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lunes, 4 de julio de 2011

LA MUTACIÓN

Ella estaba convencida de que la ternura de él provenía de una fuente inagotable. Él le había demostrado, que de alguna manera, ella era su razón más importante para volver a creer en sí mismo, pero, el problema más grande era que el precio que debía pagar por recuperar su autoestima, era muy alto: hablamos de fortunas de dignidad.

Al principio de esta relación, unas voces internas lo acosaban, le indicaban que ella era un verdadero peligro, le advertían sobre su belleza, su manera de ver el mundo e inclusive alcanzaron a sugerirle su endemoniada lubricidad íntima, pero él creyó que todo estaría bajo control. Ella por su lado, se sintió tentada por saber más de él, por descubrir si aquello que decía era una simple especulación, si acaso sólo se ufanaba de sus hazañas o en efecto era diestro en las artes amatorias, si era tan inteligente como aparentaba o si toda esa sensibilidad era sólo un cúmulo de frases de cajón, que se utilizan para llamar la atención… ella quería saber más.

Después de unos acuerdos iniciales, pusieron en marcha esa relación, la idea era pasar los mejores momentos presentes juntos, sin esperar nada del futuro… todo se reducía entonces a la magia momentánea del día a día, un manejo sentimental basado en el arte de manejar los instantes… sus corazones se obligaron a ser miopes, para no ver, no pensar y no creer en tiempos venideros, todo se trataba del aquí y el ahora.

Tras varias jornadas de café, se intercambiaron las palabras necesarias para saber que había un gusto mutuo, después vinieron algunas miradas, unos coqueteos serios, un recorrido por la ciudad como visitando sitios rituales… y todo fluía con rara facilidad… él hacía lo posible por ser encantador, ella lo imposible por dejarse encantar.

Pasó. Una noche se amaron desesperadamente, como si el mundo se fuera a acabar al día siguiente, y sin embargo de su apetito recíproco, no obstante de sus instintos caníbales bilaterales, pese a las infinitas ganas de devorarse la piel, de engullirse con los sentidos, de comerse con el alma… a pesar de esa notoria carga animal… hicieron el amor despacio durante toda la noche… él mar… ella ola… en un continuo, impasible e inacabado sentir… parecían acatar una fuerza universal de afinidad… se recorrieron sin admiración… con la certeza de que esto tenía que ocurrir.

De la cama a la calma, de un juego de letras a las letras juguetonas… vino la etapa de conocer su entorno, él se mostró generoso, atento, preocupado, ella tranquila, comprensiva y sensual… el ostentaba cierto poder, ella se asumía sumisa… ella le presentó telefónicamente a su mejor amiga y a su madre y así como pasan las cosas en los cuentos, ella un día estaba en casa de él viendo los álbumes de fotos de su infancia, y sin saber cómo, se volvió consejera de modas de la madre de él, no faltó nada para que se volvieran confidentes… tanta compatibilidad era una delicia sospechosa…

Cuando él se sintió observado por ella, expuso sus talentos, le cantó, le habló, le pensó, le hizo el amor… cuando ella se sintió observada por él, mostró su mejor lado, le siguió el juego, se mostró comprensiva, atenta, maternal… complaciente… Todo era un perfecto mecanismo, hasta que ella se percató de un posible enamoramiento.

Aquel día en el parque se sentaron a descansar, acababan de salir de una librería en la que él había hecho alarde de sus conocimientos, ella, había pronunciado dos o tres palabras sobre libros de arte, se sentaron, y pasó un artesano que hacía dragones y los vendía, a unos metros de allí, estaban unas personas practicando algún baile… ahí, en ese momento la llamó su novio… a él, hasta ese entonces, no le importaba… pero esa llamada, a la que ella contestó afanada y se alejó para poder hablar sin que él escuchara … esa maldita llamada, sería la primera mina, en el territorio de los miedos.

Ella, se dio cuenta que se estaba enamorando y quiso acabar con esa relación, entonces él, le escribió, la invitó, la consintió, le cantó, le hizo ver amaneceres complejos en nubes simples, le inyectó fantasía, humor, gracia… él, al saberse un forastero jugó sus restos… en ese preciso instante, se quedó sin nada… sólo la tenía a ella y su capital existencial ahora puesto en ella… entonces las cargas de responsabilidad sobre el amor se desequilibraron, y él la empezó a necesitar… a requerir… a solicitar… a pedir… La reacción de ella, no se hizo esperar, tuvo que asumir el control, tuvo que hacer las veces de filtro… para regular todo aquello que estaba pasando.

