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sábado, 9 de octubre de 2010

LA FACA EN LA HERÁLDICA DE AMANTES

El génesis de muchas relaciones tiene un nombre propio: Las ganas. Esta pareja se encontró en la prohibición que ella tenía por ser educada por monjas y en la ambición de él por sentir la posesión física de ella. Así las cosas, su timorata negación sexual femenina y su avaricia ególatra masculina, sería el semillero perfecto de un combate de sudor conjugando el verbo robar en tercera persona y en presente: “que usted ROBE”, de alguna reforzada manera la mezcla de sus segundos apellidos sería como el significado en catalán de “corcho”.

Pero era justamente la culpa, el motor incendiario de su imán pélvico, toda esa sarta de adulaciones era el disfraz para un carnaval y la justificación amenazadora de poder revolcarse sin más excusas que la más sincera satisfacción genital.

Ambos eran géminis, por lo tanto sus personalidades eran una suma de superficialidad e inconstancia, ambos sufrían de miopía espiritual, aspecto que les impedía trascender en realidad, pero que a la hora del acto los convertía en perfectos calculadores con tintes de exigencia deliciosa para esas lides. Disfrutaban la novedad de hacer lo prohibido, por su formación, casualmente en lo magisterial, tendrían un respeto por las reglas y a la vez una sevicia por su trasgresión.

Ella se sentía desvalorizada por su pareja y él sabía aprovechar ese dique emocional para engullirla, a ella le encantaba flirtear, hacerse desear, y hay que decir que a veces fantaseaba con cuerpos desnudos en fiestas para adultos. De ahí, de la característica de ser posesivos y su marcada tendencia a la superficialidad, surgiría una intersección húmeda, él podría envainar su espada y ella podría volverse flor de pétalos abiertos.

Se conocieron en la Universidad, y el manifiesto de sus ganas mutuas no se hizo esperar. Cada quien con sus negaciones se expuso ante el otro, de tal manera, cuando se encontraron dos tristes mentirosos de sí mismos, creyeron hallar la verdad en el otro, que a su vez le ofrecía una mentira renovada. A eso me refiero cuando hablo de miopía espiritual.

Sus encuentros iban mejorando con los años, cada quien adquiría experiencia por su lado, y cuando se reunían querían demostrarse, por su baja auto percepción, sus respectivos avances. Ella blanca, dotada de prominentes, apetitosos y deseables glúteos, él, moreno, con el pelo muy corto, alto y con el brillo en sus ojos, que algunas veces era lascivia y otras, destellos de inteligencia laboral.

Por fin, después de mucho tiempo pudieron coordinar sus agendas y acordaron comerse.

Un viernes, dos horas, mientras los demás hacen, ellos deshacen, se besan, se saborean, se desvisten de afán, se sienten por lo bajo, no hablan mucho, se reconocen… se demuestran… orgasmos intencionados con paredes adornadas de engaño… creen… quieren creer.

Antes del encuentro, él le envía un mensaje de texto “ya estoy afuera”, ella siente un cosquilleo en el vientre… todo habrá de pasar… nada más allá de eso, la veracidad de la piel y el cansancio de la labor de desfogue. Al terminar su encuentro, se visten en silencio, cada quien pensando en si su desempeño fue bueno, mienten… se mienten… se creen… viven… sobreviven.

Ahí, en el momento del clímax, se dejan llevar, omiten su vida, son inconexos de sus existencias… ella lo suficientemente simple, él lo admirablemente convencido. Como gesto de agradecimiento él le toca su nalga izquierda halagando su redondez, ella cubre con ropa sus implantes, él se viste, ella se mira al espejo del baño del motel, para ocultar evidencias. Se siente usada y le gusta, él se siente orgulloso, y le gusta. Se gustan a sí mismos estando en pareja.

Llamadas semanales para no dejar morir esto que llaman amantazgo, cada quien se va para su lugar y siempre, existe la posibilidad de liberarse de su presión de ser incomprendidos. Por eso, fungen como sufridos… se apersonan de sus relaciones como dependientes, pero su naturaleza doble, los hace comprenderse, sin pensar mucho, sólo como cliente y mercancía, como transacción, como verdad mentirosa que pretende ser una mentira verdadera que tiene en su heráldica una FACA, es decir un cuchillo corvo, que suele llevarse envainado en una funda de cuero…

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