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jueves, 24 de febrero de 2011

CLAN BEDU

Me encontré con un amigo, cuyo talento es sólo comparable con su arrogancia. Estuvo en Buenos Aires y de allí trajo además de recuerdos un insoportable acento mezclado con el ya insólito de su pequeño pueblo natal ubicado en Nariño, un departamento al sur de Colombia. Ese día, en la mañana estaba ebrio, pues habían matado a un amigo suyo, un periodista que había denunciado conexiones entre la mafia y la mafia oficial. Le había dicho: “Cuando me maten Bebéme”… y así lo hizo. En su ebriedad citaba sin piedad a autores y abusaba de frases y posturas. Confesó que alguna vez había hecho algún comentario a mis escritos “sólo por joder”.

Esa sensación de sospecha, esas ganas de trasgredir y de pasar por encima del otro… ese autocontrol que tuve frente a mi amigo, me hizo recordar algunas promesas y cómo y según los amores, las palabras se vuelven nómadas, que después van teniendo filiaciones tribales, que casi se confunden entre sí… no hablo de sinónimos… hablo de misma naturaleza… hablo de salvajes que son capaces de negar sus propios instintos… talismanes poderosos pero inofensivos…

Ella no solía hablar mucho. Tenía cierta reserva con eso de compartir, se la veía siempre con un selecto grupo de personas cercanas, sin embargo su cortesía, su elegancia y sus refinadísimos modales la hacían parecer que tuviese el don de saber escuchar. Podría decir que era práctica, metódica y disciplinada, nunca entendí su vegetarianismo, ni sus ritos de embellecimiento diario y nocturno. Proyectaba una estabilidad natural, que la hacía parecer discreta, con un manejo diplomático exquisito que se resume en una palabra: Egoísta. Es difícil olvidar su mirada nostálgica, que sintetizaba sus problemas de depresión, descontento y preocupaciones en general y en particular.

En la medida en que yo iba ganando terreno en su mundo, me di cuenta que era sistemática y organizada, a veces un poquito psicorígida, pero quizá, su esencia apaciguada, su caminar calmo, sus movimientos preconcebidos la hacían ver siempre bien puesta, hasta el punto de dominar sus propios deseos… en efecto, era capaz de sobrepasarse a sí misma, sólo por asunto de estilo. Sus puntos de quiebre eran, según mis recuerdos, sus dedos, sus rodillas y su respingada nariz.

Mi plan de conquista estaba basado en las adulaciones y en las demostraciones, supe enseguida que le temía al futuro y su rencor por el pasado era un asunto casi clínico, esto cambió el mapa para colonizarla, pues me debí volver un nómada que seguía sus requerimientos, en busca de su agua. Así me hallé en el desierto de sus sentimientos, con la esperanza enfermiza de que mis oasis no fueran sus espejismos, vi como cada beduino salvaje al entrar en su mundo se convertía en un delicado lord de modales aristócratas, pero intuí, que el camino hacia su duna principal era quedarme como pastor, con la responsabilidad puesta en unas decenas de cabras, y así ir en caravana, según su temperamento y sus deseos, hasta que pasara la siguiente tormenta.

Su majestad cedió. Obtuve una ruta hacia su propio palacio, disfruté de cada espacio de su esencia, asumí sus manjares y cuando no tuve más dote, me fui. Para no decir que me dejó por pobre.

Ese desierto se pobló para dar paso a otras búsquedas, de otros palacios y otras princesas, pero de vez en cuando, en las noches de lluvia, descanso a la luz de la luna y finjo alimentar la única cabra que quedó, me burlo de los paisanos que siguen en la búsqueda de su tesoro, y de reojo veo con claridad las huellas que dejé en mi recorrido. Pero el espejismo cruel toma venganza y juega a la inversa, el tema entonces, son las huellas que ella dejó en mi desierto, y entiendo que la luna llena se refleja sólo en su ombligo, que mis huesudos camellos hacen caso a sus órdenes, que sus besos ausentes son como arena en mi boca.

Soy hijo de un clan bedu, que se niega a volver a sus andanzas… un nómada agorafóbico, me porto como una criatura inocente que pone arañas pintadas en la caja de las monedas, para que los ladrones se espanten...

La ternura horrorizada y la inocencia ya tan ajena, son sólo observadoras, las ideas se acumulan sin orden ni vergüenza, los aprendices irrespetan a sus maestros, todo se reduce a control y vigilancia. En otros mundos mientras respiro puedo entrar al agua… No quiero mentir más... a su agua.

3 comentarios:

♥Adictalcafeh♥ dijo...

Hermosísimo texto... Me gustaron mucho las metáforas que utilizaste.
¡Gracias por pasarte por mi blog!

Anónimo dijo...

Muy agradable de leer, tiene condimento, como me gustan las lecturas.

continuare leyendo tus blog.

Un ¡abrazo!

Luis Eduardo

fmican dijo...

Parece paradójica su situación profesor López, le bastaba con atribuirse un poco más de poder para poner fin a sus preocupaciones....Admirables sus palabras.