AQUI PUEDES SEGUIR ESTE BLOG

domingo, 24 de noviembre de 2013

CANTA TU PROPIA CANCIÓN (LO QUE QUEDÓ DE LA LIBRETA DE TUS SUEÑOS)


Me gustas. Lo sabes, y así digas que no, no sabes qué hacer con esta información.

¿Cómo hablarte si sólo me dejas con palabras que no he dicho? Parece entonces que me intento comunicar con alguien a quien antes de conocer tuve que extrañar y entonces me voy llenando de simplezas, no porque seas simple o trivial, sino porque intuyo que llevo demasiada carga y tu columna existencial tiene serias restricciones de capacidad de carga.

Un día dijiste que apuntabas los sueños en una libreta -para acordarte de ellos- y yo, soñador inocente, romántico osado, sensible insoportable, pensé que quizá yo podría estar en las letras de aquella libreta, en que tal vez me filtraría en tus noches y que posiblemente te acariciaría en tus sueños, tanto en los profanos como en los cándidos.

Y me fui descolgando por tu pelo brillante, y fui poniendo puntos de ubicación en tu cuello, como un acupunturista novato, y aprendí a disfrutar de tus frecuentes comentarios ácidos y tus escasas manifestaciones de dulzura. Es por eso que aquella vez te quise como eras y hoy te admiro como eres, por eso me gustaste como te mostraste y hoy me encantas como te proyectas en este presente -que no sé qué trae, pero quiero asumirlo, con tintes de cielo y pinceladas de infierno-.

Tomamos café, fumamos, te reíste, te burlaste del mundo… me tomaste como un café, me fumaste, te reíste de mi, te burlaste de mi manera como quise recrearte en mi mundo; de tal manera, has estado encerrada en tu propio sanatorio, construido de fracasos y maltratos, y todo aquel que intenta entrar es tratado como extraño, como ajeno, como impertinente… ¿ves? te hablo de memoria, y tú tan amnésica, te hablo de volar y tú tan terrestre, por ello, dejo de recordar y prefiero reptar… Es posible que se entienda esto como un bajonazo de nivel, o que tengo que negar lo que soy para estar a tu lado, pero, para qué me sirve todo lo que soy, si prefiero dejar de ser para estar contigo… ¡Ah! Me puse filósofo, lo lamento, pero no quiero ser un muñeco de plastilina al que amoldes a tu acomodo y cuando me tengas como quieres tenerme, te aburras porque ya no soy lo que era, ya no soy aquel a quien conociste y entonces me dejes, -como pienso que lo harás-, pese a todo, pese a que, soy un extraño más, que intenta entrar a tu sanatorio, y pese a mis buenas intenciones, intuyo que me leerás en clave bellamente paranoica.

Tu filosofía de libertad, me parece interesante, diré que la encuentro contradictoria, pero bella, y es que justo en ese mensaje libertario, aparece el tema de la culpa como protagonista, pero, la verdad, no quiero entrar en debates, que no sólo te aburren, sino que desdibujan mi compromiso de no leerte más allá de lo que eres.

Sin pensar mucho, te llamé y te canté, después me sentí ridículo, cursi, con estrategias pasadas, repetidas y reprobadas, ¿te ha pasado que quieres hacer algo, lo haces y después te arrepientes, no por lo que hiciste, sino por querer hacerlo?... es loco el tema, lo sé, quizá con estas letras enredadas, pueda desenmarañar lo que hasta ahora no sé qué es, me refiero a lo que siento por ti.

Y parece entonces que te gusto, y me voy creyendo bonito, y siento que puedo compartir parte de este viaje… pero me aterra que te de miedo y me va dando terror que tus horrores me los achaques, me los endilgues, que me vuelva un depósito, es decir, un repositorio de tus angustias.

Funjo como traductor de mensajes del cielo, soy el que interpreta los mensajes del mundo de los muertos, tengo tanto para darte que desperdicio lo que soy y mi ego y yo celebramos, como bipolares amigables y me vas dejando que me observe y me permites con tus palabras, que yo me escriba y que como excusa para vivir, yo escriba para ti.

Compraré todas las boletas en tu rifa, -y no es que seas un premio- , no se trata de obtener tu cuerpo no blasfemado, ni de embriagarme con tu supuesta humedad abundante, no es un asunto de posesión, de control o de dominio, todo esto es la posibilidad de estar en los renglones de tu libreta, esa misma del comienzo de este texto que se envuelve sobre sí mismo, -como tus pestañas-, así como tus culpas que vuelven sobre sí mismas para recordarte tus valores, tal cual, como lo que siento por ti, que también se envuelve sobre sí mismo como refugiándose de tu incomprensión.

Si no estás preparada, cuando yo llegue a tu puerta, seré un extraño… habrá que ver, si quieres conocerte, para poder conocerme, habrá que ver si quepo en tus noches y en tus días, si eres valiente como profesas o cobarde como temo.

Habrá que ver, si nuestros labios se acomodan en un piso de madera, si discutimos en público y nos acoplamos en privado, si tu sudor cae sin pretensiones sobre mi piel, o entablamos diálogos sobre la métrica de Benedetti… ¿Acaso veremos el sol cuando ilumina el mundo?, ¿Acaso perderemos el equilibrio y trasgrediremos el llanto?... No lo sé, y aunque lo dudes, no me importa, no porque no seas significativa, sino porque me enseñaste a no esperar, a disfrutar de mi esperanza de verte, a tolerar tu ausencia y a arrullarte con mi sentido más plebeyo: Mi fascinación por ti.