AQUI PUEDES SEGUIR ESTE BLOG

sábado, 2 de febrero de 2019

MERECIMIENTOS PROCRASTINADOS (PARTE 1)

De repente él empezó a verle imperfecciones, primero unas manchitas en el cuello, que quizá eran mugre, también una imperdonable falta de simetría en una de las figuras de sus sacos que tenían pedrería falsa. 

Ella era de familia orfebre, su manos diseñaban joyas, y sus ojos decían cosas que sus labios de doncella no pronunciaban.


Bonita pero recia, sexy pero mojigata. Era soñadora pero la invadía un pragmatismo, venido de sus frustraciones relacionadas con no ser lo que había podido ser.


Se reía con desparpajo, sus cejas, usualmente perfectas enmarcaban sus ojos que parecían analizar todo, tenía además cierto aire de seriedad; alguna vez él le hizo comentarios sobre su aspecto formal pero relajado, ella lo miró con incredulidad.


Lo que en verdad lo traía turbado, era la inteligencia que ella ostentaba con frialdad; el problema era que siempre, al querer decirle algo lindo, terminaba disparando una ironía. Ese martes, ella tenía un saco negro pegado a cuerpo, y él le dijo que parecía a Botija, un personaje de Chespirito, lo dijo para decirle que tenía atuendo de ladrona, ella, se indignó, pero en el fondo, sabía que la adulaba.


Su sentido estético era exquisito, dibujaba, diseñaba, hasta fumaba con estilo, se esforzaba por ser mejor, pero tanta manía junta, mezclada con grandes responsabilidades, daba como resultado, una mediana autoestima.


Era tan exigente, que respiraba cada vez que veía un error o una incoherencia en alguien, entonces, sacaba su sonrisita letal y levantaba su ceja izquierda.


Él la manoseó, mediante reflexología... él la besó, con emoticones... él le hizo terapia, con dolor de celos... ella, se dejó.


Por su parte, ella, se sabía querida... alguna vez la llevó hasta su casa y supo que le tenía miedo a atravesar las calles, también le tenía miedo a odiar a quien no podía y a lastimar a quien no debía.


Confesó que le gustaba alguien de barba, y él escuchó dicho mensaje, pero se sabía lampiño; en otra ocasión él ostentó con algo de dinero y ella lo miró de soslayo, y el dijo que él nunca sería como Christian Grey, entonces él la vio como una Anastasia Steele.


Él dedicaba canciones explícitas, le ayudaba a interpretar chistes infantiles, era su redactor, editor, consejero... él le temía, porque nunca pudo decirle todas sus frustraciones y cada vez, cada vez, se presentaba algo.


Ella estaba en su mente y allí él la veía vulgar, asequible, decente, provocativa... pero, en la realidad, sólo pasaba un simple hola.


Se la sabía de memoria, sus arrugas al reír, su mala postura, cómo se sentaba, sus historias, el respeto por su padre, el desdén por su madre... la sabía ardiente, pero recatada.


La había visto tanto, que sólo le restaba decirle que tenía defectos... leves incongruencias conceptuales, desconocimiento cultural, cualquier disculpa, para no aceptar que le gustaba.



 "Cambia" le decía su pareja...
"eres perfecta" le decía su amante.

1 comentario:

Unknown dijo...

Buenas noches. Interesante tem