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martes, 17 de septiembre de 2013

DE SU AFÁN DE AMARLA (ÚLTIMOS VESTIGIOS DE ASCO)


"Se podría afirmar que la acción del afán, tendría que ver con el acto de afanar; etimológicamente afanar, tiene un origen árabe e indica un agotamiento por pasión, algo así como una pasión desmedida, pero la discusión se plantea desde su origen latino, “affanare”, que para algunos estudiosos tiene que ver con palabras sin sentido, y por tradición en las lenguas romances se tradujo vinculado al apuro o estar apurado.

Sin embargo, la palabra latina “afannae” que se vincula en su significado a elementos relacionados con la estupidez, se deriva a un verbo: “affannare” que implica, darse problemas a sí mismo.

Veamos lo que dicen los expertos:

Corriente, en su Diccionario de arabismos aboga por el origen árabe en estos términos: A la vista de las dificultades que entraña la etimología bajolatina de esta voz y sus equivalentes y derivados en castellano, catalán y portugués, pare probable se trate de un deverbal de *A(D)+fan(a+Y)ÁR, verbo denominal híbrido formado en romance sobre el ár. "fana", extinción mística; agotamiento amoroso.



Y habló con un amigo de ella, había pasado un tiempo desde su rompimiento y antes de aquella charla no la había sentido como una amenaza. Era claro que él había hecho lo posible, lo medianamente posible, como para no dejar que su venganza, ganara la batalla ante lo vivido, estaba en aquella pugna entre los bonitos recuerdos y la asquerosa situación final.

Se había perdonado, había dejado que las heridas de su alma cicatrizaran y que su cuerpo experimentara los contactos con otras pieles; gradualmente se hacía lejano el supuesto placer de darle masajes, las complacencias aparentes y vulgares o las humedades más bien mediocres… alejar su piel, dejar de recordar el sabor de su sudor, borrar su carita de dolor y placer; todo ello había sido fácil,  lo complicado, lo realmente difícil, era perdonarse la estafa a la que se vio sometido, saberse torpe, cándido y confiado, y ahora, comprobar su intuición: él había quedado como un insensato, intenso, afanado y necesitado, su imagen era la de un desmedido, descalibrado y sofocante ser.

El amigo en común, no quiso abordar el tema de ellos, fue él mismo quien confesó que todo había terminado en una tragedia barata, mientras fumaban se intercambiaron miradas y fue entonces cuando, ese amigo soltó todo:

“Yo pensé que yo era el afanado, pero en definitiva, Usted se lleva el record” y le empezó a subir por la columna una indignación venida de la dignidad, huyó del tema, diciendo que había sido un problema de estafa, porque ella le había prometido no hacerle daño y comunicarse siempre, y él se había instalado en ese paradigma, quiso decirle que la historia, que ella le había contado, estaba sesgada, y que él, ni siquiera se imaginaba los pormenores, pero, no pudo, ya no había nada que contar, ella estaba por debajo de la lástima, ni siquiera podía sentir asco o rencor, no era parte de su memoria, era la representación de la ausencia, que al igual que el silencio, cuando se nombra desaparace.

En un arranque de reivindicación masculina, en parte por el ego herido, en parte por la desventaja de no poder contar la versión de su relación con ella, dijo: “pero, se disfrutó” y hubo risas de aprobación ante el comentario.

Se despidieron y aquel se puso a pensar, en el motivo exacto, la razón sincera, por la que no podía recordarla, llegó a su sitio de trabajo, abrió su cajón y aún estaban unas carticas de amor que ella le había escrito, recordó que en aquel mismo escritorio ella había dormido en un mediodía y que en su computador, él le había escrito tantas veces… tantas cosas…

Pero los recuerdos se diluían, como yéndose a un sifón, a sabiendas de su propia existencia farsante y como vestigios mentirosos de una relación que incluso miente sobre lo que no fue; él hace una pausa, atiende algunas de sus labores y queda con la sensación de que algo ocurrió entre él y ella, de que su imagen de niña buena, sigue, y que él ahora, es un perdedor, un insoportable y angustiado enamorado.

Lee algún texto sobre el afán  

“Se podría afirmar que la acción del afán, tendría que ver con el acto de afanar; etimológicamente afanar, tiene un origen árabe e indica un agotamiento por pasión, algo así como una pasión desmedida, pero la discusión se plantea desde su origen latino, “affanare”, que para algunos estudiosos tiene que ver con palabras sin sentido, y por tradición en las lenguas romances se tradujo vinculado al apuro o estar apurado.

Sin embargo, la palabra latina “afannae” que se vincula en su significado a elementos relacionados con la estupidez, se deriva a un verbo: “affannare” que implica, darse problemas a sí mismo.

Veamos lo que dicen los expertos:

Corriente, en su Diccionario de arabismos aboga por el origen árabe en estos términos: A la vista de las dificultades que entraña la etimología bajolatina de esta voz y sus equivalentes y derivados en castellano, catalán y portugués, pare probable se trate de un deverbal de *A(D)+fan(a+Y)ÁR, verbo denominal híbrido formado en romance sobre el ár. "fana", extinción mística; agotamiento amoroso.



Sonríe,
se acomoda a la versión de “agotamiento por pasión”
 una especie desgaste amatorio,
pero sin duda,
esto es una extinción mística...
quiere recordar, pero no puede,
quizá acepte que su autoestima desvencijada,
es parte de su problema
y
 que tiene que observar con más atención
 a quien le entrega su alma.

"¿Ella tendra alma?"... se pregunta sin pretensiones románticas… “No.” Se responde enfático desde su racionalidad elaborada… "¿Por qué?" Se cuestiona desde su desconfianza existencial, “Es fácil, -se dice a sí mismo desde su cinismo recompuesto- no puede sentir más allá de lo que vive”, y entró en un debate agudo sobre la existencia de su alma y el argumento pusilánime… de repente hubo silencio, pues el asunto ya no era un tema de argumentos o posturas, era tan simple como saber que esas carticas, fueron escritas sin sentido… Y una voz terrible se escuchó al fondo, era el dolor: “Entonces, ¿tienes que menospreciar lo que vivieron juntos, para olvidarla? – y soltó una risa burlona y sonora, "¿Por qué no dejas de jugar a olvidarla y lo haces de una vez?", en ese momento, hubo un pequeño silencio y comentarios de las voces aquellas… y una voz delgada, fina y tranquilizante dijo: “No, no se trata de odio o menosprecio, todo se resume en la incapacidad de ella de entender, de comprender, así que ella no está obligada a nada, pues eso del agradecimiento, es para quienes tienen la capacidad de saber quienes son, ella no sabe, no le importa, no le interesa, y vive en lo más superficial de su propia piel… así que, para terminar esta discusión, vale decir que su alma, es tan incierta como su inteligencia”, se diluyó aquella voz y todas las demás voces se callaron, como aceptando, como asimilando la profundidad de las palabras. Había hablado la dignidad.

Alguien lo saludó y lo sacó de aquel diálogo inconsistente, sus ojos brillaban, no de tristeza o de felicidad, su mirada estaba pintada de visos dignos. Tenía mucho que decir, pero había que esperar a quien realmente lo pudiera escuchar.

Al salir, quiso romper esos papeles escritos refugiados en su escritorio, pero decidió dejarlos ahí, no como un fetiche, o un recuerdo desgastado, sino como la huella de que un simple objeto inanimado, puede, sin duda, producir objetos. 


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