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sábado, 2 de febrero de 2019

ASÍ NO MÁS


Él se derretía de ganas por ella. Era un asunto que iba más allá de las feromonas, era un llamado imantado entre sus pelvis.

Pero, no era un mero aspecto sexual, pues en medio había asuntos como la prohibición, la provocación y la conquista. Claro, todo rodeado por eso de los egos falsos y el vacío de cada una de sus deterioradas autoestimas.

Encajaban como piezas de tetris, sus olores, sus susurros, sus roces...

Una vez, ella le tocó su espalda al despedirse y ambos sintieron ese corrientazo; prefirieron no mirarse, el pasó saliva, ella salivó.

Otra vez, él se despidió con un abrazo largo, y la olfateó, consumió su olor como un trago fuerte.

Y empezaron charlas simples, adulaciones progresivas, unas inocentes, otras malintencionadas, otras groseras... lisonjas rojas, zalamerías libidinosas... nunca nada directo, siempre por la vía de la posibilidad.

Aunque no debían, sí querían... era una obligación del deseo.

Ella le acariciaba la cabeza con disimulo, él le tomaba las caderas y rápidamente las soltaba, como queriendo dejar un recuerdo de la promesa. Quizá había más deseo que ganas; entonces para disimular hablaban de todo... finanzas, estrategias, espiritualidad, programación neurolingüística... 

Pero ya se había llenado el cántaro de las excusas y triunfó la animalidad.

Se decidieron.

Compartieron su esencia.

Fue a distancia; y cada quien en su mundo se imaginaba el instante compartido... el cuerpo con sus respectivas parejas, pero la mente lamiendo los vericuetos del cuerpo anhelado, el de él, firme, el de ella, apetitoso.

Se metieron en los laberintos del turbulento deseo... ella, antes de sucumbir en su cuerpo le dijo que su sentimiento por él era puro, le dijo con emoción sentida que lo adoraba... él no pensaba, sólo graficaba en su mente el desenfreno.

Ansias, ardor... ella decía que venía de un ritmo y frecuencia respetable de encuentros de piel, él decía que ella hasta el momento ella no sabía qué era ritmo ni frecuencia. 

Ella en el amanecer le llamaba, le escribía, le rogaba... él, respondía, obedecía y ordenaba...

Fabricaban coincidencias, moldeaban los destinos y se encontraban, y se tocaban desde lejos, y ella se acostaba en el piso y él se reía, y él pavoneaba con su experiencia; él la sabía inconclusa, ella se iba aceptando insaciable.

Sin tapujos, sin restricción, traviesos... sin límite.

Armonía, caricias de eros, presencia de lesbos, multitudes en la cama... presencias, ausencias, muertes lentas, él y ella... sin daños a terceros.


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