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domingo, 4 de mayo de 2014

ODIO A LOS CAVERNÍCOLAS

Los patanes tienen su encanto...

Me caen mal, no los soporto, quizá los envidio... son esos, los rudos, los patanes, esos que parecen siempre en actitud de crianza de perros... tan dominantes, tan seguros... y uno, todo sensible, enamoradizo... Pero, tengo bajo mi manga una carta mágica, se trata de mi buen humor, que a veces se camufla de ironía, otras tantas se maquilla de sarcasmo y muchas veces es la manera como digo aquello que no me atrevo a decir de frente.

Ese es el punto que más envidio de los cavernícolas esos, que son directos, y uno tan exacerbadamente solemne, ellos, son mas bien salvajes, y uno tan culto y decente, ellos, sudan y se jactan de ello, y uno lleno de fragancias costosas.

Otro aspecto, que me parece envidiable, es la practicidad, no los creo conceptuales, no miran las aristas, las posibilidades, las implicaciones, las consecuencias... son tan... tan... libres, y uno tan atado al sentido, al resentimiento, a la memoria.

Los patanes, son francos, si algo les aburre, bostezan y se tocan los genitales como simios, en cambio, uno tan sublime e hipócrita, piensa en lo que puede sentir el otro, disimula, oculta...

Ellos no tienen consideración en cómo se portan o cómo tratan a los demás, y uno siempre pensando en la educación, los modales, los valores. No cuidan su léxico, son básicos, y eso les da un aire de seguridad inusitada... y uno tan dudoso. Por lo tanto reaccionan de una manera inesperada, no tienen filtros de autocontrol y van diciendo lo que piensan... se les ha tildado de poseer sinceridad agobiante.

Es verdad, esa seguridad de macho implacable, quizá es la medalla de testosterona, su mirada no disimula las ganas y van escupiendo frases groseras, que resultan incomprensiblemente atractivas para algunas de ellas.

Y uno todo elaborador de palabritas bonitas, y ellos tan bestiales... Patán que se respete tiene su pinta, son como los niños malos... miran mal, y siempre consiguen un grupo de súbditos que los siguen... y siempre capturan a la más bonita y uno que le había escrito poemitas desesperados de ausencia permanente.

Voy a intentar ser patán... 

Texto patancito:

Tú, criador de perros, me caes mal, tú maldito invitador de almuerzos costosos, te ganas mi odio, tú besador repentino, deseo que te pudras, tú, que no preguntas y sólo quitas la ropa, te deseo fallas en tu desempeño genital, tú que cultivas tu cuerpo y olvidas tu alma y tu mente, vete a los infiernos...

Tú, patán, que te refugias de tus inseguridades con discursos prestados, por qué no te miras con los únicos ojos que tienes: los de la estupidez, tú, insensible, tú, basto, tu, ordinario... tú, feliz, tú, que no sabes de depresión ni amargura, porque vives en fiesta permanente... tú, sabes que te envidio.

Y entonces pienso que no escribo sobre ellos, sino sobre lo que siento por ellos, y los veo hablar tan fácil, acercarse tan fácil a la más hermosa del grupo, son realmente temerarios, no tienen nada que perder y parece que están preparados para el fracaso y uno lleno de tanto miedo, de tanta autocompasión.

¿Dónde queda la sensibilidad de los patanes? ¡Ya sé!, ¡Ya sé!... se ubica justo en su capacidad de descubrir a aquellas con baja autoestima, que prefieren ser maltratadas, que les gusta sentirse humilladas, que siempre piensan que pueden salvar un caso perdido y uno tan ubicado, tan centrado, con la vida tan resuelta, y ellos tan enigmáticos, tan rebeldes, tan oscuros, y uno tan preclaro, tan conceptual, con tanta técnica encima, y ellos tan intuitivos.

¡Ah mis patanes!, son como los esclavos... sin responsabilidades,  les gusta y saben herir, son seguros de sus inseguridades, fingen que fingen.

Y uno tan autoanalítico, tan lleno de proyectos y sueños, tan cuidadoso, tan pulcro.

Vayan pues por el sendero que conduce a Patanlandia, que se encontrarán con un grupo de agradecidas desenamoradas, que pronto se dieron cuenta de la falsa estructura de sus palabras.

¿He sido patán?... ahora que me lo pregunto, la respuesta es no. Quizá malcriado, pataletoso, a veces indecente, muchas imprudente... pero siempre he huido de la ordinariez... creo en las buenas maneras, en el protocolo, en la técnica, en el conocimiento... creo en los Patanes.

1 comentario:

Anónimo dijo...

en el fondo todos envidiamos parte de lo que les sobra a los patanes...