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martes, 3 de enero de 2012

DE LA TRAVESÍA PARA LEGAR A UN PUNTO FINAL (RECORRIDO POR LOS PARADEROS) O EL EPÍLOGO DE UNA RELACIÓN APARENTEMENTE AMOROSA

EXORDIO

Escribir sobre el ocaso de una relación es siempre un acto de melancolía, pues arremeten los buenos y los malos momentos de las vivencias compartidas, y son entonces las interpretaciones de lo que pasó, más importantes que aquello mismo que pasó. (En un exordio se debe justificar el acto del discurso proferido, las motivaciones y de alguna manera el origen mismo de lo que se va a decir)

La hoja estaba atenta queriendo saber cómo iba a escupir en ella los sentimientos, las pasiones, las tristezas, los recuerdos… estaba ansiosa de recibir las ideas pintadas con letras de aquella historia que de ahora en adelante se conjugaría en un pretérito perfecto o para ser puntilloso en un pretérito simple.

Se trataba entonces de un adiós sin palabras, con un abrazo esquivo que disimuló bien las lágrimas de un rompimiento, a pesar de todas las estadísticas negativas, y no obstante a las advertencias de que ya las cosas no iban bien… pese a todo, la esperanza se mantuvo férrea hasta el último instante; hay que decir que su estado de salud era preocupante, los doctores que la atendieron dijeron que su pronóstico era reservado. Con la esperanza moribunda, las fuerzas para estar juntos eran cada vez más exiguas o mejor decir exangües. (Es conmovedor como aparece el prefijo ex).

Las ideas vienen en desorden, puedo escribir sobre el dolor ensordecedor, la frustración permanente o quizá la rabia sincera, también puedo desperdiciar letras refiriéndome al vacío de caminar sin ella, el deseo de olerla, la ternura maltratada o sobre mi complejo de Edipo… tantos ángulos… tantas entradas… tantas noches… pero se trata de buscar una sola salida… contar el momento conclusivo.

DEMOSTRACIÓN

Según alguna tradición discursiva aquí se debe relatar los hechos que se pretenden destacar, en el caso de estar haciendo un panegírico (discurso de alabanza) se debe enumerar y profundizar en las virtudes que se quieran recalcar… pero, este no es el caso.

Fue una relación que aunque se desarrolló en el tercer milenio, tuvo raíces más profundas… pero quiero hablar de su naturaleza misma: Esta relación fue parida en un hospital y se instaló de inmediato en cuidados intensivos. Sus problemas principales eran de memoria, recordaba en exceso y olvidaba con facilidad… así todo empezó con los sueños y las pesadillas de los pasados, que al juntarse se volvieron un delirio perfeccionado.

Su lugar de origen fue una hacienda, de nombre La Hortúa, ubiquémonos en un periodo colonial en donde el ingreso a la ciudad debía hacerse por el camino real… quiero pensar que en dicha hacienda se cultivaba trigo. (Esta puede ser una explicación del rechazo a la harina por parte de ella y mi afición indómita a comer pan).

Esta relación tuvo como padrino de nacimiento a un ilustre periodista, político y militar neogranadino don Antonio Amador José Nariño y Bernardo Álvarez del Casal, con semejante nombre del padrino, y a pesar de ser de cuna humilde (la relación), se creía de mejor familia, tenía ambages de nobleza y ciertas prácticas burguesas.(viajes, regalos costosos…) Cabe decir que Don Antonio Nariño vivió en el Valle de Fucha.

Fue una niña feliz y una adolescente hermosa, llamaba la atención por su carisma y su gran capacidad de ser tierna. Cuando fue adulta se rodeó bien, tenía espíritu de relacionista pública, por ejemplo era conocida de los presidentes Carlos Eugenio Restrepo, y Enrique Olaya Herrera; tenía también cierta tendencia populista, de tal manera, participó en aquel proyecto de vivienda popular llamado Quiroga.

