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lunes, 1 de junio de 2015

INTENTO POÉTICO (PARA NO MORIR)



Princesa de mis sueños antiguos, 
en tu piel dibujo con un hilo de sudor mi ruta hacia el origen de las caricias.



Me escribes en tus tardes de soledad, me odias en tus mañanas frías en las que no estoy para ser tu cobija biológico-térmica rellenita de amor, construyes textos furibundos en las noches, en las que apenas puedes mover los dedos, por dolor en el alma, por el frío de mi ausencia y sobre todo porque me culpas de todas tus penas de amor.

También, en las madrugadas en las que el único sueño posible es el desvelo, me escribes; dichas letras, algunas veces son hechas con amor, otras tantas con odio, unas pocas con desprecio y una buena cantidad de letras, con la angustia urgente de pedirme que te ame más o simplemente para contarme que el corazón que escuchabas al estar abrazada conmigo, no era el mío sino el tuyo.

Me escribes, me acaricias con letras, que después son palabras, que se vuelven párrafos, hojas, libros y de tal forma vas haciendo la enciclopedia de este amor que dices sentir por mí, y firmas documentos de posesión de mí sobre ti, y haces contratos de propiedad de ti sobre mí... Eres mi abogada principal, mi defensora, aquella conocedora de las leyes y jurisprudencia de lo que soy y de lo que no debo hacer.

Pero a veces tus angustias románticas se pervierten, y entras en los valles del temor, con climas gélidos y cielos turbios... entonces no disfrutas del gris del cielo, sino extrañas todo... empiezas a enloquecer de a poco, y quieres pensar que soy feliz con otras... que soy indiferente ante tus mensajes de apremiante ternura... me juzgas de manera implacable e intransigente y con una indolencia, que me hace pensar que un día me matarías sin duda alguna.

Y cuando quieres, empiezas a disparar sin asco, destruyendo todo lo que te rodea, como lo haría una mercenaria nerviosa, alterada y excitada por la sangre... Entonces, vuelves añicos, tu realidad y, mi realidad asustadiza, para protegerse de tu ira cósmica, ha encontrado una estrategia de supervivencia... te la diré, no para que la mates en tus estados de asesina, sino a manera de narración de documental de los canales de animales, para distraer tu atención, y para que quede en tu memoria aquel tema, ese, que dice: te amo.

(Narración de Documental de animales)


Vemos como la asesina intenta cazar a su presa, por evolución, la presa ha aprendido algunas estrategias de supervivencia, pero la asesina también ha refinado sus tácticas de caza. Es una mañana fría en la región de la angustia, y cada protagonista sale a respirar el aire de sus sueños ajenos y forzados, el encuentro entre la asesina y la víctima es inminente. 

Empieza la cacería, y aunque ella le advierte (a manera de reclamo) que siempre utiliza los mismos argumentos, que le han funcionado con otras cazadoras y asesinas, le amenaza con que esta vez no va servir nada de eso. Parece entonces que la cacería ya está predeterminada y que él, la presa, recurre a los mismos gestos, palabras y caricias, eso sin duda, ofende, y sobre todo atormenta a la asesina, quien además de querer desayunarse a la presa, lo hará con un gusto infinito.


La presa piensa cómo salir de esta celada, de esta emboscada y entonces más en un acto de reflejo, que de estrategia, se camufla en su victimaria, se mete en su piel, se instala debajo de su lengua y le encuentra su debilidad, sabe cómo matarla, pero no quiere, puede, ni le interesa... sólo está ahí, en la región de la angustia, cuando ella necesita alimento.
  
No sé si fui claro, creo que no, pero ya no importa, por que descubrí que me descubriste, sabes quien soy y yo que todavía ando en esa tarea... 

Dices que te embriago, que finjo debilidad, que para manipular me dejo manipular, que vivo mi propia gran mentira... dices y dices y me vas construyendo en tus textos líquidos, que provienen de aquella grieta que descubrimos en un safari por tu piel.  Es verdad, estoy perdido en mi fantasía que se me confunde con la realidad... enloquecí por tus pestañas, deliré por tu olor, me quedé indefenso en tu vientre, solo disfrutando del ritmo acelerado de tu respiración.

Y entonces te empalagas, y quieres alejarte, huir de tu responsabilidad adquirida de amarme, (es a eso a lo que tu llamas engatusamiento), y valoras eso de la piel (soy tus pañitos de limpieza), del olor, (soy tu desodorante) del calor de mi cuerpo (soy tu aire acondicionado)... y dices que te atan a mí cosas como esas... mis ojos, mi voz, lo que pienso, como hablo... como fumo... y te das cuenta de nuevo, que mi voz cambia cuando pronuncio tu nombre... y ahí me quedo sin más palabras... y ahí quiero decirte tanto, que prefiero callar.

Un día te abracé y sentí temor... no por perderte o porque alguna vez decidas largarte... No. La verdad, sentí miedo de morirme de repente y no poder ratificarte, (hoy o ese día) antes de morir, te he amado con todo lo que tengo, y que quizá, si la señora muerte me lo permite, me despediré en tus sueños, para que por fin sepas el lugar en el que me escondí, para hacer de tu realidad mi constante devenir existencial; en otras palabras, decirte y que de una vez por todas entiendas que te amo, así, sin más que decir.

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