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lunes, 3 de junio de 2013

¡QUÉ VA!

Era simple, era un tema pragmático, ella era mayor y yo un adolescente. El tema empezó con miradas, después aceptación de los chistes mediante las sonrisas, luego eso de las indirectas, para llegar hasta los forzados momentos solitarios, en los que sin más lenguaje que el de las ganas, nos besábamos.

Al principio, me sentía afortunado, suertudo y hasta bonito, ella era una experimentada dama, cuya belleza, sabiduría y vida tendría el honor de compartir; recuerdo sus lecciones de etiqueta, protocolo y desempeño adecuado, en todo aquello que tenía que ver con comida.

Acuden a mi memoria, su perfume estacado en la comisura de mis labios, el paisaje de sabores entre su cuello, su pelo y su espalda y las conversaciones sobre el amor.  Recuerdo también cómo mis ojos brillaban ante ella, tuve que aprender a callarme, a disimular, a fingir, era imperioso, no decirle a nadie que yo, andaba con ella, simplemente, no se podía saber.

Después de ir a sus clases de etiqueta y por supuesto practicar lo teórico, había que volver a la realidad de nuestros roles, y ahí empezó mi primera confusión, pues no sabía si lo real era lo que pasaba en nuestra intimidad o aquello que debíamos mostrarle a los demás, y asumir esa farsa me llevó a refugiarme en un romanticismo insensato, para disimular el cinismo de la frialdad.

Para completar la escena, leía a Shakespeare, y ese aspecto me hizo sensiblero, también hay que sumarle a eso, que ella, sólo leía revistas femeninas, con encuestas y todo, y yo, aprendí a disfrutar esos temas, entre Julieta y "Variedades", entre Romeo y "Mujer Actual", fui construyendo el mundo argumental y sensible para asumirme como su amante, para asumirla como mi amada.

Entonces, debí aprendí a represar lo que sentía, aprendí a sentir que no sentía, pues a cada manifestación de ternura, romanticismo o admiración, ella, me callaba con sus besos y seguramente, inspirada por mi piel joven, todos mis conatos supuestamente poéticos, eran empalagosos y estorbosos.

Así, que ante mis frases plagiadas de Romeo: "¿Sabía yo, qué es el amor? ¡Ojos jurad que no! porque nunca había visto una belleza así" ella respondía con un: "tan bonito, béseme" y me fui agotando en su piel y recorrí sus recovecos y si ella se empalagó de mi ternura yo lo hice de su liviandad.

Pasó, un día no quise acceder a sus peticiones y ella lo tomó como ofensa, un día planeé un encuentro romántico y ella no fue, un día le compré un regalito en una tienda de peluches y ella no lo recibió.

La lección sobre lo que se debe hacer, lo que se tiene que hacer y lo que se quiere hacer, estuvo aprendida, pasaría el tiempo y de vez en cuando volvería a Shakespeare, a ella no, me dejó la cicatriz de la inexpresión y la convicción de que hay que decir lo que se siente, so pena de quedar relegado a la autotraición... lo que sigo construyendo, es la manera de decirlo:

"Que tu tristeza no te embargue tanto como para no quererme, que no saltes de amarme a quererme por las circunstancias, que entiendas que te extraño tanto...

Vuelve, pronto y sin condiciones, no me relegues, no quiero ausentarme de esto que hoy siento... para mí es fácil callar, lo que es complicado es mi silencio, que fragua tristezas y desencantos...

Si me apago, préndeme, hoy sólo son precisos un par de besos y dos palabras... pero, presumo que la cuenta ha de subir, la devaluación sentimental, hará de las suyas..."

Ella: ¡Qué va!, béseme, pues sus palabras no me hacen sentir lo que sus labios sí...

Yo: Está bien... 

1 comentario:

Pollito Pataletoso dijo...

No hay que decir mucho!!... esto sencillamente me mató...!!!!!

me conmovió, me recorrio por completo.. me creo me genero.. me pasó de un estado a otro efusivamente.. sus palabras siguen siendo hermosas.

Pollito Pataletoso.