Tengo varios problemas: unos cotidianos, como el hecho de
que mi crema dental esté a medias, ese saco que se encogió como claro anuncio
de mi negación de sobrepeso, aquel vidrio vencido del garaje o mi poco espacio en
la repisa para mi próximo elefante. Otros, un poco más complejos, como pagar la
multa de tránsito por fumar dentro del carro, la adaptación emocional con mi
nuevo jefe, el libro carísimo que ha de esperar para ser comprado y leído o la
escritura de mi nueva obra de teatro.
También hay otros, más agónicos, como la preocupación por el
tema del uso de ácido en la cara de las personas, mi
intuición sobre los medios y su influencia como temas de mi doctorado, el
comportamiento de algunos cercanos… todo se vuelve tan denso, tan complicado…
Y entonces empiezo a sentir una amargura, una nostalgia más
oscura de lo normal, un señalamiento a mis capacidades y a las decisiones que
he tomado… se presentan en fila desordenada los recuerdos, los amores, las
frustraciones, la tormenta fermentada no tiene escapatoria, ha de llover
mierda, las paredes húmedas de podredumbre y de nuevo solo…
Respiro y no quiero ir por esos caminos de la desgracia, no
quiero pensar que todo está mal.
Sólo ha pasado un segundo y sólo una imagen me salva, es un
aire incierto, es ella, la que me tiende la mano, la que me ofrece ideas, la
que me soporta la locura, la que entiende como soy, como quiero ser y hasta
como finjo que soy.
No la ubico bien… ¿Acaso es la suerte? ¿Esa dama extraña que
me desea, esa, que me quiere poseer y abre mis caminos para que todo me salga
bien? No creo, la suerte me trata con desdén, ¿Quién es ella? ¿De quién es ese
reflejo?
Salgo de mi propio sótano y veo sus ojos, que son atentos y
de mirada aguda, camino hacia el jardín y me enredo en su pelo, que huele a prado
fresco, tomo el sol y me refugio en su cuello… toda ella, sus manos frías, sus
cintura sujetable, su admiración por mis labios… toda ella, su frecuencia de
consentimiento…
Respiro con mayor rapidez, y debo devolverme a mi casa, como
un agorafóbico, y me acuerdo lo que me dice: “no soy buena para consentir” y yo
con los ojos nublados…
“¡NO MÁS!” Me ordeno a mí mismo, sabiendo que soy feliz a
su lado y que este texto debe mostrar mi esperanza, que debe hablar de tardes
fantásticas y noches inconfesables, que estas letras deben ser emocionadas y
saltarinas, que este mensaje tiene que contar que el tiempo se esfuma mientras
estamos juntos, que hemos desnudado nuestras almas, que nos hemos contado esas
cosas que no se le cuentan a nadie.
Y las sombras se desvanecen con la luz de su energía, y
siento que le importo, yo, que no estoy acostumbrado a recibir mucho, siento que
ella me da todo… no quiero ser dependiente, no quiero ser adicto a su ternura
cruel.
Y la descubro, y la exploro, y en cada poro quiero dejarle
una historia de esto que me causa, de esta sensación de inmortalidad que se
sabe enferma terminal… y me surgen ganas de viajar a su lado, de mostrarle mis
miedos, de contarle el truco de mis talentos… pero no creo, siento que es poco probable que ella, tan hermosa, se fije en mi… me refugio de mala gana en mi intento de autoestima y es
inevitable volver a esconderme en aquel sótano de desgracias, en donde lo que hago
es temblar ante mis propios fantasmas.
Pero ella, está ahí, a mi lado, sin decir nada, sin
juzgarme, con una incondicionalidad incomprensible… la relaciono con mi madre y
su capacidad de hacerme incapaz, quiero gritarle que me deje, que se vaya, pero
en verdad tengo más razones para que se quede, ahí, a mi ladito, sólo
prestándome su cuello para ocultarme de mí mismo.
Respiro… y su sonrisa
me salva de nuevo, como si todo fuera sólo parte de mi locura, sus labios me
besan y la realidad se vuelve de colores… y yo tan daltónico… la ironía no me sirve… Me reto a mí mismo y
ella nuevamente está ahí, sólo disfrutando de mis ires y venires, se sabe
callar, sabe qué decir… ella sabe…
¡FELIZ! Y salto como niñito, y me dejo sorprender, no me
importa nada, oigo música más fuerte… y ella me apacigua, me calibra… sabe
filtrarme, me da la seguridad puntual exacta, y también me la quita cuando es
necesario… tiene tanto poder, y uno tan sumiso… y ella, se muestra débil,
sensible, inteligente, erótica, cohibida, dispuesta, casta, perversa…
Me besa. Y me voy deslizando en su piel. Me besa y no entiendo
más en mi vida que su olor. Le toco su cintura y el universo tiene explicación…
Me complico y es horriblemente hermoso estar pensando en ella.
No está, y quiero hacerle un reclamo gigante, como acusándola
de ofrecerme una terapia farsante, como acusándola de mis caídas emocionales, y
me quiero volver injusto, cretino y torpe, dejar de reconocer lo que ha hecho
por mí, y tatuarle en su piel mis desgracias… hacer un manifiesto público de su
crueldad por dejarme sólo solo todas las noches en mis sueños… y es cuando sus
chistecitos destruyen mi odio.
Como su sonrisa de niña, así me quiero sentir,
alabando mis proezas de aprender a estar sin ella,
y sabiéndome de su propiedad…
Lento voy y encuentro su olor secreto,
recorro su espalda con mis dedos y prometo volver,
prometo no enloquecer por la espera…
alabando mis proezas de aprender a estar sin ella,
y sabiéndome de su propiedad…
Lento voy y encuentro su olor secreto,
recorro su espalda con mis dedos y prometo volver,
prometo no enloquecer por la espera…
Ella, es mi problema favorito.
2 comentarios:
Sus palabras dejan sin aliento, y mas en tiempos de desconsuelo para alguna que pasa por casualidad, muy hermoso
Que palabras! Palabras que llegan a una persona que se cruza por casualidad
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