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viernes, 5 de diciembre de 2014

CARTA ADOLESCENTE (NO SE BURLEN)

  
¿Uno qué va a saber cuando es amor, 
cuando son ganas o cuando es curiosidad?

Quisiera negar que me gustó de primerazo, he estado en ese intento de convencerme que no me llamó la atención su pelo largo, el color de sus ojos, ese estilo medio hippie y medio de clase alta… ¡EXACTO! Era como una gomela hippie, que parecía levitar en medio de todos nosotros sus mundanos admiradores.

Supe de ella algunas cosas, que se había metido, con algún fulano poético, que había enloquecido a un patético adulador y que alguno de sus amigos llevaba cotejándola años enteros.  Juro que yo no quería acercarme, digámoslo así, no quería involucrarme con esta muchacha bonita, porque según mis registros, experiencias y vivencias, el precio a pagar al relacionarse con alguien de semejante perfil, es carísimo. Ya saben, todo ese tema de la autoestima de algunas preciosas, que es inversamente proporcional al espectáculo de su belleza.

En fin, he de decir que hubo un acercamiento estratégico de su parte, demostró con timidez algunos de sus conocimientos literarios, expresó con claridad algunas de sus ideas y alguna vez leyó uno de mis textos. Fue entonces cuando fungió de lectora seria, recia y entonces, hacía comentarios sobre la estructura, el ritmo y hasta destacaba partes de los textos, que yo no había visto.

Obvio, dirán, me aduló, y yo con esta ansiedad de reconocimiento, pero la cosa no terminó allí, en alguna charla en el trillado café romántico, me contó asuntos de su vida, e iba dejando notas al pie, que demostraban una filosofía extraña, en cuanto la forma de ver la vida.

Alguna vez caminábamos hacia un supermercado para comprar una bebida energética y se lo dije: “Usted me intimida”, respiró, entrecerró un poco los ojos y se quedó en silencio. Así la nombre por primera vez: “Dueña del silencio”, y empecé una competencia agotadora por convencerme de que yo no le gustaba, al menos no tanto como ella a mi.

La acompañé a su casa y ahí a la vueltica, en el lugar menos romántico, al frente de un basurero, pasó nuestro primer beso, desde ese momento hasta entonces he estado suspendido en el olor de su cuello, en los pliegues de su cuerpo y en los laberintos agrietados de su mente.

Dos o tres veces la he visto descompuesta, es decir, por fuera de su elegancia y paz natural, siempre parece modelando, como se sabe bella, se rodea de belleza y lo que hace por ende tiene ese maldito estilito insoportable de perfección. Sin embargo, alguna vez mintió y no supo cómo mantener dicha farsa, eso la llevó a un estado ansioso inusitado hasta ese momento, otra vez, tuvo que intentar olvidarme con otro, y no pudo manejar el tema, ni con él, ni conmigo… una vez más, se embriagó y dijo cosas inconfesables, pero bellamente encadenadas al argumento de quererme.

Viajamos, me prestaba atención y hacía preguntas relevantes a cualquier tema que yo expusiera, y en las noches era una mezcla de experiencia y candidez, el punto exacto de la increíble coincidencia de la piel, era de todo: grifo, objeto, grito, caricia, seda, almizcle y almíbar.

Me fui enamorando sin querer, como siguiendo una procesión de sus letras que nunca me mostró, me fui acostumbrando a su propuesta sado-romántica hasta que me hizo extrañarla, sus silencios, sus permisos, sus mentiras… y un día explotó el te amo de mi boca, como una liberación de sensiblería y agradecimiento.

Callada, tranquila, sublime, exacta… perfecta.

Hoy quiero detener el tiempo en este texto, dejar un testimonio de amor, pasión y gratitud… de a poco te ganaste mi respeto, mi admiración, mi adoración… ¿Cómo hacértelo entender? ¿Cómo decirte que eres la dueña de mis angustias, que por ti lloro, que mi cuerpo no entiende sino el lenguaje de tu piel?

Me reprendo por amarte de la forma como lo hago, y te asomas feliz a mi vida, como invitándome a que engulla tu existencia, como un bocadito de esos que te llenan de energía… eres de todo: alimento, protección, sustento y prodigio líquido.

No he leído esto que escribo, quizá carezca de ritmo o tenga falencias en el manejo de los tiempos gramaticales…  poco me importa ¿sabes?, porque de un tiempo para acá, desde que me fijé en ti, he pensado que la vida, es tan simple como bella, tan profunda como ajena… me has reconstituido, soy tu resultado, tu proceso y tu operación… ¿Osas aún en decir que yo tengo el control de esto?

Hoy que te lo escribo, dimensiono lo que te digo: Te amo, ¿Por qué? Preguntarás… ya sé la respuesta, porque me permites amarme y eso es una condición atada al hecho de sentirme amado.

Hoy de repente, siento que debo agradecerte… quizá veo a la muerte más cerca o esta sensibilidad me lleva a ser el exagerado que siempre dices que soy… pero, en serio, gracias… por tanta vida.


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