Y pensé que estabas hecha de estrellas,
no de humanidades...
y miré tus ojos y escuché tu voz;
sentí que eras un bocado de sobriedad
y un respiro de ansiedad de piel.
Dices que me esperas y yo miro tu boca,
alcanzo a percibir el aroma de tu pelo
y me robo de verdad el contacto de tu mano.
Me presento con formalidad y sin nada más,
confiesas de dónde eres...
Entrelíneas aceptas que me extrañas.
Y yo jugando a no ser evidente,
me descubro en los anhelos de transgredirte,
y yo, perpetuo en tu recuerdo,
sin asideros reales a tus piernas,
fantaseándo con tu cuello...
y mordisqueando tu cintura.
Así, con tu alma inventada,
se me han ido las horas de tu no presencia.
Así, con puros hechizos,
se me recuestan perezosas
, indecentes y procaces,
tus imágenes profanas.
Tranquilo.
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