La amó sin medida, sin ahorro, sin previsión… con todo… la llevó a un sitio donde los antepasados tenían a sus hijos, un sitio de agua y roca… sólo para decirle que ella era sagrada, que había decidido darle todo, como un tributo a una Diosa poderosa... quizá por temor… quizá por saber que ella lo salvaría o lo condenaría…

Y ella lo llevaba a viajes nocturnos, en donde cabía la posibilidad de que ella tuviera que irse, y poco a poco, le fue construyendo su inseguridad, de tal forma, ella le prometía la experiencia de compartir mundos juntos y él asumía que esas promesas a veces no se cumplirían y que las veces que se realizaban, siempre iban a tener una condición… saberse amante…

Entonces él tenía crisis de nostalgia, crisis de angustia, crisis de crisis… ella sonreía y todo volvía a empezar y en ese desgaste se fue aminorando su devoción… sus decenas de orgasmos ya no eran argumento… su rabia se manifestaba en horrorosas imágenes de ella y su novio… mientras él, miraba con desespero ese teléfono que, supuestamente debería sonar cada seis horas…

“Mi cielo, entiendo que estás con él, pero por favor no te dejes de comunicar” y empezó a cometer errores de protocolo… empezó a ser torpe, a hacerle exigencias… y lo peor… a desear un futuro juntos… y empezó a desearla sólo suya… a poner límites… a ser un adorador radical… un ferviente creyente que se ofende ante cualquier réplica… un terco místico que no soportaba los actos profanatorios del cuerpo de ella…

Y ella entonces decidió airear su antigua relación, se dio una oportunidad y descubrió en cada poro un segundo momento… supo porqué estaba ahí… recordó cada detalle, cada alegría… y ahora los problemas eran simples recuerditos inofensivos que causan ternura…

Y aquel tierno, ahora convertido en un patán, golpeaba, refunfuñaba y tenía una sombra borrosa, y el mismo de siempre, había adquirido ese poder que se pierde con la rutina…

El mutante… el transformado ahora hacía mala cara, su temperamento agrio, reflejaba sus fracasos… ella, se sentía culpable y le encantaba, pues iba muy acorde con su dramatismo vital… toda esa ternura se iba diluyendo en reprimendas…

“Te amo mucho” le escribió ella, y él con ganas de escucharla, ya no le eran suficientes letricas… ya no bastaban orgasmos en cuarentena… él sabía que con cada noche que pasaban juntos el dolor aumentaba al igual que el amor… tenía que mostrarse ante ella… simple, tranquilo… pero el precio… lo pagaba en autoestima negativa.

Él jugaba mal, lo hacía mal… no se hallaba… entonces ella, cuando lo veía así… decía “Te amo, pero no puedo hacerte eso… no quiero hacerte, hacerle, ni hacerme daño”… y él la miraba con odio disfrazado de tristeza… y sacaba desde el centro de su dolor fortaleza… y hacía fuerza para retener sus lágrimas… y se victimizaba… Cayó bajo: Le rogó, le dijo que ella era el resumen de todo lo que él había amado… que sin ella no podía seguir…

Ella estaba en una encrucijada, seguir con el de siempre, o apostar por este enamorado… y el novio oficial, se percató de que la estaba perdiendo… y le propuso planes… y el nuevo se percató de que la estaba perdiendo y no hizo nada… sólo esperó… confió en su buena suerte… ambos identificaron en su cuerpo olores distintos... y ella disimulaba... decía... esquivaba las preguntas que la podrían delatar ante cualquiera de los dos... Aquí, ese amante, ex-tierno y aparentemente menos enamorado, tenía una ventaja, sabía del juego... el otro, el novio oficial... sólo tenía presentimientos...

Entonces aparecía la repulsión de ese amante... él sabía del olor del otro… y la amaba con un intenso padecimiento… no la podía mirar a la cara… pero para estas alturas la cantidad de minas puestas era exagerada… parecía una estrategia comercial de devaluación… ella dejó que él mismo se diera cuenta que había sólo una verdad y era que… en ese momento los dados estaban en el aire…

¿Sin final... o con un final premeditado?...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me parece que es un amor que sufre... pero es intenso y verdadero... Salud por esas bellas letras... Y.M.

Anónimo dijo...

Hay personas que aprender a amar sufriendo...

Anónimo dijo...

Esta historia me hizo estremecer no se si es amor o ganas de amar