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viernes, 22 de octubre de 2010

ASI: ADVERBIO DE MODO O EL POETA ENAMORADO

Así, de repente, con el cinismo más hermoso que he visto y con la desfachatez más alucinante, reapareció un día. Por ahí dicen que muy pocos son capaces de superar el pasado pues, muchos suelen volver a él, con la esperanza de que se repitan los buenos momentos o retornan con la confianza en su suerte para intentar abolir los malos pasajes.

Quizá lo más bellamente indignante fue la confianza con la que me habló, en un tonito amable, amigable, menospreciando ese puente construido con ansiedades, letras, canciones, colores, esperanzas y todo aquello que me había esmerado en guardar en el libro sin terminar de mi vida junto a ella.

Trajo con ella noticias, como la de un poeta enamorado que le había dicho cosas ridículas a mi parecer celoso y bonitas para su entender ególatra, quizá por ironía cósmica aquel timador de emociones llevaba mi mismo nombre… supongo que le alabaría su forma de caminar… “Caminas, como diciendo: Mírenme pobres mortales”… y yo me iba llenando de rencor e impotencia, muy seguramente la habían alabado artistas, que pintaban diamantes en vez de regalárselos… y ella tan blanca… como la recordaba…

¿Qué será más patético? Si acaso este escrito, o ese poeta enamorado, si acaso esperar verla, decirle que con ella mis ganas de ser mejor me saludaban entusiastas… es un absurdo permanente, una negación insistente… como exhibirla ante patanes para que vieran sus atributos… como besarla sin su permiso… pero con su aprobación.

Decía que me saludó, como si hubiésemos hablado el día anterior, como si mi naufragio en sus recuerdos y los rituales de cierre por la despedida de su piel, hubiesen sido infructuosos. Empecé a sospechar su inminente posesión del título de pertenencia sobre mi existencia… sé, que ella supo, seguramente al mirar mis cheques emocionales firmados en blanco, que aún tenía fondos sentimentales.

Y la sentí cariñosa, tranquila, decente, parsimoniosa. Imaginé su cara al despertar, levemente molesta por salir de sus sueños, quizá como en un viaje al sitio donde mora la locura, quizá en una cita postergada con triquiñuelas de conquista.

No quise recordarla más, ni quise pensar que por su vientre hubiesen pasado ágiles conductores de costosos autos, arquitectos de alteraciones, señores ortodoncistas - odontólogos... ansiosos de su elixir triangular… y mucho menos poetas enamorados… sólo me dediqué a disfrutar su presencia insolente, ausente e intermitente.

Pero en la vía, encontré anuncios de peligro, avisos de advertencia, ruegos de conciencia… me detuve, y en el lado anverso de una de esas señales, estaban tallados los llantos y los sinsabores, las humillaciones y las terquedades, seguí entonces los rastros de migajas de pan que alguien había dejado para no perderse y me halle buscando una excusa para decir que no la extrañaba.

“Hola mi amorcito” “Hola Corazón” saludos cordiales, provocativos que retumbaban como cantos de sirenas que enloquecían a los marinos; entonces las imágenes no se hicieron esperar, como vómito indomable se precipitaron, una tras otra, cada instante, cada risa, cada gemido, cada poro de sudor, cada contacto… el sabor de alientos compartidos, el sueño, la pasión…

Pero siempre y en todo lugar hay un aguafiestas, un pequeño malparido que tiene alguna prueba reina que daña el encanto. Él, con la certeza de que hacía lo correcto, tomó aire y me dijo: “Señor, recuerde que Usted lloró por ella, por su cobardía (señalándome), porque no fue valiente para asumirla y además...” lo interrumpí arrugando la cara e indicándole con las manos que se detuviera. Suspiró, movió la cabeza diciendo no varias veces, sacó de la manga de su traje verde un control remoto y activó de nuevo las imágenes de ella y yo, nuestra felicidad… nuestro mundito…

Yo estaba fascinado, viendo todo lo que nos había pasado, recordaba las discusiones literarias, las peleas conceptuales, sus abusos y los míos, el precio que pagué y lo que ella quedó debiendo... en verdad me sentía como besando un escorpión amigable, estacionado en una de sus curvas... peligro y placer... miedo y sensacion...

“Hoy en el ocaso, quiero decirte que te recordé como nunca, revives sin anuncio… quizá sigo siendo el mismo que dejaste… una vez más entiendo que el concepto de dignidad, contigo es un elemento desechable… Eres algo así como el motivo previo a mi iluminación… tienes poder y majestad, tienes dominio y ambición…”

Y seguía pensando si le gustaría esto…

Y seguía pensando el macabro porqué de su potestad sobre mí…

Y seguía ilusionado con verla, con la pretensión de que en una cita pudiera contarle la manera como zarparon mis barcos hacia puertos equivocados y que llegaron a tierras nuevas pensando en otras tierras... con la ilusoria esperanza de que en una charla con un café como excusa, ella pudiera saber que mi sombra se enfurece sin su presencia… contarle mis arduos placeres solitarios por evocarla… es posible que en esa cita, que seguramente se pospondrá, le narre cómo intento tocar el aire que aun guardo entre mis dedos y que gasto de a poquitos como un  tacaño empedernido.

Ella es vehemente, le da un toque de estilo a lo que hago, febril, natural… mi recuerdo propio de lo que no fue… mi esperanza sublime de que puede ser…

Mi frustración aciaga… así haga… ¡ah¡ si… haga.

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