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miércoles, 16 de mayo de 2012

PARA MI GATITA...


Dime gatita, ¿Por qué estás en mis sueños?, quiero saber si mis dolores en la espalda son fruto del recuerdo o de las cicatrices que dejó en mí aquel sillón, sabes de qué hablo ¿verdad? Me refiero a aquella vez que te cargué y te besé por toda tu tabla de contenido… ¿Acaso todo se debe a esa flor que acaricia tu estómago y posa uno de sus pétalos en tu propia flor?, o acaso, gatita, ¿me hiciste trampa y te metiste por mi lado perverso?

¿Qué esperas? ¿Que me desnude ante ti con mis propios fracasos…? No, no es posible mi gatita, no tienes el estatus de frustración, no eres una de mis pérdidas, no estás inscrita en mis desgracias… no eres todo eso, pero sin embargo, gatita, eres parte de mi propia estafa, eres lo que yo llamo una parte de mi cretinismo emocional,  una pequeña parte gatita, no es tan… tan importante.

Pero, no escribo para molestarte, preguntar por tus amores, que bien podían ser mis amigos… (Perdón, eso no se dice), señalarte por haber dejado la puerta abierta a la inconformidad de mis caricias y justificar tus relaciones… no gatita, no es eso, te escribo para liberarte… (Te ríes… veo, también veo que no me he hecho entender)… digo, no te hablo de que te liberes de mí… pues eso lo hiciste cuando compartiste la piel… debo ser honesto, gatita, yo compartí nuestra cama… (Perdón, eso tampoco se dice.) Me refiero a soltarte… a que yo te libere ¿Me hago entender?

Entonces, vagas y divagas, y quizá (sólo quizá) me extrañas con las entrañas, me escribes que todo se acabó y que no sueñe…  ¡ay mi gatita!, lo que me diste, es reemplazable, y  –aquí entre nos– lo que yo te di también lo es… es más, (eso que te di) lo venden: Sólo debes aceptar un almuerzo, una propuesta de alguien y dejarte llevar por tus  –llamémoslas así–  debilidades.

¿Qué si estoy rabón, sentido, adolorido…? Pues sí. Pero no creas gatita, que es por no tenerte, o disfrutarte o porque extrañe tus cenas, o tampoco por tu habilidad para los asuntos domésticos, no gatita, mi  sentimiento es de decepción, no de ti, sino de mí, por no haber leído tus señales de desgano, por haberme aguantado lo que no debí y por no haber hecho caso a mi intuición… tanto guardar apariencias… ¿para qué mi gatita?

¿Recuerdas cuando me dijiste que no te dejara? ¿Recuerdas cuando tus amigas –todas fracasadas sentimentalmente– te decían que yo no te convenía? ¿Recuerdas que lo intentamos? Y el resultado fue ese asco mutuo, esa repulsión permanente y nuestra triste habilidad de excitar lo peor de cada uno… pero tercos  –eso lo aprendiste de mí– seguimos en esa crueldad y aprendimos a fingir; ¿Sabes de qué hablo verdad? De tu familia, de la mía, de tus amigos y de los míos…

Ya basta gatita, puedes seguir durmiendo en el sofá, mientras tu pareja te espera en la cama, puedes levantarte tarde y dejar de preocuparte por los mefíticos  efluvios nasales, puedes traspasar tus adicciones por tu olor,  puedes hacer de tus implantes una sombra de recuerdos y, te recomiendo, gatita, que los guardes bien, los clasifiques, los rotules, para que cuando vuelvas a ellos, lo hagas sin confundir tus sueños, tus esperanzas y tus tristezas.

Me voy mi gatita, ya tomaste suficiente de mi lechecita calientica, ya maullaste en mi tejado y escarbaste en mi basura, ya dormiste a mis pies y ronroneaste en mis tardes, y ahora, no puedo hacer nada más por tu estado en celo permanente.

No creas que me voy sin nada; me llevo parte de tus rasguños, tus pisadas suaves, tus amaneceres o tus ternuras… esos momentos de felicidad, –aquí entre nos– fueron los que me mantuvieron a tu lado después de que todo se acabó… ¡Qué fuertes! o mejor decir ¡Qué masoquistas!... –eso lo aprendí de ti–.

Ahora sí de verdad, me voy gatita… te dejo, y si algún día nos vemos, sé que no me reconocerás, sé que te portarás como si fueras una gata de mejor familia, toda una señora gata… en ese entonces, yo no sé en qué animal me habré convertido, es decir, a qué clase de criatura habré mutado…  quizá, – aquí entre nos gatita– me habré transformado en…  un simple…  hombre…  feliz.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Esta despedida es cruel, pero tiene una fuerza irónica que se funde en el dolor y el orgullo, quizás son los restos de la dignidad y de la esperanza. Buen escrito amigo de letras, yo soy quien te lee en tardes de silencio, mientras el invierno intenta matarme.

Anónimo dijo...

Quisiera conocer a esa "gatita"....

Linda Piedad Benitez Velosa dijo...

Sencillamente agradable