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lunes, 15 de septiembre de 2025

DE TU APAPACHABILIDAD

Esto me resulta agotador: volver a tu imagen, invocar tu olor, hostigar las ideas para descifrar si son solo proyecciones febriles de mi pelvis en batalla con la tuya, o rasguños juguetones de un minino libidinoso. Y paso, entonces, a la fatigosa tarea de clasificar, desechar, valorar las ocurrencias que pudieran aspirar a ser publicables.

Nada.

Todo desemboca en ese asunto tan mundano como sublime: saborearte. Con cierta aflicción debo admitir que lo más próximo a un contacto verdadero fue aquel masaje en tus pies, o aquella invitación —torpe y otoñal— de adulto mayor a un SPA, convertida pronto en el blanco de tus chistes crueles.

Así, regreso a mi sitio: el del mirón secreto, más entregado a tu intimidad que a la vulgaridad, aunque mis palabras nunca logren franquear el peaje de tu sonrisa y mis ansias se diluyan en el vaivén de tus cejas movedizas.

Y sin embargo, te apareces de pronto como un objeto mullido, un peluche adorable que suplica ser abrazado, con instrucciones precisas de “presione aquí”. Pero en un giro brusco de guion, tu voz desliza el léxico del sadomasoquismo, y explicas con sofisticada convicción que el dominado se transforma, al fin, en dominador.

Mientras observo tus labios moverse y escucho tus palabras obscenas, mi mirada recorre tu cuello, el cabello recogido, los huequitos de tus pómulos… Y despierto con el eco de tus movimientos y con los archivos escondidos del olor exacto de todos tus pliegues.

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