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jueves, 1 de mayo de 2014

¡AY! LE DA HIPO (TÍTULO OPCIONAL)


El color de sus ojos cambiaba
cada vez que el triángulo de su vientre
se deshacía en la línea de mis manos...


En ocasiones, de aquellos que menos esperas recibes las lecciones de la vida, algunas veces, tus miedos se construyen con experiencias negativas o temores al futuro de que pueda pasar de nuevo. ¿Qué? ¿Sentirse solo? ¿Vulnerable? ¿Traicionado? ¿Expuesto?... Y empiezan las ideas amenazantes, las coincidencias de los tiempos, las sospechas… la libertad se convierte en la prisión más cruel; sus labios que al principio mordían hoy saben el punto correcto, entre el dolor y el placer. 

La he observado, le he enseñado, la he dosificado, la he desgastado, ha sido mía y también ajena… ha sido deseada, se ha hecho desear. Sabe callar, susurrar, consentir, detenerse, se hace la sumisa y me doy cuenta que todo tiene que ver con ella, que cada cosa, por absurda que sea, tiene un vínculo emocional, romántico, simbólico o espiritual, con ella, su mundo y todo eso que siento.

Me hace perder la seguridad, de la que ella misma dice que se aferra, soy su espectador lelo, y la perspectiva de su cuerpo visto desde abajo, me hace pensar en la química, la geometría, la geografía… funjo de técnico y de científico, hago investigaciones como espeleólogo de su vértice, entreno como cartógrafo de su ombligo… pero también vivo en su ser, soy su fontanero, su electricista, su conserje… Por eso, ando ocupado y distraído, pensando, cómo mejorar todo lo que tiene que ver con ella. 

Ella, me captura, con una inusitada violencia dulce, sabe que, conmigo, todo se resume en un par de consentimientos, buenas maneras y lubricidad permanente, ella me hipnotiza, y parece que entendió rápido, que aquí, que esto, se maneja con sensibilidad, buen gusto y algo de perversión; ella me deja navegar, con la certeza de que volveré cada vez más rápido a su puerto… porque se sabe mi brújula y faro.

A pesar de haberla recorrido, no puedo descifrar el color de sus ojos, ni identificar los matices que adornan su pelo, pese a que he sujetado su cuello, no puedo contar de qué está hecho o calcular el diámetro de sus caderas… porque con ella, no pienso, y según Descartes, no existo. 

Es verdad, al meterme en ella –literalmente–, me perdí para mi, y me hallé en ella, en su temperatura, en su sabor, en su olor, en sus gemiditos prohibidos. Cada vez más me voy mudando hasta donde está ella, a su templo, a su fortín, y ella me deja entrar, hace fiestas húmedas de bienvenida, carnavales temáticos, y ella me acompaña, me recoge, me alimenta… se porta como un príncipe, y yo que para estas alturas, me voy convirtiendo en una repelente y malcriada princesa... y ella me devuelve mi lugar, me hace sentir su señor, su súbdito, su sirviente y su edecán.

Me toma de la mano como guiándome por la senda de mi vida, yo la beso con estrategias simples como pasarle con la boca una pastilla mentolada; me atrevo a darle golpecitos inapropiados y ella me mira como insultándome, y yo que aparentemente también aprendo rápido, disfruto de sus improperios respetuosos.
  
Me hace caso, le obedezco, me escucha, la adoro, me da, le recibo, le ordeno, me obedece; ella únicamente me susurra cositas inconfesables, y yo solamente... me voy sintiendo suyo. Es una relación amistosa entre el poder, el orden y la certeza, también entre la confianza, las ganas y el deseo (nótese: dos tríos) Pero dice que, por ahora, no necesitamos soporte adicional, también dice que me adora y también dice cosas que no puedo decir aquí.
  
Sabe de mis miedos y para mi angustia permanente, parece que los administra a la perfección; disminuye mi culpa y aumenta mi impudor, me pide más, me da instrucciones exactas de qué quiere, y yo me voy derritiendo ante su seguridad, y yo que me jacto de ser líder, y ella tan sin pretensiones.
  
Por ello, dije que te puede enseñar quien menos esperas, por ello todo esto me devuelve a ese estado al que no quiero llegar, sentirme así, tan millonario de su ausencia y tan pobre de su afecto, no quiero sentirme un naufrago suicida en sus mares, pero no sé hacer más que provocar sus fuentes.
  
Las ideas confusas ya no sirven, los conceptos se ríen de su racionalidad, el cuerpo reclama su piel como terreno propio, es como si la piel mordisqueara caramelitos, como si el cuerpo saboreara su propia esencia.
  
Se trata de viajar, de hacer planes, pero a la vez de vivir cada segundo, es una ecuación multidimensional, en la que el tiempo se expande y se contrae, es una fórmula matemática con números que no se comprenden en este plano… se trata de un nuevo lenguaje, un nuevo código, otras categorías… y nuevamente la supuesta lógica de explicar lo que siento, no está de acuerdo.
  
Hago pataletas, y ella me paladea con maternalidad perfecta, me cree, le creo, me asume, la asumo.

Me saluda en la mañana con mensajitos tiernos y yo me abstengo de decirle más cosas, quizá para que no se asuste, quizá porque debo regular, dosificar… pero ella es mi filtro principal, como un tatuaje, por el que entra todo su sudor y por el que sale toda mi admiración. Tomo cosas de su cuerpo, las junto con temas de su alma, las revuelvo con sus locuras… y voy creando textos que escribo con la delicadeza ruda de mis caricias en su silueta.

Ella duerme, yo la miro, me hace adicto y me regenera. ¿Sin pretensiones? ¡Já! Claro… tiene una sola, la más evidente, es hacerme tan suyo como sea posible… y yo que ya estoy en oferta, y yo tan objeto, y me siento como un texto de ensayo académico y ella que es mi autora y quien escribe mi tabla de contenido... y si soy entonces un anuncio de neón, ella vendría siendo... electricidad.

No puedo abusar más de las metáforas porque soy una de ellas, soy su metáfora…

“Disculpe”,
 me pregunto a mí mismo,
 “y el título de este texto,
 ¿qué tiene que ver con todo esto”,
 me rasco la cabeza y me respondo:
“Ella, tiene que ver con cualquier cosa,
 todo me lleva a ella, es mi web semántica…
 (y en ese momento me da hipo)”

“Ah, sí, claro”,
 me respondo,
sin entender nada.

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