AQUI PUEDES SEGUIR ESTE BLOG

miércoles, 20 de marzo de 2024

UNA REVELACIÓN ÍNTIMA CIRCULA EN GRIS


Claro, uno siempre puede pensar cómo podrían haber sido las cosas, decir qué hubiese podido ser mejor, que hubiese hecho esto o aquello. Se pueden buscar causas o efectos, circunstancias, lugares, preguntas, razonamientos… En otras palabras, se puede hablar de un segundo transcurrido en una vida completa. 

Pero, ¿cómo fue? ¿qué pasó?, aquí hay una verdad: la mirada depende del punto de vista de quien mira, así que adentrémonos este safari de emociones: 

Nota previa 0: Para tus amigas: (en las que había demostrado cierto interés eróticogramatical, pero, que por tu inconsciente posesión de mí, saboteaste cualquier cópula, acercamiento, manoseadita o intercambio) Se trata de una narración con varias versiones, ustedes han de escoger aquella que coincida con la imagen de la susodicha.

Nota previa 1: Para tus amigos: (se incluyen todos: sin distinción de elección sexual, apetito de ti, ex (en plural), capacidad rapsódica o profesión) Se trata de una salvaguarda de honestidad sobre las ganas de disimular y la verdad de la piel.

Así, de repente, como quien no quiere la cosa sentí tus dedos en mi cuello. Tus manos, con cicatrices en el compromiso, con herencia de orífice jugaron en mi trapecio superior; lo hiciste en un lugar público, delante de otros, en medio de una reunión. Así, naturalmente, como acariciando a un gato o estrujando una bolita antiestrés, me estabas haciendo un masaje. 

Indecente, erótico, vulgar, provocatico, lúbrico, lujurioso… 

Yo, admirador de tus indecencias, conocedor de que ocultas un horrocrux en tu pelvis, yo que te sé tan insaciable como sensible, pasé saliva, ya sabes, disimulando mi drama.

A pesar de presentir la textura de tus labios, de tener archivos de tus aulliditos farsantes y construcciones sobre tu imagen de jinete y mi propiocepción de equino, respiré un poquito y fingí tranquilidad.

 ¿Tus dedos en mi cuello o mi cuello en tus dedos? una pregunta para alguna filósofa zen o una erotómana sexy. Un cuestionamiento para la decena de comensales… (porque comen y sales -de ellos-) 

¿Por qué? ¿Para qué?

¿Acaso he de regalarte un asiento para que sepas que tienes un lugar en mi vida? 

Con ganas de estrujarte al igual que lo haría con la bolita antiestrés, de prometerte saciedad sublime por primera vez, de lavarte para no toparme con los rastros de esos.

Confundido, aturdido, paralizado… y mientras me tocabas sólo pude pensar en la etimología de “estúpido”: Es voz latina: de 'stupidus' = aturdido, a su vez del verbo 'stupere' = estar atónito y pasmado, ponerse estupefacto, de la familia léxica del sustantivo latino 'stupor' = asombro, pasmo, disminución de las facultades mentales. 

¡Ay ya!, sólo fue una tocadita de trapecio… ¡Bueno, bueno, vamos respetando!, porque fuiste tú,  “la tocona” y fue mi trapecio  “el tocado”, porque me sentí desnudo, porque me sujetaste como un cachorro, porque me capturaste. 

¡Hmmm! Pero qué exagerado, sólo fue una manifestación de afecto físico… ¡espere, espere, barájemela más despacio!, porque me he revolcado en tus ideas, porque soy el de tus fantasías, porque eres la de mis sueños, y aquí, en tu mundillo, soy el que comparte el mismo Expecto Patronum que tú. 

¿Masaje! ¿de qué hablas? ¿qué masaje? Me preguntas como si no hubiera pasado nada. 

¡Pfff! no fue un masaje. 

Me remito a la RAE: "Operación consistente en presionar, frotar o golpear rítmicamente y con intensidad adecuada determinadas regiones del cuerpo, principalmente las masas musculares, con fines terapéuticos, deportivos, estéticos, etc"

Entonces: Presión (hubo). Frotación (hubo). Golpeteo rítmico (con pocos compases musicales, pero hubo). Principalmente en masa muscular (aplica). Con fines: Terapéuticos (no aplica). Deportivos (no aplica). Estéticos (no aplica). Etc. (APLICA).

¿Soy acaso tu etc, es decir, la expresión que usas para sustituir el resto de una enumeración que: se sobreentiende gracias a una progresión lógica o al contexto y por tanto, soy innecesario de expresar? 

Hoy me atreví y te besé.
Te sujeté la mano.
Y me invitaste -pero yo pagué, porque una vez más habías olvidado el dinero- a tomar medias nueves, onces o merienda.
 Y ahí en público, te sujeté la cintura,
sentí tus caderas, te acerqué hacia mí tomándote por el cuello
y en lugar de un beso sexy, te succioné la mejilla.

Tu ceja inquisidora se levantó.

Mis labios fruncidos, decididos y valientes
se pusieron de cuclillas, pegándose a mis dientes.

 “Nos vemos”, dije con voz fingidamente masculina,
y me largué, sin saber si tu ceja se había desempinado.

Caminé por tu ausencia,
me mojé en tu vértice,
fui tu olor de hastío.

Me callé en tu voz,
jugué con tu pelo,
me robé tu piel erizada.

Sequé tu sudor dulce,
te silencié con rigor,
te rocé el trapecio. 

No hay comentarios.: