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domingo, 11 de septiembre de 2011

SE PARECE TANTO A ÉL… QUE NO PUEDE ENGAÑARLO.

“Adaptación en tercera persona del título de una canción de Alberto Aguilera Valadez”
 

Ella filosofando dijo: “Hay quienes creen hacer las cosas de la mejor manera, sin darse cuenta que su ego es demasiado grande para observar sus propios errores y notar la fragilidad de su alrededor, tal vez algún día lo vean, lo entiendan... tal vez algún día logren ver cuán humanos son... Sólo espero no estar ahí para justificar sus errores o para juzgarlos”.
   
- Él respondió: “Hay quienes se engañan tanto que sólo pueden vivir en su propia falsedad, y todo lo que es real, verdadero y trascendente, es imperceptible para su existencia, espero poder estar ahí, para maravillarme con la batalla de sus egos y sus ídolos… espero estar ahí para conversar lo sucedido y hablar”.
     
Y así empezó un diálogo, que a decir verdad fue un monólogo compartido, pues cada uno pretendía resultados diferentes: Ella deseaba escapar, él anhelaba quedarse. Ella vivir la realidad inmediata y él vivir la vida a su lado. Ella soportarlo, él admirarla. En ese tránsito difícil de conocerse, desearse, quererse, comerse, amarse, cansarse y olvidarse, se les habían ido los días, y aquellos encuentros casuales, que se presentaron como mensajes, se volvieron llamadas y maduraron como encuentros de piel, ya no eran suficiente argumento para sostener una relación. La piel no aguanta el trajín de un alma enamorada, la piel se cansa, se agota, conoce las sensaciones y los momentos, en ella -en la piel-, sólo cambian los lugares y las posturas, pero sigue siendo la misma, por eso se aburre con facilidad. Las huellas que quedan en ella son cicatrices que quedan ahí, pero se olvida porqué fueron causadas. En cambio el alma se renueva cada vez, se incendia con la posibilidad de compartir la vida, siempre está en recorrido, no se queda estática y comprende, asume y es flexible, como tiene conciencia, tiene complicaciones sobre su existencia, se fija en detalles que a nadie más le importan. Es confundida con el ego, pero es sólo un problema de la esencia ensimismada. Ella piel, él alma.
     
- Ella garabateaba: “Con la nostalgia de un adiós y la calidez de un mañana... como una promesa inquebrantable del destino, como un destello de luz que pasa en la noche y sólo refleja el vacio de tu ausencia, sólo bastan unas palabras para entender la fragilidad de este momento, ese adiós que en un suspiro llega pronto con el viento”.
   
- Él refutaba: “No es posible decirte adiós, porque no pudiste llegar… te quedaste en el camino de amarme. Tu destino es una promesa que se muere cada mañana, como la hace tu piel, pero mi ausencia se debe a la tuya, y estoy seguro de que no podrás guardar mis palabras frágiles. Sé que sabes, sé que esperas un pronto fin”.
   
Quizá todo hubiese sido más fácil, si ninguno, se inscribiera en los caminos de la sensibilidad, es posible que los traumatismos se hubiesen reducido, si ella no hubiese visto tanto desengaño y él no hubiese masticado tanto cinismo. Y ella se defendía de los ataques de él, ataques basados en la angustia de no tenerla. Y él sólo relamía sus heridas en una postrada situación de quererla y odiarla. Él le decía que ella se había vuelto mujer cuando por fin había comprendido el sentido de la maldad, ella le decía que su ego lo iba llevar a la perdición. Ella lo acomodaba como un niño entre su cuello y sus senos, él se sentía protegido y pensaba que nada pasaría allí. Ella se sentía como Pinocho y él en sus manos tenía tajalápices. Pinocho por ser una muñeca de madera mitómana y tener fijación con la rinoplastia. Tajalápices en las manos, porque la desgastaba en su angustia de creerle sus mentiras y porque al admirar la belleza que ella misma decía no tener, carcomía con cada caricia los restos de una autoestima en estado de coma.
     
- Ella expresaba: “Tal vez algún día sea más fácil entendernos y quizá otra vida sea necesaria... Pero hoy decidí que debo pensar en mí, porque siempre pensé en ti…”.
   
- Él respondía: “El futuro, amada mía, es un aire tóxico para ti, porque sólo fabricas instantes que agotas en tu pasado. Huyes entonces del presente y niegas la posibilidad de un mañana eterno.
   
La artimaña cruel del silencio de ella, ya causaba mellas en la ternura de él, y se deterioraba esa gran causa que otrora defendieron, entonces de manera torpe hablaban de la culpa, sin poder superar la propia, conceptualizaban sobre la vergüenza sin distinguirla del escarnio. Los lunes del rechazo, empezaban con distancias, quizá porque cada uno traía fines de semana compartidos, y había que disimular esos poros delatores del contacto ajeno, los martes de la antipatía, eran de pequeñas miradas indiscretas y la charla nacía triste en la tarde, los miércoles de colisión, ya sabían amarse, los jueves de mutación empezaba la despedida y los viernes de deserción, pasaban rápido. Los fines de semana, ella se desvanecía y él veía cómo lo construido semanalmente era un juego de lenguaje, unas maneras de acercarse, unas ganas de compañía. Y así, hasta la siguiente semana. En ese ciclo siniestro él construyó maneras de no extrañarla, ella asumió que lo extrañaba, él le hacía reclamos basados en su romance con horarios laborales, ella lo toleraba cada vez menos.
   
- Ella trazaba con letras: “Bella vida y muchos éxitos amor mío…”.
   
- Él le rogaba: “Mi vida no puede ser bella sin ti, eres principio, vehículo y fin… quédate y hazme mejor, quédate y constrúyeme…”
   
Entonces él cometió su más grande error, se mostró totalmente, no dejó nada para sí, se volvió transparente, tan bonito, pero tan bobito… ella por su lado, no asimilaba del todo aquellas cataratas de afectación, no estaba acostumbrada a tanta insistencia, a tanta presión, a tanta poesía extraída de canciones y dichos populares, porque él pedía que le inventara cuentos felices de duendes y dragones, y ella se los contaba para salir del paso, con ella se erotizaban sus letras, con él se opacaban las de ella, con ella sus amaneceres eran un motivo de emoción, con él cada mañana sentía el peso de la obligación, una especie de desesperanza aprendida, como una misión humanitaria.
     
- Ella escribía: “Decisión de vida... algo que tomé en mis manos...”.
   
- Él todo ilusionadito respondía: “Mi cielo, eres la razón de mis razones. Aunque me deslizo en tus sueños, parece que duermo a tu lado, me basta despertar y dejarte besos minúsculos en tu frente, en cada uno de ellos hay mil maneras de bendecirte”.
   
Se cansó. Se colmó de tanta ternura, que poco a poco se convirtió en cursilería insoportable, y no toleraba tantas letras dulces y como mecanismo de defensa, puso a dieta sus sentimientos, él no entendía otra manera de amarla, sino estando a su lado y contarle la maravilla que eso provocaba en él. Él lloraba de emoción, cuando decía su nombre, su manera de recordarla era insolente, sin protocolos, la recordaba como se le daba la gana, ella, respiraba cada vez más profundo. Aquí, aparece en la escena, su manera de juntar en la intimidad los cuerpos, pues el sinsabor psicológico, tiene sus venganzas en la expresión corporal, y de aquellas asombrosas reuniones en las que hasta los dioses sentían envidia, quedaron pequeños intercambios y frotaciones de aparatos sexuales que bostezaban por la situación.
     
- Ella citaba a Aristóteles: “La juventud pasa, la inmadurez se supera, la ignorancia se cura con la educación y la embriaguez con sobriedad, pero la estupidez dura para siempre".
    - Él se defendía con lo que podía: “Amarte ha sido mi mejor experiencia, tenerte a mi lado sollozando de placer es mi logro grandilocuente, mirar tu sonrisa que ilumina mi destino es mi creencia más fiel. Olvidarte es ahora mi obsesión.”   
Y empezó el derrumbe de significados, aquello hermoso se trasladó a los terrenos de lo ridículo, la necesidad se volvió dependencia indeseable, las ganas de estar juntos eran sólo un vicio torpe, fueron entrando los demoledores del porvenir, con aparatos brutales iban tumbando lo que estaba a su paso: piel, deseo, compatibilidad, ternura, humor, gracia, inteligencia y en el terreno baldío se notaba que las bases eran sólo esperanzas renuentes a ser removidas de esa forma.
   
- Ella sentenciaba: “Se necesita más amor para dejar ir… que para retener”.
   
- Él sin ánimo tramitaba esta respuesta: “Entonces llegó el momento. Así como te he dicho, hay que ser más valiente para quedarse que para partir… y no olvides que el verdadero amor te hace valiente”.
   
Ella entonces le oraba a Cupido, para que sus flechas no la atravesaran, y le pedía que el amor no tocara su puerta, pues prefería estar de vacaciones; en definitiva el amor no era bienvenido. Con tal mantra de oscuridad, sus deseos fueron cumplidos, entonces el resultado fue una inmensa cobardía para poder amarlo a él. De tal manera, no hubo fechas coincidentes, ni aparecieron canciones y aquella dieta sentimental, se tornó en anorexia emocional.

        - Ella
se despidió así: “Duele tu ausencia y el sentir cada vez se hace mas fuerte... Pero estarás bien... Eso es lo que me consuela, te adoro... Todo estará bien... lo estará
- Él sólo pudo decirle: “Mil Gracias… Gracias Mil… por haberme hecho sentir que la vida puede tener sentido cuando tu corazón late con más fuerza que nunca. Me comprobaste que puedo amar de manera inusitada, perfecta y excepcional.”

No quedó nada, sólo el viento que se preguntaba por esos amantes que una vez se besaron en su nombre, no quedó nada, sólo el tiempo de madrugada que ahora sospechaba de los suspiros que se dieron en su reino…
   
No quedó nada sólo el recuerdo, que ahora toma medicamentos contra la amnesia.
(Son automedicados y comprados en el bajo mundo).

3 comentarios:

Ross dijo...

Fundamental... ante todo Agradecer por lo que fué y mas aún por lo que no fué.
A veces es necesario ser frio y calculador para poder modelar nuestra realidad, tomar las cosas con calma y estar dispuesto a nuevas relaciones hacen que se marque un antes y un después. Así cuando cometemos errores, lo hacemos con mayor conocimiento.

Anónimo dijo...

Poeta: La ausencia parece que te aumenta la llama de tu vida.
¡Que las letras te cobijen!

Anónimo dijo...

Una vez más querido autor desconocido, logras tocarme. Tus palabras hieren y consuelan, es entonces cuando pienso que otros sienten lo que yo quiero expresar, eres como mi voz oculta. Gracias.