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domingo, 24 de enero de 2010

EN LA FILA DE FANTASÍA

Al preguntarle por su ex, sonrió, de inmediato interpreté que las cosas no habían salido bien. Ella era la muestra incompleta de la belleza enamorada, siempre se le podía ver llena de detalles cuidadosamente puestos, todo con el ánimo solemne de acariciar su propia belleza. Alguien le dijo que usaba demasiado maquillaje, entonces se cambió a una apariencia simple, que le daba una rara combinación de lozanía y experticia. Lo nuestro había sido la fatídica historia de un encuentro notificado, ella tan bella y yo tan perplejo, ella tan insinuante y yo tan timorato, ella… la esencia de una dama antigua con caminado milimétrico empezó una relación conmigo.

Yo le lanzaba anzuelos llenos de letras, le ponía trampas musicales, le intentaba mostrar mis supuestos y flamantes esquemas mentales y ella, disfrutaba de todo ese tributo y esfuerzo, para ganarme sus labios, para enternecerme con sus gustos extraños y para pervertirme en su cuerpo blanco. Ella sabía de mis artimañas, de mi exposición permanente, de mi canto desesperado por capturar su alma y por supuesto lo que la envolvía.

Basta con decir que me besó. De ahí en adelante yo perdería cualquier centro y ella ganaría un adepto a su feminidad, todo lo que hacía, me parecía ejemplar, la forma de mover sus párpados, sus hombros siempre perfectos, la admiración por el cine, sus gafitas de secretaria sexy, su maquillaje selecto y hasta la más ínfima de sus pataletas, todo, me parecía exacto.

Su flor húmeda, cuyas coordenadas aprendí de memoria, quedaba a unos cuantos besos de su ombligo, me dio la bienvenida con espasmos deliciosamente ácidos, sus silencios me incitaban a sacarle gemiditos de desesperación… los cuerpos sabían saciarse, las mentes se quedaban en silencio ante el regocijo de eso que llaman espíritu. Nos entendíamos bien.

Pero la vida nos cobraría un porcentaje oneroso por probar la eternidad. Nos separaría cruelmente sin más explicaciones que los esquemas sociales o la incompatibilidad astrológica, entonces, quedó un vacío hecho cicatriz y unas ganas congeladas en la soledad de otros, representados como farsas, en los cuerpos de otros y como felicidades de papel en las relaciones con otros… Nos separamos.

Pasó sin discriminación e impunemente el tiempo, los segundos organizados se apilaban en días y en meses que tenían la etiqueta de su ausencia, quizá no tan urgente pero igual de inadmisible, entonces me dijo que salía con alguien, que le quitaba el sueño y que estaba feliz. Esto lo tomé como la más atrevida advertencia de que su cuerpo estaría en brazos de otro y que ahora aquella flor sería cuidada por otro maldito jardinero.

Un día me llamó a decirme que estaba enferma, y que se encontraba en una sala de espera para ser atendida, hizo críticas al sistema de salud y entonces, para paliar su intranquilidad le dije que de vez en cuando era pertinente que la realeza tocara el piso del pueblo. Escuché su risa, hubo un silencio, y vino mi pregunta, ¿Cómo vas con tu amor?

Lo conoció en una fila de un cine, su perfume fue el primer golpe bajo, una cara bonita, con barba de dos días pero bien arreglada, de considerable estatura, cejas pobladas y una boca mágica que pronunciaba palabras inteligentes. Le coqueteó con certeza, con la pericia de un conquistador viejo, no hubo preguntas sobre su estudio o su signo zodiacal, sólo hubo tiempo para alabanzas mutuas y la justificación de la química obvia. Estaba vestido con esa elegancia casual que aparenta sencillez. La abordó con un saludo y punto seguido le dijo que era hermosa, como la doncella de cualquier cuento, él tenía las manos en los bolsillos de su chaqueta, y al sacarlas exhibió sus uñas bien cuidadas, eran manos fuertes y delicadas, se notaba que sabían acariciar y proteger.

La fila avanzaba y el diálogo fluía, como el de viejos amigos que se ven de vez en cuando, llovieron temas casuales y del contexto común, todo parecía detenerse, hasta el llamado impertinente del taquillero, ella, que estaba adelante compró su boleta, determinó la ubicación y pagó, lo volteó a mirar y él le respondió con una sonrisa inolvidable, ella caminó despacio para que su contertulio la alcanzara.

Iban a ver la misma película, dos almas solitarias y coincidentes, “yo estoy adelante”, dijo ella verificando con mirada nerviosa su boleta, “yo atrás”. “Adiós” dijo ella, y caminó a la sala oscura, con la secreta esperanza de que él hiciera algo, se sentó y sintió que vieron la película juntos, “Quizá a la salida”, pensó, pero el tumulto de gente, desvaneció aquel romance.

“No tengo nada con nadie”, me dijo. Entendí todo, quise endulzar su oído con halagos, pero ya todo era impertinente, pues aquel fulano, me había robado el lugar de la fantasía; pues al vernos, la avidez de las pieles era un simple bostezo fingido de aburrimiento… ya no habría más floricultura, nuestros oxígenos serían independientes y cada quien construiría sus anhelos.

No me lo dijo, pero de ahí en adelante hasta la muerte de esta vida, estaría buscando aquel perfume, y sus colisiones de piel serían el reflejo de aquel de la fila…

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Tiene usted esa mala costumbre de conseguir que sus relatos sepan a poco.
Como siempre, interesante y adictivo.

Angela

Carlos López dijo...

Hola Ángela... saber a poco... ese halago peligroso... puede ser un pasabocas... En fin, gracias por leerme...

soloyo dijo...

Sin duda llega al alma todo lo que escribes