Ahí estás, refugiada en tu maquillaje y ocultando tu tragicomedia
existencial, huyendo de tu realidad escuchando música que habla de amor y
haciendo lo que mejor sabes hacer: fingir.
Ahí estoy, alterado por tu silencio espantoso, culpándome de
ser como soy, sintiéndome con poderes venidos de la crisis de consciencia y
fastidiado por el mundo real que imagino.
Con un remordimiento de comprador, con la mirada en el piso
y los ojos en las sombras de la estafa, voy despacio sin afán de perdonarme la
estupidez y disfrutando la mezquindad que aprendí a tu lado.
Se presentan giros dramáticos en el discurso -que no
entiendes-, también hay teorías de
conspiración que sólo causan risa, dramas ajenos, nuevos vicios y la certeza de
asumir la frustración que no es reconocida.
Te invento como un avatar deforme, juego y te deshago, te compro
virus y te abandono, en esas realidades, en esas fantasías, sigues siendo
pedante, torpe y vas pudriendo lo que tocas, eres como una construcción falsa
en la que me subí, sólo eso, me subí.
Ya en la mitología no tienes nombre, el enojo habla por sí
solo, ante tu desafío de lo posible vienen las cartas de renuncia, ante tu plan
de vida se aparecen las risitas insolentes, ante tus distracciones se presentan
las carismáticas ganas de ser alguien.
Sobrevivo… no sé cómo. Me arranco de mi pasado, desconfío de
los que me rodean, supongo que me hurtan, estoy convencido de que abusan de lo
que soy, me volviste un cabrón cínico, y ahora te recuerdo como tal.
Mastico sin asco el odio, me jacto de la crueldad, asumo
paternidades irresponsables, y me puedo mirar de frente sin decepcionarme.
Es que ser un árbitro de uno mismo es sencillo si el público
es injusto, es que los Dioses se ríen de los que creen, es que la indignación,
se manifiesta con pequeños anexos de envidia que se saborean al ritmo de la
mentira más grande: Tus te amos.
Suena al fondo una música infantil, una pequeña explosión,
la risa repentina y tú de nuevo sin sorpresas, siendo la misma huérfana, llorando
por protocolo, quedando bien con los demás por la angustia inversa de estar mal
contigo misma.
Tarda, llorona, ausente, esquiva… pero linda; miope,
chillona, irresoluta, presumida… pero toda una muñeca… y yo, de lejos, el más
patético observador de miserias, y yo, el más divertido frustrado vengador de
infelicidades…
Puedo burlarme de mí mismo y tú que piensas que piensas, y
tú, tan tristemente feliz… y yo tan venturosamente
desconsolado… estamos a la par: Cubiertos por máscaras construidas con los
restos de los rostros rastreros que mostramos. Lo hiciste bien, como en esos
dramas que ves hasta la madrugada, que son simples, en el que el malo es obvio,
el bueno no puede hacer nada y todo termina con aliados imperceptibles a la luz
de la lógica. No sabes de qué hablo, ¿verdad?... no es relevante.
Un último
comentario: no tienes permiso para entrar nada en mis fronteras… simplemente,
porque ya no importas.
1 comentario:
Mi venenoso poeta, hoy tus letras destilan odio, aún así bellas y certeras, valientes, osadas y primarias, casi caníbales, casi suicidas.
Te prefiero así, en los linderos de la locura propia de quien sabe que el amor vale, y los estúpidos quedan señalados por su ineptitud, por su vulgar manera de asumir lo sagrado del amor.
Te reitero mis respetos, un día te enviaré mis letras que cuentan lo que vivo.
Besos de letras para ti y tu alma enferma de pasión.
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