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martes, 30 de enero de 2024

MANUAL PARA MANEJAR TUS DESVÍOS CONDUCTUALES O CÓMO CONTESTARLE A TUS EX

Aquí estás, expresando la necesidad de mi presencia en tus palabras, casi reclamando la ausencia de menciones hacia ti, quizás buscando halagos o haciendo una pataleta por no ser mi centro de atención. Tu sonrisa se dibuja, y tus labios se curvan hacia la derecha, formando dos hendiduras como comillas inglesas de cierre; inexplicablemente te percibo en resolución 4K, captando los matices de tus palabras, algunas sugerentes, otras inocentes, algunas mordaces, pero todas de ironía.  

Puede que todo esto sea fruto de mi imaginación, que seas un delirio hecho mujer libre y valerosa y que todo lo que creo saber de ti sea simplemente una excusa derivada de mi incapacidad para erizarte el cuello. Tal vez me agote en los misterios de tus pliegues o ría porque tu gato se orinó en tu cama después de habernos quedado juntos, en un claro reclamo territorial, y solo por eso me encuentre adormecido o fatigado. O quizás, yo sea el libro de autoayuda que se convirtió en cenizas aquella noche en que incendié tus muslos, y el resultado sea que me sienta agitado. Lo único que puedo afirmar es que al tocar tu espalda, revisar tu impecable manicura, verificar tus joyas, y examinar tu atuendo, oscilo entre la tranquilidad y la inquietud.

Entonces, ¿todo lo mencionado hasta ahora tiene algún propósito? Un silencio de muerte hiere de muerte a este texto, y busco en tus expresiones, en tus palabras o en tus zapatos de charol, las armas para protegerme de ti. Recuerdo, pienso y veo cómo desfilan tus obscenidades, -que podrían ser las mías en la proyección de que tú seas mi creación-, como la de una casa swinger, la presentación de tu sexóloga sexy, tus lúbricas y solitarias jornadas. También desfilan tus aventuras inenarrables, tus momentos de lucidez profunda que me hacen sentir seguro y la atención que alguna vez no te presté. Tu voz, cargada de verdad, pragmatismo y temores, pronuncia vulgaridades perfectas, ternuras alucinantes e ideas eróticas e inteligentes. Como siempre, te he dicho de todo, pero hay una diferencia: ahora te abrazo más. Recuerda, hablo de buscar en tus palabras las armas para protegerme de tus encantos. 
 
Te atreves a decir que ahora escribo mejor; un día me tocaste para demostrar que tenías frío. Me narras tus experiencias eróticas y tus sueños, y sin darme cuenta, conozco el sillón donde estuviste expuesta al sol, las ambiciones con el tipo de barba que fue tu jefe y después tu subalterno, tus dolores y tus miedos. Y tú conoces mis puntos de quiebre. 
 
Preguntarás: “Pero, todo esto, ¿qué tiene que ver con mis ex? y ¿por qué llamas a esto un manual?” Porque cada vez que el pasado te asedia, mi presente se desequilibra -de seguro porque no tenemos futuro-, pero más aún porque dudas de tu grandeza y belleza. Parece que ignoras que eres una musa mística fabricante de joyas y todos los merodeadores, quieren poseerte. ¡Erran!, porque eres mía. 
 
Sé que suena feo, posesivo, invasivo, intenso, enfermizo, dependiente, infantil… lo sé, pero al menos piensa que si respondes que eres de alguien, todos los que ansían tocarte se desconcertarán. ¿¡Qué!? ¿¡Ya tienes dueño!? Se retorcerán pensando en cómo te has revolcado conmigo, los lugares que visitamos, cómo superaste tus fobias espaciales con mi apoyo, y cómo te di avales para vestirte de una u otra manera. 
 
Mía, sólo mía, porque he visto la excitación en tus mejillas al reconocerme como tu amante, porque escribo sobre las idealizaciones de tus príncipes encantadores y canallas… elegantes y patanes… 
 
Responde a tus ex, eso: que eres mía. 
 
PD: Te compré un regalo, pero fue hurtado y convertido en baratija -la verdad, siempre lo fue-. Habrás de esperar otras letras y otra noche compartida para que sepas de qué se trata.

   

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