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viernes, 29 de marzo de 2013

HABÍA OLVIDADO… LO FÁCIL QUE ES SER FELIZ



Me besas, me abrazas, te ríes, piensas, discutes, escribes, investigas… me apoyas, tensionas mis ideas, pones tus puntos de vista y yo simplemente me embeleso ante ti.

Con cierta esencia moral –pervertible– aruñas temas indecentes, asumes con preocupación mi variable laberinto emocional, te inquietas por mi integridad y callas –con exactitud– lo que no debes decir.

Hablas sobre volver a creer y yo te hablo de levantarme, sabes que soy insoportablemente sensiblero y cuidas los detalles de esto -que no le hemos puesto nombre-. Sabes de mis aficiones, colecciones, temores y rencores, de tal forma, compartimos preocupaciones (sólo nuestras). Somos: soñadores,  románticos y enamorados.

Cuando usas tus gafitas sexys, cuando te preocupas sin razón, cuando te indignas en pocos segundos… el tiempo se dibuja en mis manos para tocarte… te observo, te huelo a escondidas, juego con tu pelo y sin excusas te recuestas en mi hombro… pasa la vida simple.

¿Sabes? he dejado de detestar los domingos en la tarde y en la hora que muere el día, no puedo dirigirme a la melancolía, te has encargado de sellar algunas entradas, sanar las grietas y chantajear a algunos facinerosos recuerdos que reparten publicidad para visitar la añoranza de pasados fastidiosos.

Tú y yo hablamos: siempre, de todo, por todo… al principio tuve miedo, pues me había acostumbrado a callarme (por temor, por cobardía y por estupidez… temor por la soledad, cobardía por no asumir que no era querido y estupidez por estar donde no debía)… es claro que encontraste mi corazón desordenado y por ello las costumbres extrañas y la prevención… pero, también te hallé débil y con frío, temerosa de la tragedia de no ser correspondida de nuevo, sospechando de que el engaño y la mentira te perseguirían una vez más.

Como señoras chismosas, nos encontramos para hablar de aquello que nos pasó, y nos preguntamos, cómo caímos tan bajo, cómo fuimos tan indecentes al aceptar relaciones necias y autodestructivas; señalamos, descubrimos y nos solazamos en la superación, en la renovación y en las nuevas posibilidades.

Pero siempre vuelvo a tus besos, ahí, nos quedamos en silencio y hablamos otro idioma, no uno que remplace letras por símbolos, ni uno que se trate de un juego de tumbar estructuras con criaturas disgustadas… No, es un lenguaje propio, íntimo, fluido, con estructuras basadas en el respeto mutuo, la admiración y la esperanza del momento justo en el sitio adecuado.

De pronto me exiges mediante un mensaje de texto, que no olvide mis compromisos, estás atenta a aquello que comento y yo, que me había acostumbrado a la penumbra del maltrato y tú que te habías acostumbrado al ultraje de la hipocresía.

Él y ella, tú y yo… y van exorcizándose las congojas, y los fantasmas ya no nos asustan y así, sin protocolos de bienvenida, sin esfuerzos, me encuentro almorzando, cenando o desayunando contigo, tomados de la mano, en un espacio ameno de recuperación, en un ambiente armónico en el que se acoplan tus palabras y mis ideas, mis locuras y tus fugaces obscenidades.

Me acomodo con facilidad al abrazarte y la brisa parece que no nos toca, me das besitos insolentes y te detienes como si nada, juegas y propones un esquema subversivo de intenciones sensuales y yo tan apocalíptico.

Descubro que me recuerdas, que me proteges, que te intereso, quiero disimular que disimulo, y a pesar de mis respetuosos mensajes de buenos días o de mis escritos sobre príncipes, princesas y dragones, estás presente, no como tema, sino como inspiración.

Me has llevado por los caminos de los discursos asertivos, de la reivindicación, me has incitado a hacer, a llevar a cabo… ¿y qué hecho yo? respirar despacio tu esencia, planear misiones diplomáticas para quedarme tatuado en tu cuello… sólo como un refuerzo y justificando el regalo de una bufanda.

Y entonces te doy pequeños mordiscos en los oídos, te susurro con novelas tendientes al realismo, discutimos sobre Ana Karenina en el contexto de las emociones, el problema de ser y parecer; me miras y la luna se esconde tras unos matorrales como si no llamásemos su atención. La luna habla de antiguas pesadillas, en las que tú y yo no estábamos juntos y nos veía ajenos y forasteros de la felicidad.

Es fácil ser feliz: sólo se trata de saber, querer y poder.

Me deslizo en tus sueños y te metes en mis argumentos, soy específico en mi experiencia contigo y general en mi esperanza de verte de nuevo, recreo diálogos y te veo escribiendo los míos… y ¿sabes por qué? porque me besas, me abrazas, te ríes, piensas, discutes, escribes, investigas… me apoyas, tensionas mis ideas, pones tus puntos de vista y yo simplemente me embeleso ante ti. 



1 comentario:

Pollito Pataletoso dijo...

Sencillamente me embelese ante este escrito.. que inspiraciòn .. que palabras.. sencillamente espectacular.