, así las cosas, se olvida lo que es básico, y empieza la angustia, y vienen los malos entendidos, y todo esfuerzo, comentario, acto o intención será un asunto pervertido, malinterpretado y seguramente asesinado en los envilecidos trastornos del odio.

¿Y qué hay de lo urgente? ¿Cuándo es que se vuelve importante?, eso es justo, lo que llaman “intensidad social”, una especie de compulsión sin freno alguno, por darle igualdad a todo lo que ocurre, en otras palabras, es una incapacidad de priorizar; de tal modo, se olvidan las cosas que para unos son importantes y para otros mínimos, he ahí, un conflicto de intereses y posturas, veamos el ejemplo:

“Hola, quería hablarte de lo importante”, dijo ella, y él pensó que iba a abordar el tema ese que lo tenía cavilando hace unas semanas, “Sí, claro”, dijo él con el alma en primavera, ella le hablo de cualquier cosa, y entonces vino en él la urgencia de protegerse contra su propia estupidez, se quedó con los mínimos requerimientos de sentido, para entender que ella no entendía, que no podía, que no quería, que no sabía, y que todo aquello que pasara por sus vidas sería filtrado por una relación inconforme, amorfa, sedienta y disfuncional.

Claro está que, hay quienes vuelven todo importante, y las consecuencias, por ende son, que lo que no debe ser asumido con la debida seriedad, se convierte en relevante, por lo tanto, andan problematizando todo, y aquellos, se escudan en las letras, para no tener que asumir la derrota ante unos ojos perversos, y es entonces cuando se van olvidando las letras y se omiten y no se dejan escribir, son letras tercas que no quieren aparecer, letras guerrilleras, que tienen pánico escénico:

ilos de ironías esparcidos en el aire, que se fueron volviendo
menazas de olvido permanente, risas, que se camuflaron
adiantes en la parsimonia de un domingo en la tarde, cuando se
rradican las visiones de un mañana; pequeños visos de gracias que
iegan todo, como besos tímidos, que vuelven todo importante.

Sólo un tema de cierre, que es el más frecuente: la confusión entre estos cuatro elementos, genera altísimos niveles de dependencia, frente a lo que se siente, pues, al exteriorizar, ya se han infectado de anarquía los pensamientos y sentimientos, y entonces todo vale, todo es igual, nada importa y aparece la locura, que escupe razones muy cuerdas.

Y todo termina, sin haber empezado, se hacen cortantes los diálogos, los temas de conversación son mejores en el silencio.

“Es verdad, no te miro, y si me permites explicar, se debe a que no quiero descubrir mi alma perdida en el atrevimiento de creer lo que dices, como una leyenda que se comprueba, como un camino, que por desgracia, me lleva al mismo sitio… aquel lugar trillado de mi encanto por ti”