Esta madrugada hay llovizna, y
las gotas golpean en la ventana simulando una sinfonía cruel y mediocre que
invento para negarme a escribir. Quiero pensar en nuestros buenos momentos,
como aquel beso poco romántico en el parque con peligrosos y drogados habitantes
y de fondo un pequeño depósito de basura, o quizá la vez que me confundiste con
alguien y en algún momento que iba a tomar una ruta equivocada me gritaste con
otro nombre… lo sé, lo sé, aparentemente los dos recuerdos anteriores no
parecen románticos, ni nada agradables, pero es que tienes la magia de
convertir todo en una maravilla con esa forma de cerrar los ojos como sabiendo
que cometes una pilatuna, y todo se transforma, entonces entreabres un poquito
los labios y quedo en captura permanente, soy literal, espiritual y
corporalmente tuyo.
Te saludo con reverencia como si
se tratara de mi personaje favorito de ficción, te huelo con vehemencia como si
me alimentara de tu esencia y pongo la cara de estúpido como cuando le hablas a
un bebé… todo me pasa, tu primera sonrisa, tu último enfado, mi primer
alucinamiento de que besas a otro, tu última certeza de saberme tan tuyo como
tu autoestima.
Siempre has preguntado si te diré
cuando las cosas puedan ir mal, cuando sienta que pase un mal rollito entre
nosotros, y tus manos van hablando otro lenguaje y cada vez miras más tiempo
por la ventana. Y yo, pues, bueno yo, te beso menos, según tú, o al menos con
menos frecuencia.
Quizá todo esto sea el resultado
de que no contestes mis llamadas, y me vuelvo envidioso, egoísta y mi discurso
sobre amarte se cae por sí mismo, y sólo soy un poseedor indigno de tu vértice
fuente, y yo que convoco tus anhelos y tú que me haces convocarlos.
Si lo miras con calma, esto no es
un reclamo o una reprimenda, ni siquiera tiene la alcurnia de una amenaza
malcriada, esto es el sabor ajeno de no sentirte cerca, esto es la extrañeza de
un beso, la canción equivocada, el himno fallido de la angustia, la bienvenida
a los fantasmas.
Sí, fantasmas altos y de brazos
atléticos, un poco poetas o quizá rudos, que huelan a perro, que consuman
marihuana o te muerdan partes prohibidas, estilizados, o soberbios, que ostenten
poder o sean un poco chirosos, elegantes, inteligentes o torpes, con buen,
pésimo o excelente desempeño en las lides de hurgar tu vientre… Deliro… suspiro…
No puedo permitir que las imágenes me ganen la batalla en la proyección de mis
recuerdos contigo… Lo siento, en verdad, lo siento, pero mi vulnerabilidad
emotiva me lleva a pensar que no soy lo que esperas, no soy lo que buscas… no
soy.
Debo fumar...
...
Vuelvo.
Con más tranquilidad y
quizá dopado por la nicotina, siento que te equivocas al escribirme mensajes,
me confundes… y me quedo paralizado ante la posibilidad de que entres a mi
mundo, de que tengas tanto poder, de que haya dado tantos permisos, me
recrimino. Una vez más siento el dolor en mi vientre, quizá por mi colon sentimental
o porque sé que esta vez no hay vuelta atrás con eso de amarte.
¡No me juzgues! Soy humano, tengo
un relieve emocional denso, difícil, y me acuso a mí mismo de disfrutarte, como
si fueras un pecado obligatorio, como si mis muecas te causaran la ridiculez y
la pena ajena en vez de un tinte de alegría.
Pero al final, siempre me salvan
tus besos y vuelvo de mi propio país inundado de inmundicia, me recobro de la
saciedad de lamer mis propias heridas, soy tuyo de nuevo.
Aquí me tienes… ¿Aún
quieres hablar de ausencia? Prefiero quedarme a tu lado que irme, porque así
soy yo, porque así me has hecho, si notas mi silencio en tu presencia, sólo es
que te estoy extrañando, así, que prefiero, no hablar de ausencia, si me lo
permites.
1 comentario:
Excelente, una una cada una de tus letras en el escrito, parase recrear momentos de mi vida con un ser especial con el que prefiero quedarme a su lado que irme...
Publicar un comentario