Creció muy rápido, no tuvo tiempo de disfrutar su vida y se llenó de miedo, estaba muy ocupada intentando aceptarse a sí misma; en su madurez se volvió devota de Santa Lucía de Siracusa, la patrona de los ciegos, es verdad, además de los problemas psicológicos por los múltiples complejos (por exceso o por ausencia) la atormentaba una visión borrosa (una posible explicación al temor de ella de mirar a los lejos o al mío de ser miope). En su vejez, se volvió caprichosa y resabiada, el cuadro era patético una vieja cegatona, insegura y maniática… quedó sola. Entonces pedía socorro a quienes la conocían y hallaba consuelo sólo en las posibilidades de haber sido feliz.

De su pasado glorioso, quedó el recuerdo triste de unos molinos quijotescos, de viajes míticos y místicos y la certeza de no haber hecho lo posible por vivir más tiempo. Y terminó ahí, cerca de un aparente éxito, en un portal mágico que la comunicaba con sus experiencias bonitas, con sus añoranzas de locura fácil, con sus miedos al letargo de la cotidianidad… se fue secando en vida, murió una noche sin ninguna gala fúnebre… en silencio… no hubo mil voces, ni sentimientos encontrados, no apareció ni un camino ni mil vías, ya no servían los conectores lógicos… las referencias sensoriales sobre los adverbios de modo ya estaban caducas, los manifiestos cínicos eran chistes flojos… ya no se escucharían más las voces de la cama, o tendría que leer pretextos para saber que no estaba llorando.

Los poemas abandonados ya no serían su problema, o se ahorraría tiempo con las disertaciones de un corrector de estilo, las dudas sobre la ternura o el amor ya no tocarían su puerta… era un cadáver feliz… sin regímenes de ausencia o didácticas de olvido… quizá en su necromundo escucharía plagios musicales, o se hundiría en naufragios cutáneos… es posible que quienes la conocieron elevaran por ella oraciones, y en las típicas conversaciones sobre los muertos se recuerden con nostalgia sus momentos antes de dormir, o los atisbos de su felicidad.

Olvidé decir que esta relación tenía un don, podía hacer magia… y no me refiero al truco de la moneda detrás de la oreja o a escupir 10.000 naipes… me refiero a que cuando se lo proponía podía develar los grandes secretos del universo, alterar el clima o hacerse la ausente… pero ese poder mágico la hacía soberbia y desconsiderada… tanto así que en sus días finales ya nadie le prestaba atención.

EPÍLOGO

Es el final del discurso, usualmente es apoteósico y rimbombante… pero, nuevamente, en este caso no aplica.

Lunes en la noche, el frío zumbaba, en una conversación previa que tuvimos sobre la relación, recordé una obra de García Márquez “Crónica de una muerte anunciada”… me hice chistes crueles sobre obras de él, que me pudieran servir para un momento de terminación… “El Coronel no tiene quien le escriba” “El otoño del Patriarca” “Del Amor y otros Demonios” y pronto me di cuenta que no era correcto continuar.

Saliste, y no te miré a la cara, quizá era mi tercer cigarrillo, tenía sin embargo y gracias a la esperanza moribunda del párrafo 3, una notica en la que te invitaba a un viajecito… también llevaba unas películas por si me quedaba sin palabras, dijiste lo que tenías que decir y yo dije que no tenía mucho que decir… vino el mismo silencio que apareció hace 5 párrafos… después un abrazo y después el mismo silencio de un renglón atrás.

Me fui y no niego que quería un final de película cursi en la que corrieras detrás de mí y termináramos enredados en una cama de un refugio alpino… pero en la medida que me iba alejando iba surgiendo cada letra de este texto…

¡Qué tarde es!... habrá que descansar y ver qué es aquello que me trae el universo… la vida sigue…

Déjame un último espacio, para un último reclamo en forma de pregunta, antes de pasar la hoja y conjugarnos en tiempo pasado…

¿Dejaste que una mentira destruyera tu (mi) (nuestro) verdadero amor?... (Ahora que veo… la relatividad es muy conveniente… ¿o no?).

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hermoso y triste... como cortar la energía del cielo...

Anónimo dijo...

de que nacionalidad es usted?

Carlos López dijo...

Colombiano.