Despertó a su lado con un rechazo como buenos días, lo
invadió una molesta, reiterativa y- ya para ella inaguantable- oleada de
angustia, que tenía retazos de no querer molestarla, trozos de dignidad y unos
pedacitos de esperanza ambigua, que de vez en cuando hablaba de sus propias hazañas
del pasado y a la vez deseaba que el futuro llegara y se fuera lo más pronto
posible.
Despertó a su lado y de pronto se sintió poco solicitado, creyó
que sus pequeñas batallas a cada segundo con el carácter de ella, estaban
dejando rastros evidentes en los soldados, que se presentaban como menoscabo de confianza, desánimo
en las legiones manifestadas en dolores permanentes y graves heridas en los
ejércitos que redundaban en desapego y pérdida de fe en la causa.
Era un asunto simple, ella no lo necesitaba –en ese momento-
se decía él como paliando esa marea alta de angustia que ya tenía gotas de
ansiedad, a ella, le habían ganado las ganas de dormir tranquila en la mañana, después de una pésima y friolenta noche. Él pensaba que haber llegado la noche
anterior fungiendo como dispensador de pócimas, sería un puente en la
construcción de la relación, pero él no encontró reciprocidad; ella le tenía
separada algo de comida, él tenía encima una jornada laboral absurda, ella
quería atenderlo, él quería un poquito de ternura, ella quería dormir, él hablarle
de su amor, ella estaba cansada, él quedó inmóvil, ella se indignó porque él no recordó lo que
ella había dicho el domingo en la madrugada, él fumó, ella le dio la espalda,
él la besó en el hombro.
Despertó a su lado y en ese momento todo lo que él dijera
parecería un reclamo, se vistió y salió antes de lo previsto, caminó, fumó y
recordó que el día anterior, ella le había dicho que se verían, pero se le
presentó algún problema, entonces, se acordó, que ese nuevo día se verían, y
que todo volvería a empezar de nuevo.
Despertó a su lado y al saberse en esa crisis que implicaba
el repudio de ella... ¿Estás anti-mi?, preguntaba en broma, y ella se tapaba la
cara para no verlo, él se vistió, tomó sus cosas y al salir, pensó que ella iba a
estar enviándole besos desde la ventana…
Era un asunto simple, él le escribía en silencio casi plagiando la manera como la asumía, él sabía que él le pertenecía a ella, pero
también sabía que ella no era de nadie, aquí la asimetría de sus maneras de
amar saltaba a la vista: para él, ella era su dueña, para ella él era... sólo él.
Las sonrisas de ella eran cada vez más escasas, la intolerante actitud servil
de él en lugar de halagarla, la llevaban al hastío, cada vez que él se portaba
como un niñito indefenso ella asumía con más vigor el papel de desalmada,
entonces ella, trataba mejor a su mascota, la consentía con sevicia y mientras tanto lo
miraba como retándolo, él, sólo trataba de respirar y sonreír.
Despertó a su lado y pensó que ese día sería uno nuevo,
brillante y feliz, que las anteriores horas quedarían olvidadas y después
serían contadas como anécdotas de su aguante, como una locura extraña, como un
sentimiento patético, como alguien que escribe para que no lo lean. Así, de
manera torpe, pensó que ella se daría cuenta de que estaba a su lado, de que
daba la pelea por no dejarse llevar por su indecisión, sus protocolos tribales
o su confusión entre agradecimiento y amor.
Despertó a su lado y él no tenía ropa en casa de ella, así
que debió ponerse lo mismo del día anterior, asumió su jornada laboral regido
por la esperanza ambigua, pues lo mejor era que se verían. Ella iría a recogerlo para que él la acompañara a algún sitio, pero, el día anterior también se había quedado
esperándola, así que la esperanza ambigua pero no tonta, le decía que cualquier
cosa podría pasar...
Era un asunto simple, él esperaba con ansiedad un momento
libre para llamarla, al hacerlo se enteró que ella no estaba en casa y que
había salido a hacer sus cosas, y él, que
no se movía sin contarle porque, pensaba que esa era una manera de manifestarle
que le importaba, o quizá sólo era un chistecito para autoconvencerse de que él
le importaba. Cuando hablaron, ella le habló fría, distante sin palabras cariñosas…
simplemente, no podía hacerlo. Así que, ella estaba sola haciendo lo que tenía
que hacer y él esperando que lo invitara, pero no pasó… él, con la misma ropa, trasnochado,
cansado, desilusionado, y con las frustraciones gritándole al oído su gran
estupidez y, para ese entonces la esperanza ambigua, ya estaba en silencio,
como si supiera que -realmente- cualquier cosa podía pasar.
Despertó a su lado y vio su espalda, su cabello dibujando
siluetas, su respiración irregular, y parecía que en el espejo de la habitación
hubiese un aviso: “no olvidar eso del amor”, el cielo estaba pintado del color
de la madrugada, al frente de la cama una colección amontonada de peluches y
felpas, el techo blanco… la puerta, los cajones, el ropero y ella estaban
cerrados.
Despertó a su lado y le solicitó con una pataleta un
consentimiento, un guiño de ternura matutina, de reojo alcanzó a ver un paquete
de papas de limón, su jean desmayado sobre el mueble de los zapatos y su camisa
dormitando encima del tocador… afuera la rutina de los otros empezaba, adentro, en la habitación, la rutina de ellos no se había detenido.
Era un asunto simple, esperaba verla, decirle que la había extrañado,
y cuando recibió su llamada su cara cambió al saber que ella tenía otros
planes, se fue a su propia casa, y esperó para llamarla, cuando lo hizo, ella
se escuchaba sonriente, divertida... feliz. Ella le dijo que la llamara en una hora y
él así lo hizo, esta vez, estaba más distraída, dispersa, no hubo un “te amo”
al final de la llamada, sólo un “besitos”.
Despertó a su lado… queriendo que sólo fuera un mal sueño.
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