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martes, 19 de marzo de 2013

ME PREGUNTÓ: “¿QUÉ SOMOS?” (JUSTO EN EL DÍA DEL HOMBRE)

Sus ojos claros brillaron ante la cercanía de los míos, unos segundos antes había rozado “accidentalmente” mi mejilla, con la excusa de oler mi perfume, yo que me había detenido en la forma de sus labios, sólo sentí un frío serpenteante por la espalda.

Empezamos hablando de nuestras relaciones anteriores y todas las estupideces -que en esos momentos pasados- parecían actos de amor, de pronto me fui enredado en los esquemas de su trato, sus mensajes de preocupación, sus ternuras disimuladas y el temor de descubrir que había más que una amistad entre los dos.

Me declaré vulnerable, ella, se declaró intimidada… yo por su belleza, ella por mi manera de mirarla… surgían palabras felices, encuentros casuales, citas formales, discusiones intelectuales y hasta momentos peligrosamente afrodisíacos.

Caminamos perdidos bajo la lluvia y ella parecía acariciar los árboles, para que una nueva lluvia nos mojara con más terquedad… tenía cierta timidez que -desde siempre- quise dinamitar, una especie de disfraz que supuse, escondía las maravillas de la inteligencia y las posibilidades de la sensibilidad.

Nos encontramos por esas cosas del destino o quizá el destino nos encontró por esas cosas… recuerdo que alguna vez hablamos de la importancia del aprendizaje significativo o de la creación de espacios-ambientes, en términos conceptuales; nuestras charlas variopintas iban desde los temas más profundos, pasando por elementos de actualidad, hasta la posibilidad de la transformación social.

Nos solazábamos como interlocutores válidos y pronunciábamos arengas contra la torpeza y aquellos regímenes de indigencia emocional a los que estuvimos sometidos, con asombro admitíamos que habíamos aguantado innecesariamente maltratos, humillaciones, mentiras… coincidimos en que habíamos aprendido a fingir, a disimular… y que de alguna manera estábamos en la tarea de perdonar.

Como si nada, caminábamos tomados de la mano, como si todo, nos abrazábamos al despedirnos, eran largas horas de compañía  de observación y un día decidí darle un pequeño besito en la mejilla, como señal de agradecimiento por un dulce que me había comprado.

Tenía esa modalidad en su esquema de trato conmigo, basada en pequeños pero subversivos detalles: toma tu mensaje, toma tu dulce, toma tu chocolatina  toma tu sonrisa… A eso hay que sumarle, su rápida capacidad para entender los planteamientos sensibles, por lo tanto me leyó con atención y además de hacer preguntas estructurales, fue capaz de sentir.

Mi primera precaución, fue no confundir, elementos de buen trato (cordialidad y amabilidad) con elementos de gusto (de eso que nombran como “llamar la atención”), era claro que, en mi caso, la decepción, era el motivo más urgente de tratar, en el de ella, según pude ver, se trataba de un tema de volver a creer.

Fue apareciendo en mi lista de números marcados y la cantidad de mensajes aumentaba exponecialmente… empezó a demostrar una confianza atractiva… quizá fue el primer aspecto en el que nos parecíamos…  y es que no damos un paso sin estar seguros que somos importantes para otro… nos es difícil tomar la iniciativa.

Compartimos algunos escenarios, tanto míos como de ella, hablábamos por chat y empezó el asunto de los mensajes mediante canciones: toma tu “Emociones” de La Derecha, toma tu “El lado Oscuro” de Jarabe de Palo, toma tu “Cuando pase el temblor “ de Soda Stereo, toma tu “Te vi venir” de Sin Bandera… y entre chistes, afirmaciones surgió la pregunta: ¿Qué somos?

Pensé en responderle: Humanos… pero no era momento de bromas.

Empezó el primer tramo, ese de la fascinante incertidumbre… ¿Cómo pasar de disimulados piquitos en la mejilla a un acople de nuestros labios? ¿Cómo saber qué estábamos ofreciendo cada uno?

Fue fácil. Nos vimos y hasta este momento no hemos dejado de besarnos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

ojala las relaciones fueran así...