Yo había empezado a escribir eso en un papel cualquiera,
más por cumplir que por querer hacerlo; tenía tantas cosas por contar que lo
mejor era callarme y esperar alguna catapulta emocional, quizá alguna excusa
para escupir la nostalgia o cualquier anuncio obseno de cursilería.
Quise cambiar el texto y poner 47 horas y 56 minutos, y
ponerle una bomba, de esas que se pegan a los carros, al maldito lugar común
del café de siempre, pero sólo conseguí encender otro cigarrillo y darme cuenta
que las letras no querían estar allí, ni aquí, ni en ningún lado.
Cuando apagué mi cigarrillo mis dedos estaban alargados,
pensé que era hora de volver al psiquiatra para que me diera las pastillitas de
la tranquilidad… parpadeé con fuerza como intentando borrar la imagen de mis
dedos como tinta espacida, pero las cenizas, la mesa del cafecito trillado de
escritor traidor, mi ropa, los cigarrillos y el papel en el que escribía se
habían vuelto fragmentos de letras.
Cerré los ojos y respiré profundo, tratando de acordarme
de lo que me dijo el doctor de las pastillitas, tratando de manejar la crisis… “tranquilo,
tranquilo, piensa en un lugar confortable” y me hallé en un desierto - ¡Perdón!
para mi el desierto es confortable-. En una duna gigante, miraba el cielo azul
y las ondas dejadas por el viento, y a lo lejos apareció un objeto oscuro, que
crecía con rapidez, era una M gigante, que quería pisotearme… abrí los ojos
para salir del colapso de mi lugar de salvación, pero mis manos seguían
alargadas… intenté sacar el teléfono de mi bolsillo, pero la acuosidad me hacía
debil y sin capacidad de sujetar nada.
Quise moverme y de reojo vi una H que fungía de guardían
desalmado, empecé a respirar con dificultad, y recordé la anterior crisis de
letras en la que terminé internado 13 días… “tranquilo, tranquilo, piensa en tu
color favorito”…
Y todo fue color
naranja… no quería abrir los ojos y volver al infierno de afuera, sólo quería
estar ahí, flotando sin afán… sentí como una sonrisa aparecía en mi cara… aún
no me podía mover pero no importaba… todo estaba bien… todo estaba bien.
No sé cuanto tiempo pasó en aquel mundo naranja… pero el
miedo de encontrarme sin sentido, de perder otra vez la puta cordura, el
fastidio por la conmiseración de los demás… no quería, no quería saber que las
cosas andaban mal… mi respiración parecía estar normal, el color naranja se
había convertido en un rojo mediocre sin criterio cromático… era hora de abrir
los ojos.
Abrí primero el ojo derecho, despacio, con temor,
esperando encontrarme lo peor y estaba en el mismo lugar… ya mis manos estaban
como antes… me di cuenta que era hora de ir donde la manicurista… aquel papel
escrito, aquel cenicero aquel sitio, quedarían en una negación más.
Tomé mi teléfono y marqué… “Hola mi vida, te estaba
pensando… ya hace dos días que no nos vemos” y me respondiste que estaba
exagerando, “¿Por qué lo dices mi amor?”… y tu voz se volvío agudísima y
chillaste diciendo “No te hagas el guevón… sabes que soy tu delirio”…
1 comentario:
Esta historia es real? Sos un loco sensible
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