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lunes, 20 de abril de 2009

MI VOZ PASIVA

El español heredado a esta América tiene un problema: en verdad trajo palabras (con todo lo que implica) pero aquí había nuevas cosas que nombrar que no estaban preparadas para apartarse de su propio origen. Me pasó lo mismo contigo, me hiciste pensar nuevas maneras, me removiste las estructuras… eso, en términos generales, no tendría inconvenientes, pues, (en apariencia) es una adaptación o un “simple” aprendizaje de neologismos, pero contigo el tema es algo así como un arcaísmo nuevo. Dirás que una vez más utilizo ambivalencias para explicarte, dirás que me refugio en conceptos para afiliarme a algún puerto de sentido… ¿desde qué lugar puedo hablarte sino desde mi existencia? eso que llaman subjetividad, esa parte que me desnudaste (con o sin intención), es una disputa de organización categorial… dirás entonces que ya no te escribo como antes, que mis letras no te acarician, no te hacen cosquillas, porque ahora son letras juiciosas, ordenadas, pero, no sienten ganas de ir al baño, no se estimulan con letras rojas, no salen de paseo con letras extranjeras, no visitan páginas pornográficas de letras equis… en efecto, son letras justificadoras, que hacen caso, letras obedientes y amables.

Las otras, las letras bárbaras, rebeldes (las que tú llamarías terroristas), se niegan a exponerse, quizá, por una gramática de seguridad letrática, (por no decir letrina) a lo mejor porque perdieron sus móviles o talvez porque están esperando un mejor momento...

Ausencia es una buena palabra, me parece que marca una distancia entre el abandono y la separación, pero, deja un fantasma renovado que limpia con cuidado las telarañas, un fantasma divertido, fanático de los perfumes, un espectro lúcido que cada vez que es nombrado desaparece, porque es vacío de sujeto y repleto de predicado.

Tu reclamo puede ser, por este escrito, y su esencia escolástica, y que ya no te hablo de noches opacas con manos ansiosas o que mi frialdad se parece a la tuya, y que, supuestamente, yo era el distinto... ¿Ves? Siento que me miras con ojos acusantes, te volviste jueza de mis leyes… es posible, digo, es posible, que me devuelvas este argumento en mi contra diciendo que es una simple somatización de mi sentimiento de culpa, y el asunto de la responsabilidad salte de ti hacia mí y yo con esta falta de manos, lo deje caer. Sonreirás, porque sientes que te conozco, porque crees que te estoy reconociendo una victoria, porque sabes que te sé.

“El amor o el olvido es un problema de frecuentarse”, me dices que debes, tienes y quieres acostumbrarte a mi desaparición, y yo te digo que los niveles de novedad en esto, son tontos, pues desde que te vi, supe que te irías. “Parece que no te duele lo que pasó” dices con desparpajo, “no” respondo, “me duele lo que pasa”. Una vez más te aburres, por el intercambio de letras, palabras y acomodación: el sujeto se vuelve acción y el verbo es paralítico, el sujeto tiene problemas de identidad sexual, el nombre tiene amnesia… es un orgasmo de desvarío. “Qué fácil” dirás, hacerse el loco, la víctima, el inteligente que huye de la exactitud, es decir, aparecer como aquel que se lava las manos.

Convertiste mis verdades, gracias a las sospechas de tu cuerpo, en dudas permanentes, mi topografía en tu piel, fue en lugar de una expedición sistemática una apaciguada salida. Entonces me mirabas con desengaño y yo colonizaba lo que ya era un sitio renombrado. Me dejabas engañarte como transeúnte desprevenido y tus labios como el presagio de tu nido infinito gemían, también tu sudor desperdiciado se evaporaba… cuerpo, alma, mente… inconexos pero acoplados.

Hablábamos, y ahí en el intercambio de ideas, tu prevalencia era relativa, arañabas con intensidad un mismo tema con diferentes aristas, te diría que te comportabas como una monotemática moderada, ¿acaso no soy reiterativo con respecto a ti?... Quizá, pero en cada encuentro cósmico la progresión del ensamble corporal me llevaba a nuevas formas de sentirte en lo cóncavo y en lo convexo.

¿Qué te crees? ¿Qué quiero que te creas? ¿Qué quieres hacerme creer?, como una acción impersonal, como un insoportable tácito que está en ausencia vigente.

Se le extraña, o en voz pasiva: Alguien ha sido extrañado por mi.

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