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lunes, 29 de junio de 2015

TÚ...


Tienes ese silencio parecido a la dignidad,
y me obligas con tu amor a sentirme responsable,
a ser, una y otra vez el autor de tus muertes,
y, a saber que te creo de creer y te creo de crear.


He estado ausente de ti, y por eso de mi, 
has estado con miedo de envejecer y yo de ser niño.
Me observas mientras duermo en tus piernas y yo
te capturo en imágenes rojizas, que muestran tu belleza.


Te huelo, como capturando tu esencia, como robando tu alma,
no creo que seas desalmada, sólo te distraes pensando,
pensando… pensando, que no te amo con suficiencia, 
que no eres quien digo que eres… pensando, pensando.


Te dije alguna vez que eres mi puerto de tranquilidad, 
que tu energía me ponía en un delicioso estado de paz, 
que  canto en las mañanas y puedo hacerle muecas al del espejo, 
que eres mi fantasía insensata y mi acto lúcido de demencia.


Tienes partes congeladas, que intento con fracaso calentar,
me hielas, y duermes después de las batallas, y tu piel me lo agradece;
soy quien te drena, soy quien te hace evaporar, soy tu dique,
me has convertido en tu generador lúbrico de perversiones enternecidas.


Me hundo en ti, tantas veces que te escucho transpirar, 
y veo cómo arrugas la nariz al reír, cómo aceptas la forma de tus pies,
cómo admites que eres bella y superas lo que has negado ser.
Te como con mis ojos caníbales y tú te sirves sin miramientos.

Te he dicho que te amo tantas veces, que pierde el sentido sagrado, 
que el sonido de mis labios, a los que te declaras adicta, ya es común,
que por más que te lo grito, te lo susurro, te lo escribo, te lo pinto en la piel,
parece un trámite rutinario, como unas palabras más.

Recuerdo las huellas en tu piel, tus peticiones inconfesables, tus inquietudes,
tus angustias y tu gratitud, los momentos instantáneos en los que eres líquida,
y tus abrazos de bienvenida… sé que me quieres, que me amas, que me adoras,
sabes que el sentido de lo que he vivido, tiene tu nombre por todas partes.


Hace mucho frío, y presiento, que me odias, creo que me echas la culpa,
de tu dolor, de tus vacíos, me haces el reclamo por extrañarme y por mi ausencia,
me maldices y al instante me sabes bendecido por tu alma, 
te quieres vengar y siento miedo, de que mi venganza sea tu muerte.


También te amo así, sin lógica, ni criterio, porque… sí, porque es lo que soy,
Tú, mi preciosa, tú mi más errante dama, tú la del cuello sensible, 
tú la acuosa, tú mi aprendiz, tú la obediente, tú la insolente…
Tú, mi más pequeña pasión desenfrenada, tú, mi red, mi actitud correcta.

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