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martes, 20 de mayo de 2008

Licencia de Congoja

Blanca Nieves es la única princesa de pelo negro. Esta profunda reflexión la hice al recordar esta historia. Su belleza de princesa era evidente, tez de bebé como para darle besitos, frente pequeña redonda, ojos y cejas negros como mi conciencia, lo realmente contable era su boca que invitaba al hastío, sus labios al natural informaban sobre la frugalidad de su esencia, sin embargo la textura era rosada, templada, suave, ¡Protuberancias de Dios!, el kit de presentación con sus dientes pequeñitos era perfecto en el encanto de su rostro. De estatura media y cuerpo proporcionado, su falta de curvas prominentes era solucionada con miradas incitantes.

Era un tanto depresiva, aquí soy austero en mi comentario, pues la angustia era su estado natural, parecía en contradicción con su inocente belleza, según ella, había intentado suicidarse un par de veces, -seguramente- pensé mientras la imaginaba comiendo aspirinas para niños. Comía chocolates todo el tiempo, lo que redundaba en problemas de glicemia, mareos, desganos… Enfermiza hasta el tope, problemas en el colon, gastritis… en resumen, su palidez daba cuenta de ello, pero era una palidez extrañamente excitante, que la hacía notoria entre la multitud; sus sonrisas esporádicas iluminaban su rostro de ángel, pero usualmente su estado depresivo provocaba un fatal deseo de protección.

Así empezó todo, protegiéndola. Recuerdo que alabé una especie de collar de terciopelo (de princesa) que hacía que su cuello fuera una tentación para morder, esa altivez que da la belleza con casta, esa expresión de tranquilidad de clase superior, esa convicción de sentirse bien admirada, fue lo que me impactó. “Impacta pero no cautiva” pensaría después, en esos duelos baratos para sacarla de mi mundo. Miraba con melancolía el mundo, ese recuerdo permanente de lo mal que le había ido, se juntaba con la posibilidad de que le fuera peor, su desgracia era existir para vivir sufriendo, como en un permanente respiro de nostalgia sobrevivía a sí misma y su negligencia a ser feliz. Veía a otros y suspiraba por ellos, enamorada del amor y con un novio, que según ella, era perfecto, pero su incoherencia latente flotaba cuando, siempre y todas las veces peleaba con él.

Lo que más me gustó fue su moral de papel, indecente por dentro, de manos fáciles, le gustaba tocar y sentir. Alguna vez me invitó a su sitio de trabajo, su jefe no estaba, me senté a ver como trabajaba, y ella disfrazó de ganas los minutos, se sentó en mis piernas a ver como trabajaba yo. Capturé su cuello con un par de susurros, su pelo negro y brillante estaba hacia un lado, recorrí su espalda y su olor, parecido al olor de un salón de clase de primaria, una mezcla de lápices de colores y loncheras, me hizo perder el control. La besé con la furia que busca saciar el deseo, ella, sin perder la calma, como si supiera que despierta eso, me tranquilizó con una palmadita en el hombro.

Tiempo después decidí llevarla a conocer a mis padres. Mi madre (Edipo presente), la miró con beneplácito, mi padre y su prudencia prefirieron callar, le canté, le conté cuentos, le mostré escritos de mi niñez, ella sonreía, siempre igual, siempre lo mismo para todo.

Un día le hablé de temas sexuales, y como era una princesa, le propuse salir de la ciudad, a un rincón apartado, en una noche romántica, campestre, a uno de esos hoteles de pueblo donde el tiempo no pasa y si pasa no importa. Sonrió. Alguien dijo que una sonrisa era lo más subversivo, pues no sabemos su significado, es verdad, nunca supe que pensó al respecto, le propuse planes diversos, clásicos, alternativos, elegantes, intelectuales, sencillos, complejos, aburridos, divertidos, parques, plazas, caminar, cine, dormir, leer poesía, cantar. Pero nada era más fuerte que su hipersomnia, de naturaleza perezosa que se refugiaba tras sus múltiples dolencias.
Bien, intenté ser su amante, mientras tanto su novio que parecía estaba más comprometido con la familia de ella, que con ella, la seguía haciendo sufrir, y yo como un pararrayos de desgracias capturando los maleficios de sus cotidianidades. Discutimos. Pues “nuestro” novio viajó y quedaba por fin espacio para la noche de campo, para las promesas incumplidas, para tantos deseos reprimidos, pero ella en un acto de soberbia moral, decidió que le iba a ser fiel.

Princesa, irreal, fantasiosa, dueña de tres dones, frialdad, lentitud y Somnolencia, mujer de encantos solemnes con mil ataduras a tu pasado que no ha pasado, eres un arte de tristeza en la maraña de problemas que inventas, niña de futuro extraño, deambulas entre bosques encantados y príncipes que quieres tener. No se nublen tus paisajes de colores, que tu falda larga no toque el fango, los pájaros te cantan, todos te queremos, no tienes necesidad de producir lástima, eres pequeña, tierna e indefensa, no te escondas en lágrimas forzadas por la costumbre de quejarte, no pienses más allá de tu mundo, si te saco de allí, soy yo el incoherente, si ya no eres la bella princesa, serás desdichada. Entré a tu mundo, disfruté lo que pude y como buen ladrón de recuerdos me fui a lamer mi memoria para verte feliz, entre alegres animalitos.

Entonces, ahora si, vivió feliz para siempre.

1 comentario:

Shirley Sepulveda. dijo...

Una historia más de princesas… princesa como solo pocos pueden considerar. A pesar de ser las únicas que existen.