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lunes, 7 de febrero de 2011

UNA REFERENCIA SENSORIAL SOBRE UN ADVERBIO DE MODO: CASI

Si hay algo que me gusta de los adverbios es que son como dioses autónomos que manipulan el sentido de todo lo que tocan, tienen entonces, cierto poder marcial, autoritario y bello, por ende se les ve por ahí ostentando su jurisdicción ante los verbos, los adjetivos y para completar la escena pueden entablar pequeñas batallas entre ellos mismos… en efecto también los adverbios modifican adverbios.

Pero no quiero hablar de ese epicentro del sintagma adverbial, sino de lo que logra, veamos:

Era una de esas épocas, infortunadamente cada vez más frecuentes, en las que casi había extraviado la fe. Tuve que aferrarme a mis mejores y más bonitos recuerdos de infancia, necesité respirar la sombra de alguna luz provocada por el temor de perderme encontrándome… en el borde de la desgracia propia… temeroso de lo que dijeron, digan o dirán… desconfiando de mis habilidades y mirando con una lupa mis errores… Casi desgarrado con la única, última e impasible esperanza de sujetarme al recuerdo de tu cuerpo, porque de cierta manera su olor se había esfumado, aunque intenté expandirlo, guardarlo, ahorrarlo… pero ese olor tenía un final anunciado, que dejó sus restos nocturnos repartidos en la almohada, en mi brazo derecho, en mi cuello y en mi vientre… un olor suicida que fracasó en su intento de eliminarse y fue condenado a muerte por su inoperancia.

Lo vi evaporarse, le hice una venia de despedida, quise hacerle algún ritual pero ya los símbolos no hacían caso de las cosas cursis, sólo la nostalgia hablaba y llamaba a unas reuniones indecentes… como si sólo se tratara de piel. Nostalgia torpe e inconsciente, a veces pienso que tiene un carácter tribal que busca la belleza de la ausencia en la presencia de recuerdos insistentes, como las risas grabadas de los programas gringos.

Me hiciste un anuncio alegre: Volveré a verte. Una promesa de salvación, una noticia prometedora de eso que llaman el inédito viable, respirarte otra vez, sin angustias ni persecuciones, sin pretensiones farsantes, ni pareja de ases perdedores, sólo eso… te veré, de algún modo… ya veo, adverbio de modo… Casi mía, casi me perteneces, casi rozo el cielo y en las ganas diluidas apareces como una bendición pagana.

Aquí se besan la fe y el sueño, como ejercicios rutinarios, como muertes diarias de las que regresamos triunfadores y recordamos que estamos vivos, quizá por el dolor, quizá por la manera de establecer parámetros de enredarse en los viacrucis de sentirnos amados y con ganas de controlar la violencia de poseer, de arrasar, de transformar nuestros vastos bosques en pequeños desiertos.

Para empezar o para terminar, con las sombras desgastadas de caminar en soledad, con un negocio que va en quiebra pues no tiene dinero, mercancía y los clientes ya no vienen… con la esperanza forzada de conocer a alguien, de querer encajar en gustos y disgustos…

Es la pésima historia de un antihéroe, que no se da cuenta de lo que es ridículo, que lee más de la cuenta y piensa menos de lo contado… es la triste historia de una mujer, que fijó sus ojos en su personalidad más superficial, aquella que él había moldeado para esconder sus inconformidades… es una historia con ganas, con oídos, con dependencia a la nicotina e independencia a las culpas, una historia que le gusta que le susurren palabras y le den mordisquitos, una historia con recuerdos de aquel momento en el que con su pareja probaban los límites de la vulgaridad, primero con miradas indiscretas, después con caricias impertinentes y ya para acabar con palabras provocadoras en el momento justo… cuando son bienvenidas… palabras que se mecen, letras juntas que dan sentido, momentos… que son sólo la posibilidad de verte.

Casi si me olvida el amor, casi me arrastra la incredulidad, casi me quedo sin un casi… para decirte la totalidad… eso que llaman la integridad de ser, de existir… quiero publicar un clasificado que informe: “Hombre con muchísimos complejos busca mujer con muy pocos”… pero hay un problema, me he vuelto intolerante… no soporto, por ejemplo, las sillas masajeadoras que ponen en los centros comerciales y se anuncian como SPA… y mucho menos a los que se sientan en ellas plácidos… no aguanto a los redundantes y menos a los que limpian los vidrios de los autos sin permiso… Pero de alguna manera eso soy, un tipo que se sienta en una silla a esperar que alguien le limpie los vidrios y redunda en la terquedad de amar.

Pero no hay de que preocuparse... sigue con tus hadas, sigue con tus muebles, sigue en la empresa esa… sigue, que yo me pararé a verte…

Todo lo anterior no es más sino una respuesta a tu mensaje… todo esto no es más que un intento, para no ahorcar el color de tu piel… ¿Casi lo logro verdad? Casi te engaño y te hago extrañarme… Casi me lo creo…

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Las fechas de los escritos están en la mente de su autor...

Anónimo dijo...

Las fechas de los escritos están en la mente de su autor...