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miércoles, 8 de diciembre de 2010

COMENTARIOS SOBRE EL GUIÓN

En honor a aquello que llaman honestidad, tengo que decir que, no sé si quiero o no, recordar tercamente, una historia que nunca pasó. La idea entonces podría ser, algo así como imaginar un soliloquio de sentimientos sentimentales, donde me correspondió representar el papel de un imbécil incapaz de subirse al escenario farsante de una realidad vacía.

Por lo tanto, sólo bastaría con memorizar un par líneas de ese guión… un guión plagado de puntos suspensivos… un guión que no guía sino que confunde… para dejar y empezar a creer, para afirmar y contradecir eso que llaman amor… para autogolpearme y después hacerme la víctima; entonces esa comedia pasó sin transición ni escrúpulo a ser drama y viceversa; entonces la improvisación se adueñó de todo… lo importante y quizá lo coherente era justo el silencio envolvente y elocuente, un desocupado elemento sonoro que suele cantar y contar las ausencias que se desperdiciaban en cada segundo muerto.

No me queda más que hablar del personaje principal: ella, aquella bella… el centro… la diva… la maldita bendecida… Es así como pude ver que en las sugerencias de la guionista decía “Asumir en primera persona” y así lo hice… mi centro, mi diva… mi bella… mi maldita bendecida. En una descripción de algún crítico decía: “En la obra se puede ver que su presencia no era consecuente con su espíritu atormentado, parecía invadida por la más alta desesperanza”.

Al momento de asumir su papel, según vi en sus ojos, las contradicciones la atormentaban tanto que se accidentaba contra sí misma… se estrellaba… se abofeteaba… y ahí, malherida, demostraba un inquebrantable valor, una sensibilidad única sólo comparable con la inmensidad de su terquedad.

Hoy me cuestiono sobre todo y, no sé si ella, en su actuación era brillante, o quizá, yo, en la mía, demasiado opaco, pero poco importa eso, al lado de lo que asumí como ternura de su parte, pues su congelada expresión la hacía un personaje principal pero intermitente en este espectáculo deprimente de mi admiración servil. Tanto así que, aún en su ausencia yo seguía las líneas que ella misma me había indicado, diálogos hechos por y para ella… en verdad, una interpretación soberbia, presuntuosa y sin sentido…

Por la vía del masoquismo puro y sin ambages, aprendí a esperar el turno en mi escena para besarla, aprendí a enamorarme de aproximaciones... aprendí a ser un intenso observador de mí mismo observándola a ella… entonces, quise ser un hábil improvisador saboreando sus preguntas abstractas sobre la vida, el amor y la soledad… pero obtuve reprimendas por salirme de ese supuesto guión profanatorio de lo que yo sentía por ella.

Estoy aquí, frente a un salón vacío, me miran luces apesadumbradas, hay en el aire calmo un triste olor a madera y cera, también hay cortinas pesadas y cansadas de tanto abrirse y no cerrarse nunca, al fondo un camerino ansioso y atrás, están algunos elementos de utilería orgullosos por gloriosas obras pasadas.

Estoy solo. Sin ella. Y pensando en la diferencia entre lo poético y lo patético. Me siento solo y sabiendo que la esencia de lo bello pertenece a aquellos que llaman poetas. Soy sólo un pobre solitario con la convicción de que lo patético realmente es creer que lo bello está en el sufrimiento… no es depravación, es…

Y de repente se apagan las luces, es hora de salir, ya ni los fantasmas aguantan semejante muestra poética-patética-patética-poética-poética-patética-patética-poética … (Repetir esto hasta el fin de los recuerdos: NOTA DE LA GUIONISTA)

Me hallo en la fila, (de una sola persona) para entrar a ver esta obra… lleva como título: “Si yo te amara… tú te convertirías”… pero las boletas ya están agotadas… “No importa” digo en voz baja “Ya sé el final”. Se oyen risas y el público aplaude…

Hay dos anuncios, uno que dice: “Se cancela la obra por exceso de actuación” y otro que dice “Boletas Agotadas”. Refunfuño un poco, pero en mi bolsillo ya no caben las boletas, llevo un programa de mano golpeado y maltrecho… no sé si quedarme o esperar… no sé si irme o fingir que parto…

El público se divide en la opinión, unos abuchean y los otros aclaman y ahí, en el medio de todo está ella… dormida, indecente y desentendida, como si no supiera nada de todo esto.

CARLOS LÓPEZ - LUIS ALBERTO SOLANO

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