Me besas, me abrazas, te ríes, piensas,
discutes, escribes, investigas… me apoyas, tensionas mis ideas, pones tus
puntos de vista y yo simplemente me embeleso ante ti.
Con cierta esencia moral –pervertible–
aruñas temas indecentes, asumes con preocupación mi variable laberinto
emocional, te inquietas por mi integridad y callas –con exactitud– lo que no
debes decir.
Hablas sobre volver a creer y yo te
hablo de levantarme, sabes que soy insoportablemente sensiblero y cuidas los
detalles de esto -que no le hemos puesto nombre-. Sabes de mis aficiones,
colecciones, temores y rencores, de tal forma, compartimos preocupaciones (sólo
nuestras). Somos: soñadores, románticos y enamorados.
Cuando usas tus gafitas sexys, cuando
te preocupas sin razón, cuando te indignas en pocos segundos… el tiempo se
dibuja en mis manos para tocarte… te observo, te huelo a escondidas, juego con
tu pelo y sin excusas te recuestas en mi hombro… pasa la vida simple.
¿Sabes? he dejado de detestar los
domingos en la tarde y en la hora que muere el día, no puedo dirigirme a la
melancolía, te has encargado de sellar algunas entradas, sanar las grietas y
chantajear a algunos facinerosos recuerdos que reparten publicidad para visitar
la añoranza de pasados fastidiosos.
Tú y yo hablamos: siempre, de todo, por
todo… al principio tuve miedo, pues me había acostumbrado a callarme (por
temor, por cobardía y por estupidez… temor por la soledad, cobardía por no
asumir que no era querido y estupidez por estar donde no debía)… es claro que
encontraste mi corazón desordenado y por ello las costumbres extrañas y la
prevención… pero, también te hallé débil y con frío, temerosa de la tragedia de
no ser correspondida de nuevo, sospechando de que el engaño y la mentira te
perseguirían una vez más.
Como señoras chismosas, nos encontramos
para hablar de aquello que nos pasó, y nos preguntamos, cómo caímos tan bajo,
cómo fuimos tan indecentes al aceptar relaciones necias y autodestructivas;
señalamos, descubrimos y nos solazamos en la superación, en la renovación y en
las nuevas posibilidades.
Pero siempre vuelvo a tus besos, ahí,
nos quedamos en silencio y hablamos otro idioma, no uno que remplace letras por
símbolos, ni uno que se trate de un juego de tumbar estructuras con criaturas
disgustadas… No, es un lenguaje propio, íntimo, fluido, con estructuras basadas
en el respeto mutuo, la admiración y la esperanza del momento justo en el sitio
adecuado.
De pronto me exiges mediante un mensaje
de texto, que no olvide mis compromisos, estás atenta a aquello que comento y
yo, que me había acostumbrado a la penumbra del maltrato y tú que te habías
acostumbrado al ultraje de la hipocresía.
Él y ella, tú y yo… y van exorcizándose
las congojas, y los fantasmas ya no nos asustan y así, sin protocolos de
bienvenida, sin esfuerzos, me encuentro almorzando, cenando o desayunando
contigo, tomados de la mano, en un espacio ameno de recuperación, en un
ambiente armónico en el que se acoplan tus palabras y mis ideas, mis locuras y
tus fugaces obscenidades.
Me acomodo con facilidad al abrazarte y
la brisa parece que no nos toca, me das besitos insolentes y te detienes como
si nada, juegas y propones un esquema subversivo de intenciones sensuales y yo
tan apocalíptico.
Descubro que me recuerdas, que me
proteges, que te intereso, quiero disimular que disimulo, y a pesar de mis
respetuosos mensajes de buenos días o de mis escritos sobre príncipes,
princesas y dragones, estás presente, no como tema, sino como inspiración.
Me has llevado por los caminos de los
discursos asertivos, de la reivindicación, me has incitado a hacer, a llevar a
cabo… ¿y qué hecho yo? respirar despacio tu esencia, planear misiones
diplomáticas para quedarme tatuado en tu cuello… sólo como un refuerzo y
justificando el regalo de una bufanda.
Y entonces te doy pequeños mordiscos en
los oídos, te susurro con novelas tendientes al realismo, discutimos sobre Ana
Karenina en el contexto de las emociones, el problema de ser y parecer; me
miras y la luna se esconde tras unos matorrales como si no llamásemos su
atención. La luna habla de antiguas pesadillas, en las que tú y yo no estábamos
juntos y nos veía ajenos y forasteros de la felicidad.
Es fácil ser feliz: sólo se trata de
saber, querer y poder.
Me deslizo en tus sueños y te metes en
mis argumentos, soy específico en mi experiencia contigo y general en mi
esperanza de verte de nuevo, recreo diálogos y te veo escribiendo los míos… y
¿sabes por qué? porque me besas, me abrazas, te ríes, piensas, discutes,
escribes, investigas… me apoyas, tensionas mis ideas, pones tus puntos de vista
y yo simplemente me embeleso ante ti.
1 comentario:
Sencillamente me embelese ante este escrito.. que inspiraciòn .. que palabras.. sencillamente espectacular.
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