Empezamos
hablando de nuestras relaciones anteriores y todas las estupideces -que en esos
momentos pasados- parecían actos de amor, de pronto me fui enredado en los
esquemas de su trato, sus mensajes de preocupación, sus ternuras disimuladas y
el temor de descubrir que había más que una amistad entre los dos.
Me declaré
vulnerable, ella, se declaró intimidada… yo por su belleza, ella por mi manera
de mirarla… surgían palabras felices, encuentros casuales, citas formales,
discusiones intelectuales y hasta momentos peligrosamente afrodisíacos.
Caminamos
perdidos bajo la lluvia y ella parecía acariciar los árboles, para que una
nueva lluvia nos mojara con más terquedad… tenía cierta timidez que -desde siempre-
quise dinamitar, una especie de disfraz que supuse, escondía las maravillas de
la inteligencia y las posibilidades de la sensibilidad.
Nos
encontramos por esas cosas del destino o quizá el destino nos encontró por esas
cosas… recuerdo que alguna vez hablamos de la importancia del aprendizaje
significativo o de la creación de espacios-ambientes, en términos conceptuales;
nuestras charlas variopintas iban desde los temas más profundos, pasando por
elementos de actualidad, hasta la posibilidad de la transformación social.
Nos solazábamos
como interlocutores válidos y pronunciábamos arengas contra la torpeza y
aquellos regímenes de indigencia emocional a los que estuvimos sometidos, con
asombro admitíamos que habíamos aguantado innecesariamente maltratos,
humillaciones, mentiras… coincidimos en que habíamos aprendido a fingir, a
disimular… y que de alguna manera estábamos en la tarea de perdonar.
Como si nada, caminábamos tomados de la mano, como si todo, nos abrazábamos al despedirnos,
eran largas horas de compañía de observación y un día decidí darle un pequeño
besito en la mejilla, como señal de agradecimiento por un dulce que me había
comprado.
Tenía esa
modalidad en su esquema de trato conmigo, basada en pequeños pero subversivos
detalles: toma tu mensaje, toma tu dulce, toma tu chocolatina toma tu sonrisa…
A eso hay que sumarle, su rápida capacidad para entender los planteamientos
sensibles, por lo tanto me leyó con atención y además de hacer preguntas
estructurales, fue capaz de sentir.
Mi primera
precaución, fue no confundir, elementos de buen trato (cordialidad y
amabilidad) con elementos de gusto (de eso que nombran como “llamar la atención”),
era claro que, en mi caso, la decepción, era el motivo más urgente de tratar,
en el de ella, según pude ver, se trataba de un tema de volver a creer.
Fue
apareciendo en mi lista de números marcados y la cantidad de mensajes aumentaba
exponecialmente… empezó a demostrar una confianza atractiva… quizá fue el primer
aspecto en el que nos parecíamos… y es
que no damos un paso sin estar seguros que somos importantes para otro… nos es
difícil tomar la iniciativa.
Compartimos
algunos escenarios, tanto míos como de ella, hablábamos por chat y empezó el
asunto de los mensajes mediante canciones: toma tu “Emociones” de La Derecha,
toma tu “El lado Oscuro” de Jarabe de Palo, toma tu “Cuando pase el temblor “
de Soda Stereo, toma tu “Te vi venir” de Sin Bandera… y entre chistes,
afirmaciones surgió la pregunta: ¿Qué somos?
Pensé en
responderle: Humanos… pero no era momento de bromas.
Empezó el
primer tramo, ese de la fascinante incertidumbre… ¿Cómo pasar de disimulados
piquitos en la mejilla a un acople de nuestros labios? ¿Cómo saber qué estábamos
ofreciendo cada uno?
Fue fácil.
Nos vimos y hasta este momento no hemos dejado de besarnos.
1 comentario:
ojala las relaciones fueran así...
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