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domingo, 16 de junio de 2013

DICE JUAN: "ENTONCES, HABLARÉ DE ESO".


Vamos a estar bien...
 Siempre, habrá honestidad, respeto y comunicación entre nosotros. 

Juan y María, empezaban a acercarse a sus propios miedos, tenían rastros del pasado, que les imposibilitaba aceptar cualquier propuesta que los hiciera felices. Habían hecho acuerdos, marcos de comportamiento general, basados en la comunicación, la cooperación y la colaboración; esquemas normativos relacionales, que implicaban hablar, estar presentes y decir aquello que sentían.

Juan era un tanto sensible, había jurado no volver a entregar su corazón, pues todo aquello que había vivido era un mundo triste de reminiscencias podridas, María, tenía tanto miedo de descubrirse, que había encargado a otros de hacerla feliz, así que, entre lágrimas y temores, había aprendido a amar a su modo: desde el miedo.

Es más fácil intentar amar desde el miedo, porque el verdadero amor te hace valiente y descabellado.

María empezó a sentir que Juan era intenso, exagerado y que últimamente, pese a la aceptación de algunos de sus amigos, pese al reconocimiento de otros -de Juan y su vida-, pese al esfuerzo de Juan por hacerla feliz, simplemente ella no sentía nada, excepto fastidio.

Juan fue vestido por María. Le puso un atuendo de paranoia, harapos de intensidad e hilachas de desesperación. María fue encasillada por Juan, la metió dentro de un esquema de intermitencia y cuando aparecía, sólo quería decir que la había extrañado.


De a poco, fueron respirando la falta de honestidad, aquella virtud de ser decentes al tratarse y ella, lo iba viendo como un loco desesperado y él simplemente la iba dejando de ver. Ya no eran razonables, mucho menos justos, y todo lo que hacía Juan, era visto con asco por María, y María se iba desvaneciendo en la verdadera locura de Juan, esa locura de amarla, pese a ella misma.

Llegó el tiempo de la incoherencia, y cada uno actuaba de acuerdo como pensaba y como se sentía, y, todo lo que hacía el otro era filtrado tristemente; toda propuesta, por hermosa y bien intencionada, era sometida al más descarado escarnio público. Juan y María, dilapidaban los restos de eso que llamaban relación. Un rótulo pervertido que tenía escrito en sí mismo la palabra rótulo.

Juan, intentó explicarle a María, que había un problema de honestidad, para ser más exacto, sobre el concepto de honestidad, pues, en la mayoría de casos, se cree que la honestidad tiene que ver con la verdad y que es lo contrario de mentir, o sea, se confunde con sinceridad. Eso, se debe a la confusión por la traducción del idioma inglés al español de la palabrita esa. Y María bostezaba, y María, pensaba en que no tenía que soportar semejantes soliloquios sin sentido, y empezaba a extrañar eso a lo que había renunciado.


Juan sin más armas que su corazón empobrecido por María, se callaba y pensaba que aquellos acuerdos que habían hecho, seguían siendo violados, alterados y acomodados, y se daba razones a sí mismo, sobre la confusión conceptual que sólo a él le importaba y pensaba... y pensaba...

"La honestidad tiene que ver con el respeto a la verdad en relación con el mundo, por ende a los hechos y demás está decir que a las personas... es aquí donde -pensaba Juan- entra el autoengaño". Se lo quería decir a María, como gran descubrimiento, pero se dio cuenta que decírselo, era el principio más evidente de autoengarse, así, todo se relacionaba, desde su perspectiva con eso que él entendía por justicia.

María por su lado, aprendió a defenderse de la latente y permanente amenaza romántica de Juan, y como respuesta a cada propuesta, construía un muro que permitía que aquel filtro se convirtiera en la ventana más nítida para ver los errores de él. 


Juan entendió, entonces le dijo a María que no la volvería a llamar ni a contactar, María descansó, respiró, y por fin, pudo cambiarse el nombre y rechazar las bienvenidas, por fin pudo, dejarse maltratar y disfrutarlo. Pudo encomendarse a sus supuestos verdaderos ángeles guardianes, custodios de los recientes envejecidos reinos, poblados de sombras alumbradas con la terquedad.

Juan cedió, Juan se dio a María... Juan cedió a María...

A María, Juan amaría...

Ella hubiese querido sólo a alguien que la amase... (de amar y de amasar)

Dicen que las crisis tienen nombre propio, que casi siempre vienen de aquellos gloriosos asesinos del pasado, llamados recuerdos.

Juan se dedicó a analizar verbos, María a estudiar sujetos, Juan estudiaba preposiciones, María adjetivos... ninguno se fijó en los sustantivos, pero ambos pensaban en nombres propios.

Se trataba de sólo un roce, un pequeño touch de gloria.


Risas, sonrisas, secuestros, música estridente, cantos de muerte, respiraciones de tranquilidad.

Esperanza... la pregunta por el carácter, el cuestionamiento por el criterio, la necesidad de creer en la candidez, la verdad irrefutable de la piel y aquello del círculo vicioso.

Afasia y soluciones pragmáticas.

Gestores de paz y consejeros emocionales.

Vida moribunda y certeza absoluta.

Juan y María.

"¿Qué esperas? le preguntó ella con voz fingida". "¡Nada!" Respondió él con donaire de dignidad. "¿Sabes? aunque estemos mal, te pienso", dijo ella. "No estamos mal, es sólo que no hemos hablado", le respondió él de inmediato.

Y se fueron disminuyendo las frases de ternura, y los te quieros y los besos eran extranjeros, y las negociaciones eran sólo transacciones más o menos a 202 kilómetros de distancia.


Despechos sin pechos y Ángeles que deben alquilar alas.

Juan y María, se besan una vez más. Las advertencias están sobre la mesa.

Destreza melancólica y el aprendizaje sobre mentir.

Delirios regalados y mensajes inertes en un cajón.

"Siento que no estás conmigo, que te has olvidado que juntos podemos llorar" se escuchaba a lo lejos."Que haya luz en tu vida yo quiero" se escuchaba de cerca.

Regalos despreciados y promesas de hacerse feliz.

Precipitado y refugiada.

Gracias Juan... Gracias María.


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Querido Poeta, me han abrumado tus letras, en la soledad mi piel, veo a aquellos que he intentado meter en mi vida y me pesa en el alma la tristeza del desconsuelo, soy María ¿sabes? y soy como Juan.

Gracias has filtrado una parte de mi alma, has hecho que me halle.

*Juana María

Anónimo dijo...

Qué hermoso texto, deja ver varias capas, se funden canciones, ilusiones y desengaños. Buen texto, Profesor.

Anónimo dijo...

Mi desconocido poeta, he viajado a mi mi tierra natal, allí la red es pésima, por eso estaba en cuarentena de tus historias. Siento que la agonía del amor te acaricia al compás del teclado de tu computadora, tuve un pequeño romance y te confieso que plagié alguno de tus textos, una pequeña parte, no todo, no me odies por eso.

Hoy tuve la posibilidad de leer tus nuevos textos y quedé maravillada con los recovecos de tu capacidad para ver lo que sientes.

Estás perdido en el amor y te envidio... crees aún y por ello me aterras.

Desde un campo con fresas y algunas aves de rapiña, te libero para que te vayas y vuelvas con las aventuras sensibles que leo con encanto.

Un poeta loco, es una redundancia, pero, necesitamos más locos románticos en este mundo funcional.