Las mataría.
A todas y a cada una de ellas.
Sin asco alguno, las ataría, las amordazaría,
lamería su piel erizada y las miraría a los ojos;
hundiría algún utensilio doméstico en sus vientres; dejaría sus cadáveres ordenados como colillas dispuestas milimétricamente en fila.
Miraría la escena con dignidad, es decir, con el orgullo que te da el deber cumplido.
Los mataría.
A todos y a cada uno de ellos.
Con serenidad, les cortaría la lengua para que no gritaran, los golpearía con ritmo hasta verlos inmóviles; agotado por la rutina, cambiaría de estrategia: a otros, los ahorcaría, hasta que el color de su piel se enverdeciera y verificaría que ya no respiraran más. A los golpeados los sentaría en la sala como si estuviesen en una visita de tarde dominical, a los asfixiados, no los mostraría, por un asunto de estética.
Ellas y ellos, liberados por mí.
No murieron, fueron transmutados.
Los he regresado al sagrado lugar del origen.
Ellos y ellas, han pasado por mi filtro.
Los he ayudado a migrar a la verdad del fin.
He sido su benefactor de angustias finales.
...
Ellas y ellos, destinados a fenecer,
me anhelan como su victimario preferido;
saben que me requieren, ruegan por la llegada de aquella ocasión: el día en el que han de ser arrasados.
Ellas, son tus pestañas y ellos, son tus poros.
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Nota:
Entonces, mis dedos, destinados a perpetrar la fechoría, esperan la orden, agazapados en las curvas de tu pelo. Y si mis labios pronuncian tu nombre, evitando tus comentarios, es porque la ausencia de tu virtud se volverá la verdad de tus recuerdos.
Porque puedo ser... porque quieres que sea... porque mi destino es matarte en cada vida que nos veamos.
No sé hablarte de otra manera, mi lenguaje es tu piel y sólo sé de la gramática de tus gotas de sudor y nada más entiendo la imagen de tu cara de dolor placentero.
Me restrinjo a identificar los gemidos de tu garganta.
Sólo sé a qué sabes:
Tu sabor y tu olor... son mi verdadero orgullo
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Nota de la nota:
Ha de ser un encuentro del pasado,
nos veremos aquí y ahora,
nos extrañaremos siempre.
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Nota de la nota de la nota:
Todo es diáfano, la claridad agobia, la sensatez desvaría, se trata en resumen de la voz de la sabiduría confundida de un amor milenario que se agota en el instante del contacto de los labios.
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